La había
ido a buscar. La sacó del convento cuando ocurrió el accidente. La madre
superiora se sintió desfallecer, esa chica era la esperanza para la
congregación. Nunca hay que confiar en los tutores, pero nada pudo hacer para
impedir que se la llevaran.
Igual, la
muchacha, siguió a su tutor, llorando.
La muerte
de su madre y hermanos, era inexplicable. Le dijo que habían caído en un
barranco con el “Landó” y estaban muertos. Eso fue al salir de la misa
vespertina donde ella los vio por última vez. Era la única heredera y si ella
se quedaba en el convento, con votos perpetuos, todos los bienes pasaban a la
congregación.
En la vieja
casona su vida se transformó en un hacer y hacer tareas caseras. Cocinar,
planchar, limpiar pisos y cuanto capricho tenía la mujer de su tutor. De tarde
solía hacer una breve siesta. El matrimonio, no le permitía usar una parte de
la casa. En especial las habitaciones de su madre o hermanos, le dejaron una
pequeña alcoba en la planta baja, cerca de la cocina y lejos del baño.
Una noche
que necesitó ir al lavabo superior, escuchó una conversación entre sus tutores:
-Mañana, iremos al banco y al notario. Cambiaremos todas las propiedades a
nombre tuyo mi amor. Nadie sabrá qué pasó con Candela. Pensarán que está en el
convento encerrada.
Bajó
lentamente sin hacer ruido. Salió envuelta en una colcha rumbo al convento y
luego de atravesar mucho espacio en el bosque, llegó y golpeó en la gran
puerta. La madre portera abrió y sorprendida la atrajo hacia el interior.-
¿Niña qué te ha sucedido?
Esa noche
durmió tranquila,
La sorpresa
fue general cuando se supo que el Señor alcalde era el hermano del tutor.
La novicia,
debió ingresar en un convento lejos y profesar secretamente en
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