jueves, 7 de diciembre de 2023

AZARIEL, EL DUENDE QUE DOMINABA LAS AGUAS

 

 

            El bosque de Witequindo, es intrincado y oscuro. Los árboles altos y frondosos esconden un sin fin de pequeños animales, gnomos y duendecitos. Muy lejos del castillo, de las caballerizas y del mercadillo. Sus rumores cantan y cuando el aire se mueve entre las ramas, una verdadera orquesta, proclama la vida alegre de sus habitantes.

            Si llueve, en los hoyos de los troncos, se esconden las ardillas, los pájaros carpinteros y los pequeños búhos de penachos blancos. También en boquetes hechos por lagartijas y salamandras, se esconden los duendes del bosque. ¿Sus nombres? Bueno, se llaman: Aban, Azariel, Babil, Celio y Jabel. Son muy ágiles, inocentes, leales y testarudos. Juegan en cada rama, en los cauces del río y en los espacios abiertos del bosque, donde crece la hierba y los ciervos habitan y crecen.

            Aban, es el mas pequeño. Tiene el pelo largo de color zanahoria y una nariz puntiaguda. Se viste con el color del agua en verano. Sus afilados zapatos de hojas de álamo, se convierten en sus pies, en escarpines sedosos. Juega con su amigo, un escorpión  que ha perdido su colita y él, lo cuida para que no lo atrapen los búhos.

            Azariel, es un magnifico nadador. En las siestas de primavera y de verano, patina con sus zapatillas de heno, sobre la superficie azul del Lago Encantado. Protege a una hembra de picaflor, que rompió sus alitas tratando de beber licor de una flor embrujada. El duende Azariel  tiene un largo cabello negro. Lo trenza alrededor de su cabezota de nariz pequeña. Sus  ojos son rojos y saltones. Mira hacia atrás y adelante, al costado y se mueven como los del camaleón verde.

            Babil, es alto y delgado. Parece una rama de espino. Se viste de color naranja y su debilidad son las arañas de patas largas como las de él. Siempre salta de un árbol a otro, sacudiendo los pájaros para evitar que se coman a sus amigas de ocho ojos.

            Celio… es muy orejudo, tanto, que tiene que esconder sus orejas en un bonete de fieltro marrón y atarse un moño en el cuello para que nunca se caigan sus largas orejas. Las manos, de delgados dedos, se entrelazan como las briznas de sauce en el canal. Ríe y juega, pero no tiene mascota. Siente temor de las tormentas y apenas escucha un trueno o ve un relámpago se esconde en la profundidad de un boquete que le abrió en un ciprés el mochuelo dorado. Toca la flauta y habla al revés.

            Finalmente nos queda Jabel. Es gordito y alegre. Le encanta comer y beber el néctar de todas las flores del bosque. Su pancita rechoncha se llena de miel y polen. Su mascota es la langosta saltona sin alas. El, la cuida por que es su amiga y le susurra cuentos llenos de imaginación a las pequeñas orejitas de Jabel.

            Hoy vamos a contar la historia de Azariel.

                                   El día de la navidad pasada, en el bosque, los duendes estaban muy ocupados armando un precioso árbol con manzanas, naranjas y peras maduras, para agasajar  a las Hadas del bosque. Todos sus amigos iban y venían trayendo pequeños presentes. Plumitas de colores, vidrios brillantes, copitos de nieve y un sin fin de adornos. El árbol quedó precioso. Azariel, había invitado a los gnomos, para que toquen el arpa, el violín, la flauta y el pandero. Ellos saben  hacer una música hermosa y todas las aves del bosque cantan para que bailen las hadas.

            Y, como el buen duendecillo, tiene un extraño dominio con el agua del lago. Los chorros se elevan y danzan al ritmo del sonido de los instrumentos. Brillan y juegan con cadencia de humo. A las doce de la noche, cuando se esconde la señora Luna, todo el bosque se aquieta y se duerme, entonces, a Azariel, sólo esa noche, le crecen unas frágiles alas trasparentes y vuela. Vuela por el cielo azul y estrellado. La Luna sonríe y acompaña su juego hasta el amanecer. Es así que vuelve a ser el duende del bosque y sin alas, para trepar por las ramas de los enormes árboles de Witequindo, el bosque encantado.

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