Como si te escaparas de mi mundo
apretando en la garganta una isla de musgo y orquídeas de almíbar, me quedé
mirando por la puerta que se cerró con estridencia.
No podía creer que te ibas de
nuestro nido, ese que tanto nos costó armar. Tu lucha en la oficina, mi tarea
interminable en la cocina, creando alimento para tantos parroquianos que
mandabas. Y ¿Qué pasó? Conociste a esa “fulana”, que te envolvió en sus
arrullos de cuervo seductor. Te quedaste boquiabierto cuando se abrazó a tu
cuello y empinada te dio un beso que te tocaba la campanilla… y caíste. Como un
pobre tonto caíste en sus brazos. Te exigió que me dejaras. Te confundió hasta
el momento que te entregó el arma.
Allí, perdiste la más bella de
las realidades. Era un vampiro. Una maga de tiempo completo. Te arrancó un “Sí”
y llegaste esa noche a casa despeinado, transpirado y con los ojos inyectados
en sangre. Te paraste frente a mí, junto a la chimenea y disparaste.
Caí como era lógico, el arma era
de guerra. Y ahora, luego que arrastraron mi cuerpo, que lavaron la sangre; me
cubre muchos kilos de tierra y luego echaron alquitrán para taparme. Así
escapaste de mi mundo real, de nuestro amor.
¡Espero que alguien pregunte por
mi! Que indaguen y me encuentren. De noche abriré la tierra y caminaré por la
casa para que ella se vaya y recuperarte. O por lo menos que paguen por mi
muerte.
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