El movimiento era errático al acercarnos a esa nueva atmósfera desconcertante. La nave no respondía. El Wystux, se desintegraba en la corteza de la nave y comenzaba a menguar el combustible que sufría transformaciones. Sijux, interpretó que en cualquier momento la nave colapsaría, estrellándose. Llamó al operador, pero no recibió ninguna señal. Urdikah, el piloto, le señaló una grieta que se abría y haciendo un último esfuerzo, captó el resto del combustible en la cápsula y la desprendió de la nave madre. Una extraña atracción la absorbió, desapareciendo de los miradores. Sijux, amarrado a su asiento, le señaló a Urdikah que hiciera lo que mandaban los códigos. Ese pequeño asteroide debía ser un verdadero basurero cósmico. La nave hervía con el roce agudo y se adelgazaba hasta hacer aparecer los metales que servían de núcleo. Esperaban estrellarse o, tal vez con suerte, caer sin destruirse en alguna planicie. La colisión fue estrepitosa. Aturdidos, quedaron un tiempo a merced de la curiosidad y el terror. ¿Con qué o quién se enfrentarían si lograban salir? Y, ¿si había alienígenas guerreros como en el planeta Lecrosch? Sijux, desprendió las abrazaderas del sillón y enfrentó a todos los acompañantes. Degresuy, abrirá las palancas internas para destrabar la escotilla matriz. Descenderé a la superficie a investigar. La anciana Imato Kiu, pidió ser ella quien descendiera primero, debían usar sus conocimientos de íconos cósmicos. Era una experta en lenguas muertas de varios planetas y planetoides.
Sijux pidió paciencia, aun la
necesitaban si lograban salir y se encontraban
un humanoide, un robot o un ser morfogenético de los conocidos en otros viajes. Con dificultad salieron y
cubiertos con las bolsas criogénicas de argón
y calvenicita, observaron el espacio que los rodeaba. Un polvo cósmico revoloteaba sobre la cápsula y les hacía
detener la vaporación de sus órganos de vida.
Hondos orificios en unas altas paredes de minerales desconocidos, les indicaban antiguos habitáculos de seres
vivientes que, o bien habían desaparecido
o se habían dispersado. Urdikah, observó en derredor detalladamente cada insignificante trozo de edificación que
derribada, parecían los
cráteres dejados por una explosión de la era en que aun existían las guerras.
Bajaron a Imato Kiu, quien agradeció
la deferencia que le permitiera desentrañar
unos dibujos extraños. Pasó sus sensores sobre los íconos y monitoreó en consulta los viejos
conocimientos que le transmitieran de generación
en generación. Apenas podían respirar los gases que atravesaban la atmósfera pestilente del lugar.
-“Están
Ustedes en las Minas de Uranio de Siberia”, “Peligro de muerte” No avance.”- explicó Imato Kiu acopiando en sus chips
insertos en la frente. “¿Saben cada uno de esos sujetos que están
expuestos allí, en el polvo cósmico,
son seres que se atrevieron a ingresar en esta Mina? Son sus restos fósiles. La mina era el lugar donde
extraían sus metales. Es muy antigua, más o menos de la era de los humanos del extinguido
planeta tierra. Han desaparecido
todos. Salgamos pronto de aquí, es muy peligroso permanecer.” Atrayendo con su agradable voz
electrónica a Sijux y a Urdikah, subieron a la cápsula
y comenzaron a elevarse. Desaparecieron en el espacio usando el resto de combustible que aun conservaban.
Debían salvarse como fuera.
Desde la pequeña cápsula observaron
el páramo. Un largo gusano de metal,
que aun brillaba con los rojos rayos de Marte. Tenía muchos ojos como mirillas tornasoladas. ¿Qué máquina extraña
sería esa? Imato Kiu, releyó sus íconos.
¡Tren, antiguo vehículo para transportar personas a lugares lejanos! Ahora parecían sólo inútiles “vermes”
destartalados por la contaminación.
| ¿Saben, hubiera sido interesante
conocer a fondo ese mundo desaparecido
por “uranio” o contaminación? Dijo Urdikah y los otros rieron como siempre de sus ocurrencias.