viernes, 31 de julio de 2020

UN PARAÍSO LLAMADO COLOMBIA



Como entusiasta por la poesía y la narrativa fui a encontrarme por primera vez con varias escritoras y escritores en Colombia. El primer viaje que hice al país de “Macondo”, tanto leer a García Márquez, una persona soñadora como yo, logró entrar en el país más cercano a lo fantástico: Colombia.
Llegué a Bogotá y desde el clima húmedo pero cálido, sin grandes altibajos hasta las avenidas que me trasladaron al lujoso hotel, me llenaron de placer.
Apenas me acomodé busqué un taxi y le pedí me llevara a hacer una recorrida hasta que pudiera presentarme al “Congreso de escritores”. Me trasladó hasta un cerro en donde se venera a la Virgen de “Monserrat”, un templo con escalinatas de piedra que me acercó hasta el famoso Cristo Negro, con una historia que me dejó pasmada por interesante y desconocida. Luego me llevó a un parque Botánico y fue delicioso ver ciento de ejemplares de orquídeas, plantas exóticas y bellas. (Siempre soñé tener orquídeas en mi jardín pero con el clima de mi zona es imposible). De regreso al hotel, encontré a un nutrido y alegre grupo de poetas y narradores de varios países de América. Hoy las considero mis amigas y amigos, con los que permanezco en contacto.
Pronto comenzó el congreso o encuentro. ¡Un lujo! Escuchar las diferentes voces poética, las anécdotas y la cultura de cada uno y de todas. Fue mi ingreso a un paraíso lleno de joyas humanas. Una de las escritoras mexicana, cada día  del tiempo que duró en encuentro, vistió preciosos trajes de diferentes regiones o culturas de México. A veces descalza con polleras bordadas a mano en piedras con paisajes o flores, aves o imágenes Mayas o Aztecas… una belleza rara.
El grupo era tan diverso que aprendí muchísimo sobre la cultura de Perú, Guatemala, Honduras, Ecuador y hasta de las diversas regiones de la misma Colombia.
Recorrimos las enormes y modernas bibliotecas de Bogotá y sus alrededores. La casa de García Márquez, donde habitaba su hermana ya que él, tuvo que irse a vivir a México por amenazas de las “Guerrillas” que asolaban al país.
La riquísima comida colombiana, las frutas y verduras, llenaban las expectativas de conocer las costumbres del pueblo. Tomé el famoso “Tinto” que no es como en mi país un vino, sino el mejor café que he bebido después del que probé en Italia. Sentarnos en un albergue a orillas de un camino de cornisa a beber un Tinto, es toda una experiencia poética. Las famosas “pailas criollas”, un plato que tiene chorizos, maíz, aguacate, huevo frito… y verduras de estación…¡Una delicia!
Cuando nos reuníamos a escuchar a los poetas, sentíamos vibrar el corazón de la tierra de nuestros pueblos y conocí el alma de la tierra criolla. Como en Colombia hace muchos años que hay problemas de “guerrillas” nos cuidaban mucho, nos acompañaban policías que terminaron siendo amigos del grupo de escritores y al final, terminaron recitando poesías o contando historias populares de sus pueblitos. En los autobuses que nos trasladaba a diferentes universidades o bibliotecas, para los recitales o conferencias, se cantaba. Un bochorno para nosotros las argentinas, que en general, no conocíamos la letras de los “tangos” y que todos ellos, sabían como el Ave María. Colombia ama a Carlos Gardel, y por haber muerto él en Medellín, lo tienen como a un héroe nacional.
En general, los argentinos comunes, no hemos aprendido la letra de los tangos. Tal vez, porque en mi generación, era mal visto que una muchacha cantara y bailara tango, hoy es “Patrimonio Universal”, pero recién ahora se lo acepta entre nosotros como debe ser. La música típica de la metrópolis de mi país. Argentina es tan extensa en territorio, que tiene muchos tipos de música regional: zamba, cueca, chacarera y chamamé, entre otros.
Ellas y ellos, los poetas de América sabían las letras de los tangos y cantaban mejor que Tita Merelo o Libertad Lamarque, artistas de la década del cuarenta y famosas.
  Entre tangos, marineras, baladas, boleros y folclore colombiano, llegábamos energizadas a escuchar conferencias, ponencias lingüísticas y poesías a los claustros universitarios.
Cuando llegó el final, tuvimos un broche de oro: “En la casa de José Asunción Silva, poeta único y cultísimo, un día a pura poesía”. ¡Qué placer!
La despedida final, llena de abrazos y lágrimas. Intercambio de libros y poemas, recuerdos de fotos y discos para oír música de los países amigos. Y un Adiós, que nos comprometía a volver a vernos en el próximo encuentro en Panamá.
Me quedó tanta urgencia de conocer mejor Colombia, que tomé un paseo por la costa y viajé a Cartagena de Indias y Medellín. ¡Una experiencia maravillosa que guardo en lo más profundo de mi corazón! Declaro que Amo a ese país alegre, ruidoso, cálido y generoso que espera con bellezas y su música a todos para abrazarlos.
Te recomiendo no salir de Colombia sin comer una arepa de huevo con un trago de aguardiente o ron. ¡Es el espíritu de su pueblo

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