viernes, 8 de noviembre de 2019

EL TESTAMENTO


Tal vez tenga que escribir algo nuevo sobre papel blanco, con tinta
azul, o negra, o roja, como el color de mi sangre,…aunque se esté
volviendo agua, por la leucemia que me está consumiendo.
Redactemos de nuevo. ¿Por qué hay trescientas cuarenta y dos
cucharitas, si en el inventario anterior, eran trescientos cincuenta?
Este papel es bien blanco, me gusta, sedoso al tacto. No se puede
alterar la tinta de lo escrito.
Hay menos cuchillos y tenedores. El personal no es confiable.
Tengo sueño, estas drogas son muy fuertes, me recostaré.
--- Shh! Sr. Juan?... Shh! Don Juan?
--- ¿Quién anda ahí?
--- Soy yo, la que habla con usted cuando se duerme.
---  Me ayudarás con el testamento, el otro no sirvió. El papel, malísimo.
--- Sabe Don, me tendría que ir a un lugar oscuro, la biblioteca, pero esta
    vez escríbalo usted, Yo me lo sé de memoria.
--- Por favor, usted tiene mejor letra y es como Kodama para mis ojos.
--- Usted no es ciego Señor Juan.
---  Por favor, siéntese en el rincón. En la penumbra. Dícteme. Me quedé
     en los cubiertos de la cocina.
--- Como siempre, no avanzamos nada.
--- Esta vez sí lo lograremos, el papel se dispone ligero. Anotemos, ollas
    en total, veinticinco, sartenes, tres y una paila de cobre. Platos hondos
    trescientos. Playos sesenta y tres. Ahora entiendo el lío, a la hora de
    comer. Camas,  doscientas una, repartidas, en noventa y cinco en el
    ala este, y ciento cinco en el ala oeste.
--- Le faltó una, ¿o no sabe sumar?
--- La que falta se mandó a soldar. Los juegos de sillones, cuatro en la
    planta baja y dos en el recibidor de la planta alta. Todo el material de
    mi laboratorio, lo voy a donar a la escuela de discapacitados.
--- ¿De su laboratorio? ¿Y para que lo quieren los discapacitados?
--- El gimnasio con todas sus máquinas a los jubilados de Gral. Las Heras.
--- ¿Y por que tan lejos?
--- ¡En honor a mi General! Era pariente mío, por una bisabuela lejana.
--- Las bisabuelas, no son lejanas.
--- A usted que le importa la distancia. Tome, siga escribiendo, yo tengo
    la mano acalambrada.
--- ¿Y la casa?
--- Eso es lo que me está volviendo loco, a quién le puedo dejar semejante
    construcción, y que la use con el debido respeto que se merece.
--- Shhhh! ¿Sr. Juan? Despierte es la hora de la cena. ¿Va a bajar al comedor?
    ¡Sr. Juan! ¡Sr.Juan!  No, no tengo hambre. ¿Hay invitados?
--- Los mismos de siempre.
--- Casi terminábamos el testamento, si no fuera por su interrupción.
--- El día que Usted termine ese dichoso testamento, vamos a hacer una fiesta.
--- Disculpe, le encargo las ocho cucharitas de postre que me están faltando.
--- Está bien, ya las vamos a ubicar.
--- Hoy prefiero que me traigan la cena a mi recámara, a un Rey, hay que
    servirlo, antes de los días de su muerte.
--- Esta bien Sr. Rey, lo que Ud. disponga.
--- Las copas. Me faltaron las copas. Es lo más importante, son la herencia
    de Eva Perón, me las trajo mi tocayo, Juancito Duarte, a escondidas
    del General.
--- Shhhh!...Shhh!...¿Sr. Juan?
--- ¿Quién anda ahí?
--- Yo, la que lo acompaña cuando Ud. duerme.
--- Pero ahora estoy despierto, acabo de comer mi cena. ¿Dónde estás?
--- Estoy escondida, detrás de su almohada.
--- Estoy cansado, comí mucho y no tengo ganas de pensar. Me
    faltaron las copas, son muy importantes para mí esas copas. ¿Dónde..?
--- En la penumbra de su biblioteca.
--- No, ¿dónde están las copas?
--- Terminemos con el testamento ¡CARAJO! ¿Hasta cuándo me va a tener
    sentada en la penumbra?
--- ¿Encontró las cucharitas que faltan?
--- Pregúntele al pueblo, haga una encuesta, déjeme de joder con los
    cubiertos, terminemos de una vez, y póngale esa firma ridícula.
--- Tenga, cuidado, no se cebe conmigo,             yo soy el pobre Juan, tengo
    Una sola y única debilidad, escribir con tinta color violeta.



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