Llegué a Madrid en tres oportunidades y seguro volveré. La primera vez
era muy joven y me divertí muchísimo. El paseo duró varios días y conocí
Andalucía, con los típicos patios andaluces, las paredes repletas de geranios
de colores que colgaban al estilo de los cuadros y visité los museos: el Prado,
Sofía y otros que ya no recuerdo. ¡Cuadros enormes de las paletas geniales de
Murillo, Goya, Pizarro y otros que había conocido a través de libros y
películas! Fui a un Tablao donde un grupo de “gitanos” cantaban y bailaban
flamenco mientras comíamos una opípara paella y participábamos del armadísimo
retrato Calé. El patio de los Leones,
Nunca olvidaré la imagen de
Se van borrando algunos recuerdos de ese viaje, pero recuerdo, sí, que
me invitaron a ir a una corrida de toros y yo dije que ¡No! Me parece un horror
lo que le hacen a los pobres animales. Se que es una tradición pero no disfruto
de ese tipo de espectáculos.
Muchos años después volvía España. ¡Qué linda la encontré! Madrid estaba
modernizada pero siempre protegiendo sus monumentos históricos. Caminar por
Finalmente tomamos un tren (el AVE) y partimos a Barcelona. Allí nos
esperaba una amiga. Fue descubrir otra España, la del famoso arquitecto Gaudí.
Que comenzó a construir la iglesia más original que he visitado, después de la
de Sal en Colombia y de Don Bosco en Brasilia. Entrar en esa maravilla es no
alcanzar el tiempo ni la mirada para tanta originalidad y belleza. Antonio
Gaudí, no solo construyó
Ver jóvenes de diversos países de Europa, disfrazados, bebiendo como
esponjas, gritando por las calles y bares…nos dejó perplejas y a mí, me hizo
sentir muy vieja.
Me había propuesto conocer el lugar donde se veneraba a San Cucufatto,
allí San Cugat en su idioma y la querida Azucena, nuestra amiga nos llevó al
antiquísimo templo donde en un cuarto o quinto subsuelo, quedan restos de ese
Mártir del siglo IV D.C.; con mi mochila al hombro ingreso al despojado templo
y justo en ese momento se Consagraba
Me imagino, en ese tiempo no había Internet, ni fotografía, ni creo
pintores y menos para un pobre hombrecillo de Dios que decapitaron.
De regreso nos quedamos en un “mercadillo” en la calle. Una locura.
Prendas hermosas por uno o dos euros, orfebrería exquisita por cinco euros…nos
faltaban ojos y manos para tocar, revolver y finalmente abrir nuestros
monederos y compara. Nuestra amiga moría de risa con nuestro entusiasmo, ya que
para ellos es normal ese tipo de Mercadillos y en nuestro país, están
prohibidos. Por su comida, por su gente hermosa, por su alegría y cultura, Amo
a España. Y volveré, claro que volveré.
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