La pequeña Lorena estaba
apoyada en la balaustrada del jardín con
su blanco rostro cerúleo con su leucemia que avanzaba como una artera asaltante
de alegrías y esperanzas juveniles. Descalza sobre el prado, junto a la fuente
que con su cascada atrevida de frescura
y los trinos gozosos de aves que se acercaban a sus pálidas manos donde
reposaban semillas milagrosas de fiesta en primavera, se apoyó y observó su
cabello, en realidad el reflejo de su cabeza calva le devolvió su realidad.
¡Había perdido su preciosa cabellera color rojiza y de suaves hondas! La
quimioterapia se adueña de las más
prefundas posesiones celulares y... mata. Yo la miraba desde mi escritorio y me
deshacía en lágrimas y dolor pero apenas elevó su mirada, yo sonriendo escondí
mi amargura y la llamé para que regresara y jugáramos una partida de ajedrez.
Ese invierno fue cruel por lo frío y
ladrón. Ella partió y aunque acepto la terrible prueba...
"Desde
aquel día, no he movido las piezas del tablero", es como si ella a través
del tiempo siguiera jugando conmigo. Tal vez ella es un espíritu libre que
juega entre las sombras y yo no la pueda ver.
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