miércoles, 30 de septiembre de 2020

VIAJEROS ESPACIALES del Libro "De Trenes y algo más"

  

           El movimiento era errático al acercarnos a esa nueva atmósfera desconcertante.    La nave no respondía. El Wystux, se desintegraba en la corteza de la nave y comenzaba a menguar el combustible que sufría transformaciones. Sijux,         interpretó que en cualquier momento la nave colapsaría, estrellándose. Llamó al             operador, pero no recibió ninguna señal. Urdikah, el piloto, le señaló una grieta    que se abría y haciendo un último esfuerzo, captó el resto del combustible en la           cápsula y la desprendió de la nave madre. Una extraña atracción la absorbió, desapareciendo de los miradores. Sijux, amarrado a su asiento, le señaló a            Urdikah que hiciera lo que mandaban los códigos. Ese pequeño asteroide debía            ser un verdadero basurero cósmico. La nave hervía con el roce agudo y se    adelgazaba hasta hacer aparecer los metales que servían de núcleo. Esperaban             estrellarse o, tal vez con suerte, caer sin destruirse en alguna planicie. La   colisión fue estrepitosa. Aturdidos, quedaron un tiempo a merced de la   curiosidad y el terror. ¿Con qué o quién se enfrentarían si lograban salir? Y, ¿si             había alienígenas guerreros como en el planeta Lecrosch?  Sijux, desprendió las   abrazaderas del sillón y enfrentó a todos los acompañantes. Degresuy, abrirá las     palancas internas para destrabar la escotilla matriz. Descenderé a la superficie a   investigar. La anciana Imato Kiu, pidió ser ella quien descendiera primero,           debían usar sus conocimientos de íconos cósmicos. Era una experta en lenguas                muertas de varios planetas y planetoides.

                        Sijux pidió paciencia, aun la necesitaban si lograban salir y se         encontraban un humanoide, un robot o un ser morfogenético de los conocidos en    otros viajes. Con dificultad salieron y cubiertos con las bolsas criogénicas de             argón y calvenicita, observaron el espacio que los rodeaba. Un polvo cósmico      revoloteaba sobre la cápsula y les hacía detener la vaporación de sus órganos de          vida. Hondos orificios en unas altas paredes de minerales desconocidos, les        indicaban antiguos habitáculos de seres vivientes que, o bien habían             desaparecido o se habían dispersado. Urdikah, observó en derredor          detalladamente cada insignificante trozo de edificación que derribada, parecían            los cráteres dejados por una explosión de la era en que aun existían las guerras.

                        Bajaron a Imato Kiu, quien agradeció la deferencia que le permitiera         desentrañar unos dibujos extraños. Pasó sus sensores sobre los íconos y          monitoreó en consulta los viejos conocimientos que le transmitieran de          generación en generación. Apenas podían respirar los gases que atravesaban la     atmósfera pestilente del lugar.

                        -“Están Ustedes en las Minas de Uranio de Siberia”, “Peligro de muerte” No avance.”- explicó Imato Kiu acopiando en sus chips insertos en la       frente. “¿Saben cada uno de esos sujetos que están expuestos allí, en el polvo      cósmico, son seres que se atrevieron a ingresar en esta Mina? Son sus restos        fósiles. La mina era el lugar donde extraían sus metales. Es muy antigua, más o            menos  de la era de los humanos del extinguido planeta tierra. Han     desaparecido todos. Salgamos pronto de aquí, es muy peligroso permanecer.”     Atrayendo con su agradable voz electrónica a Sijux y a Urdikah, subieron a la            cápsula y comenzaron a elevarse. Desaparecieron en el espacio usando el resto            de combustible que aun conservaban. Debían salvarse como fuera.

                        Desde la pequeña cápsula observaron el páramo. Un largo gusano de        metal, que aun brillaba con los rojos rayos de Marte. Tenía muchos ojos como   mirillas tornasoladas. ¿Qué máquina extraña sería esa? Imato Kiu, releyó sus        íconos. ¡Tren, antiguo vehículo para transportar personas a lugares lejanos!           Ahora parecían sólo inútiles “vermes” destartalados por la contaminación.

            |           ¿Saben, hubiera sido interesante conocer a fondo ese mundo         desaparecido por “uranio” o contaminación? Dijo Urdikah y los otros rieron       como siempre de sus ocurrencias.

MIL POEMAS A MADRE TERESA DE CALCUTA, ISLA NEGRA , CHILE

 

A TI MADRE TERESA

 

Una hilacha de algodón blanco y azul

abraza el cuerpo inerte de un doliente

manos rugosas con venas de amor y  de ternura

acicalan la deforme piel que envuelve un niño moribundo.

Nada te amenaza, ni el hedor ni los gusanos. La lepra no te asusta

Santa Madre Teresa allí en Calcuta, lejos de tu hogar y de tu gente.

Son tus hermanos que no tienen Nada, nada de nada y tu le entregas todo.

Tu alma tu cuerpo, tu débil fortaleza, tu Fe y tu amor…

Casi descalza desandas las “chabolas”, casi desnuda caminas junto al Ganges

para ayudar aquellos que dan su último suspiro.

Muchos te aman, todos te respetan y ¡Eres tan grande y tan pequeña!

 

Pronto se acercan otras mujeres a entregarte su destino. Te siguen

en la búsqueda de un mundo de justicia y hermandad cristiana.

Ahora en los rincones más pobres de la tierra… van caminando

con los “saris” blancos y azules aquellas que te acompañan en amor fecundo.

Es un hábito que lleva esperanza a quien precisa unos brazos fraternos

Es tan sólo el reflejo del Amor de Teresa repetido mil veces…

Dios proteja su lucha y su agonía. Cuídalas señor del atropello

de los que no creen en la Palabra de Cristo.

                                                ¡Amen hasta que Duela!

 

BESOS FATALES


                              

                                      En un beso, sabrás todo lo que he callado. Pablo Neruda

 

 

                La habitación cerrada permite ver una línea de luz por debajo de la puerta. El murmullo escapa por el aire que penetra por la ventana y sale por esa mínima hendidura entre la alfombra y la madera.

            La música repta por la pared cubierta con seda que amortigua el bullicio del fonógrafo. La púa rasca con dulzura el disco de Gilma Freitas, la cantante de moda. Dentro de la alcoba el perfume del tabaco turco invade y se desliza por toda la planta alta de la casa. El Coronel Gustavo Oricchio ha trepado cada escalón de tres en tres para llegar y apresar la cintura de Saraí. La frágil muchacha tortura la mente del hombre que busca su carne tibia y voluptuosa.

            Una sombra atraviesa la balaustrada y el ventanal del sur, palpita con el fresco de la noche. La luna se oculta detrás de los eucaliptos. Los cortinados se mecen con la brisa y el ingreso del curioso. Un mastín trata con bondadosa algarabía al misterioso invasor. Él lo acalla y queda jadeante tras las botas de cuero lustroso.

            La música se hace más serena y se abre la puerta mostrando la figura desnuda de Saraí. El Coronel cae de frente en brazos de la mujer. Los ojos vidriosos le hablan y la boca calla secretos inexpugnables. 

            El marido, le quita la daga de la espalda y arrastra el cuerpo hasta el cofre que espera con la tapa abierta en un costado. La música comienza a sonar más fuerte y la mujer baila distraída mientras él, cierra la puerta con varias llaves después de sacar el arcón. ¡Otro más!

            Hace subir a dos operarios del cafetal para bajar por las escaleras el pesado bulto. Leite ¿Cuándo conoció este hombre a mi mujer? En primavera patrón, fue cuando ella escapó para la fiesta de la Coronación de Stella Maris.

            Oricchio había llegado de la capital y ella lo contagió de brujería. Bueno déjenla que siga bailando. Nadie debe saber que Saraí está así desde que perdió los embarazos. Ella cree que si está con un hombre podrá tener un hijo. Nunca lo logrará, dijo el médico de Río de los Álamos.  Cuidado que no vuelva a escapar pronto es la fiesta de la Madre de la Purificación.

            No patrón es brujería nomás. Ya va por el sexto que despacha.

BAHÍA DOS REI UXÚ

                       Las casas bajas de adobe y paja, son un infierno El húmedo calor estival transforma la hacienda en un hervidero de insectos y alimañas. Unas lagartijas corren. Fideliña está en la hamaca de palma, estirada, buscando aire fresco. Escribe una carta a su hermana Ulhema, que ha partido a Portugal para conocer personalmente a su prometido, antes que el “Princesa Carlota” viaje de regreso a Leiria.

 

                        Bahía Dos Rei Uxú, 5 de mayo de 1798.

            Querida Ulhema

            “Por suerte la Virgen de Mairiporá, permitió que el padrino Don Joäo  construyera esta casona de tapiales altos, techos de palma bien apretada y mucho aire que atraviesa las estancias, para no morir con el calor que trastorna.

            A veces ingresan serpientes y culebras, buscando fresco y comida, pero nuestro “negrito” Toüm las espanta con humo y palos. Él, dice, que en su tierra son tabú. Las comen y tienen una danza muy antigua para hechizarlas y que no atrapen a los niños. ¡Son patrañas! Comen lo poco que encuentran y pescan. ¡Negro mentiroso!

            No se puede dormir con tanto calor. Pienso en ti Ulhema, ojala, hermana tu  prometido sea lo que parece en el daguerrotipo que llegó y sea verdad que trabaje de alguacil de la Alcaldía de su pueblo, que hable francés e inglés; dicen que es un Bachiller de primera; si fuese así la boda será pronto. Sencilla. ¿Regresarán para la estación de lluvias?

            Te cuento que nuestra amiga Cathaliña no podrá casarse, porque  Don Afonzo Cristhao, dejó este mundo un amanecer hace como siete días. Hay un revuelo de comentarios. Según dicen los esclavos de su heredad fue por un ataque de apoplejía, que le arrebató la joven novia de las manos. Las malas lenguas de las matronas en pleno velatorio decían que lo había envenenando la vieja esclava que convivía con él, desde niña. La madre de cuanto mulato ronda por la propiedad. Todos de pelo motoso y ojos celestes como el amo. Hábiles para el comercio los mayores y vagos los más chicos porque ya ni los cuidaban.

            Bueno, según creo una pócima de hierbas venenosas o destilado de mordedura de víboras o arañas fabrican estos “mandingas africanos” que sirven de ira y desgano a los blancos extranjeros. Lo supe por mi madrina que es de Mozambique y odia a cualquiera que no seamos nosotras, sus ahijadas. Ella asegura que lo han envenenado. ¡Qué interesante historia!

            Ahora, Cathaliña tendrá que vestirse de luto por dos largos años y no podrán buscarle esposo; eso es una bendición para ella.

            El Señor cura fue quien cerró los ojos del finado Don Alfonzo y recibió de manos de la esclava una bolsa de monedas de oro y piedras traídas de “Diamantina”: esmeraldas, diamantes, amatistas y ópalos valiosos. Él, el cura, es miope hasta para ver un ratón en la sacristía y amante de recibir regalos de manos generosas. Creo que aunque el difunto estuviera verde como un escuerzo y con los ojos rojos como brasas, iba a decir que murió en la Gracia de Dios y en Paz Celestial.

            Madrina me contó que en el “burdel” entre copa y copa se habla del caso. Ella allí tiene a su negro Lancaö, (amor eterno y envidiable). En la noche de malas hembras, escuchó que han pagado a un nativo del norte mil reales de oro para que con una cerbatana le inoculara curare, un veneno endiablado. ¡No creo! ¡Son puras habladurías!

            Pero hay algo muy difícil de creer. Cuando murió el hombre, la joven Cathaliña prometió ofrendar su vestido de novia y el velo a la Virgen de Mairiporá de Aparecida. Dicen que irá en procesión con toda la cofradía de jóvenes de la congregación a depositarlo detrás del altar mayor de la iglesia. Vestidas de negro y crespones de seda, parecerá una fila de hormigas gigantes, llevando a cuestas una flor de jazmín o una orquídea blanca. ¡Será lindo verlas!

                                   Me despido con cariño hasta tu regreso.

                                                                                  Fideliña.

            P.D. Toüm me dice que de noche van los negros a bailar al atrio para sus dioses africanos, que ven ánimas moverse en las nieblas blanquecinas de la orilla del río. Yo creo que son contrabandistas, pero no me gusta quitarle la ilusión.

 

 

            Llegan las lluvias y el barro y los insectos torturan la piel de los blancos. Ulhema ha regresado con su esposo que es un hombre regordete, calvo y de estatura media. No soporta el calor y vive bebiendo para exorcizar el calor y la humedad. Los negros se untan con aceite y grasa la piel; y evitan los aguijones de jejenes y mosquitos. Brillan como piedras del río. Sus ojos renegridos y dientes blancos semejan muñecos de ébano y marfil. Fideliña ha seguido la vida tranquila de la casa. Su madrina apaña sus picardías cuando escapa en la noche al río para refrescarse en las aguas que traen irupé y juncos. Cuida de serpientes y pirañas que pueden acercarse.

            No envidia a su hermana que arrastra un enorme vientre donde anida un niño o tal vez dos, dicen las negras. Ella es libre. No obstante Don Joäo ya está pensando que tiene edad para casarla. Ha buscado un portugués o un español para la muchacha, pero al ser mulata le han dado la espalda. Quieren blancas como Ulhema. Buscará en el sur, por Montevideo o Buenos Aires.

            Nace un par de niños. Hermosos y blancos, con ojos celestes como el padre. Todo es regocijo. Cuando crezcan heredarán parte de las plantaciones y la mitad de los negros y esclavas. ¡Pero…!

            Fideliña en una tarde de tormenta recibe una extraña visita.

           

            “Carta encontrada después de un tiempo…!

            “Anoche entró, tras romper el ventanal, un hombre que me tapó la boca y los ojos, violándome y dejándome tirada sobre la colcha ensangrentada de fina randa eirá. Mi frente con la marca de labios mordisqueada la piel, arañazos en la espalda y golpes que conseguí intentando sacarme de encima al maligno.

            Mis sollozos fueron oídos por Toüm, que corrió las cortinas y al ver a “su” niña en el estado en que quedé, sorprende a la casa con un grito desgarrante. Me conoció cuando nací, me vio caminar cuando era apenas una crianza y ahora estoy hecha un estrago.

            Corrieron Ulhema y la Madrina. Ya envuelta en una sábana limpia hicieron entrar a Don Joäo, éste se persignó y abrazó mi exiguo cuerpo. Se produjo un silencio cómplice. ¡Nadie sabrá qué ha sucedido en la hacienda!

            ¡Prometo mi ajuar y mi vida a la Santa Iglesia de la Virgen de Mairiporá de Aparecida! Ese es mi destino. Fideliña.

            Un mes después Griselda y Fideliña hacen su penitencia de novicias. Llevan su traje de novia y su ajuar a la catedral. Luego entrarán a la casa de Carmelitas descalzas, no pueden casarse una por viuda, antes de desposar a su prometido y la otra por secreto de violación.

            La madrina arma los cuerpos de madera para llevar los vestidos. Son de palo de rosa y mangué. La cabeza es de porcelana portuguesa y las manos de cuero de capibara blanqueado con tintes del bosque. No conocen un secreto; cuando ambas muchachas dejan en la sacristía sus homenajes, no saben… que la esclava negra manceba de Don Afonzo, ha introducido un hechizo con ojos de “Curutú”, piel de escuerzo, uñas de yaguareté y plantas venenosas entre los velos nupciales. Una serpiente verde seca y la figura de ambas niñas pinchadas de espinas de “gatuña” en los ojos y en el pecho.

            Lancaö, escucha en las noches de luna llena la voz de la diosa de la Verdad que entre retumbe de  tamboriles y tambores le dicen el secreto.” Las damitas morirán con el embrujo de Yayá Cristhao Numo…” y corre a susurrarle a Madrina lo que ha sabido de los dioses ancestrales. Ambas jóvenes deliran y con fiebres altísimas sufren una extraña enfermedad. Ciegas y con espasmos cardiorrespiratorios, soportan en soledad en la celda monástica.

            Durante la Misa Mayor, el nuevo presbítero llegado de Río de Janeiro  a Bahía Dos Rei Uxú, enviado por el Cardenal de Portugal, comienza a sentir ruidos extraños y ve horrorizado como se contornean los trajes en sus maniquíes como si dentro habitara un ser endemoniado. Los cánticos, sahumerios con mirra e incienso, rogativas y rezos acallan hasta la noche el movimiento caótico de los trajes y velos nupciales.

            En la madrugada, cuando la luna espléndida y aliada de los hados, es despertada con los bailes de los negros, se produce la conversión del Vudú. Y las dos muchachas comienzan a despertar de una muerte insólita e inexplicable para los parientes y amigos.

            La santa Virgen de Mairiporá de Aparecida, ha demostrado el amor que siente por sus protegidas.

 

               

MIL POEMA PARA ANAFRANK, ISLA NEGRA CHILE

ANA FRANK

 

            rasguñó las paredes del altillo

            surgieron sólo estrellas amarillas.    

 

rasguñó la piel de margo y de su madre

surgieron blancas violetas perfumadas.

 

rasguñó la piel de “Peter” en un abrazo tierno

surgieron mariposas de colores que escaparon

 

rasguñó la piel de Niep en Pesaj… Shalom

surgieron jirones de silencio, penas y lágrimas

 

rasguñó las tablas del vehículo

surgieron gotas de sangre y de lamentos…

 

rasguñó las paredes del horno crematorio

surgieron láminas de plata en el aire de Bergen-Belsen

 

regresó su padre, al tiempo,  de los campos

surgió un cuaderno con tu nombre… Ana.

ALMENDRITA

 


¿Refugio, le pongo el hermoso vestido que usó aquella vez?   Esa noche Almendrita no quería ir, Amorcito Reyes la obligó. Le prestó el vestido. Un ángel envuelto en gasa celeste. ¡Acuérdate! De repente se vio coronada con flores y una bandera; la besuqueaba Don Teófilo Villares, el Juez. Aplaudían a la “Reina” y ella aturdida, no entendía. ¡Almendrita es más inteligente y hermosa!, decían. Pronto se vio asediada por el Eligio, hijo del nauseabundo “Juez”. Bombones, rosas, alhajitas y chucherías. La embaucó, ella estaba enamorada como burra en primavera. Él la embarazó y comenzó el delirio. Primero golpes, gritos, insultos y agravios. Humillada se escondió de todos, incluso de su familia. ¡Ah, la maquillaré! Lástima, tan bonita, ayer la encontraron en un pastizal muerta. El bebé destrozado a dentelladas por las alimañas. El Juez y familia  viajaron a Tahití. ¡El funeral será mañana, no estarán! ¿Por casualidad investigarán?

 

                                  

martes, 29 de septiembre de 2020

LA ABUELA, EL ALZHEIMER

            La  tierra ha perdido conmigo, un puñado de arcilla, porque la ceniza de mi memoria se mezclará en el alba con la tempestad del olvido. Mi cuerpo será polvo mezclado con las flores.

            Cuando no ando en las nubes ando como perdida y el hada de mis sueños juega con mi sombra entre los árboles quietos. Y el ángel de mi nombre bailotea conmigo.

            Hoy no me hables, quiero estar  contigo. Tu presencia se escapa entre celajes de silencio y un misterioso nombre hace eco en la tarde y no encuentro tus ojos para besar tus parpados de terciopelo y nácar.

            Cuando me llaman mía no soy de nadie. Tengo alas de humo que cortan cadenas invisibles, echo a volar inquieta a la profundidad  de mi corazón sediento de perfume. Libre como un  pequeño pompón de seda.

            La cumbre de mis sentidos, son como alfombras mágicas, vuelan y vuelan por espacios celestes. Cuando comienza mi día siento nacer nuevamente y al pasar el día, con sus horas inclinando su manto de olvidos. No recuerdo sino lo viejo, lo que pasé cuando era niña. Me miro al espejo y desconozco esa mujer que está allí frente a mí, con canas y arrugas en el rostro.

            Me busco en la frente, con un pensamiento de ayer, de cuando vino mi hijo y me trajo sus besos y un chocolate que endulzó el tiempo, ese que se escapa en mi recuerdo y vuelvo a ser la niña que creía en los cuentos que me relataba mi hermana, esa que se fue una tarde y llegó en triste con las cuencas vacías. Y arrecia el misterio del ahora. ¿Acaso soy una figura de escaparate cerrado, abandonado a su suerte? Sin caminar en las huellas del camino, de los senderos tachonados de piedras y azucenas, de los cielos que se escapan con nubes ambarinas del sol del poniente entre los picos de nuestra cordillera. Donde estoy ahora. ¿Qué es esta mansión de aullidos que nadie escucha y yo oigo con frenético dolor de auroras insomnes, de lechos húmedos y orines insalubres?

            Igual, una mano me peina el diminuto silencio, me baña con tibieza de algodones floridos, me alimenta con pequeños guiñapos de pastas saludables, y el odio que chorrea de la garganta seca de mi sabor a niebla. Así, vuelvo a ingresar a mi nada. Los recuerdos me siguen jugando en las cornisas. Bailotean los pañuelos dorados de adioses de cuentos, y otros, los negros que escondo en las grietas de mis viejas heridas.

            ¿Dónde están mis peonías, mis bellos tulipanes, mi padre y mis amigas? ¿En que estrecho colmenar se han quedado dormidas?  Recuerdo mi niñez. El patio de la escuela donde nunca fui elegida a izar la bandera. Mis dibujos, mi canto de “Aurora” en la mañana. ¡No recuerdo el rostro de mis hijos! Las fechas de las bodas. Ni a sus hijos.

            Soy un ave que vuela sobre un manto de escombros. Una casa vacía, un jardín sin rosales, un pájaro sin canto que despierte en el alba. Mis manos son dos garras de uñas afiladas que arrancan la piel de los recuerdos. Tengo algunas visiones. Escucho voces. A veces pido, quiero oír a Haendel o a Beethoven. Ya no puedo tejer, ni enhebrar los hilos de colores y pierdo la esperanza de dejar la belleza en un costado de mi frente.

            Las veo rodear mi soledad y me acompañan. Son ajenas a mí, son peregrinas que quieren hacerme volver en la memoria. ¿Te acuerdas de nosotras, abuela? Y las miro, sonrisa desdentada que duele por inerte. No las reconozco. Son vestales, cariátides de mármol; son personas amables que me traen dulces y nostalgias de otra gente. Abro los ojos grandes para verlas mejor. Soy la loba que agranda su garganta para engullir la prole en la nieve de mi noche. La oscuridad me desalienta. Las invito a jugar a la rayuela o a la casa de muñecas que guardo en mi axila izquierda. Se ríen con mi fábula de Esopo repetida en latín y luego se van con sus pañuelos al aire. Con sus manos llenas de no me olvides. ¡Tiene Alzheimer, dicen! Y empiezo a revolver mi corazón de carne que mana una sangre clara sin el color del amor, ni del destino para la caridad de antaño. Sólo veo rostros que me acunan en sus sonrisas de madres sustitutas. Soy ajena a la suerte de quienes buscan quererme, sin respuestas de mi infancia perpetua.

            Me canso, me encojo en el sillón de terciopelo que trajo un hermoso muchacho, que dijo ser mi nieto. ¡Qué lindo, que maravilla la suavidad del verde terciopelo! Me duermo. Tal vez, luego despierte y divague como siempre por las habitaciones de la casa abandonada en mí sueño. Me duermo. Sueño. Duermo. Muero.

 

CUENTOS DE FÚTBOL 2º

 

Entró la supervisora a la escuela con dos o tres docentes que la acompañaban. Parecía una reina con su séquito. Pasó derechito a la dirección. Se sentó en el escritorio principal y desplegó papeles.

Yo la miraba sorprendida y con cierto temor. No siempre vienen a felicitarte por haber solucionado la vida de un niño maltratado o una cloaca colapsada, no, vienen a pelearte porque un padre o una madre se queja por una nota que según ellos, los niños no merecen, o vienen a recriminarte porque creen que se ha “Discriminado a un alumno que llegó drogado o alcoholizado” y vos tuviste que llamar a un médico del centro de salud. Pero esta vez, no, vino con órdenes de la superioridad: “Los niños tienen que tener un Televisor en cada aula o en el salón de uso múltiple para ver el Mundial”. ¡”Chupate esa mandarina, pens锡 ¿De dónde saco un televisor para cada aula y el único que hay lo trajo Colón cuando llegó a la Antillas?

La orden viene de arriba y hay que cumplirla.- dijo con aire autoritario. Y yo no supe si reírme o llorar. –Señora no tengo un buen televisor. – y esperé una respuesta que me dijera que bueno, que el gobierno me daría uno o varios; pero no. Arréglese como usted sabe, para eso está nombrada como directora titular.

Se levantó manoteó los papeles, su cartera y salió con las mujeres que la habían acompañado. Me quedé entre lívida y furiosa. Tenía ganas de ahorcar a alguien y di gracias a los consejos de mi abuela que decía: “Frente a un dilema, calma, piensa, cuenta hasta diez y luego actúa”. ¿Qué podía hacer? Si traía el de casa, mi familia me ejecutaba en medio del living. ¡Comprar uno! ¿Con qué si nadie paga la cooperadora? Hacer una rifa… ¿Otra vez señora una rifa? Si nadie compra y tenemos que terminar comprando nosotras que apenas llegamos a fin de mes. Me quedé allí, quieta y muda.

Cuando entró el celador, con una taza de café, y me vio tan alterada, me preguntó qué pasaba. Me puse a llorar. Él, hombre grande y con mucha experiencia, se acercó y me dejó que me calmara; luego me inquirió: ¿Señora qué le pasa?

-Necesito un televisor nuevo o varios por orden de la superioridad y ¿de dónde saco el dinero? – seguí secando lágrimas incontenibles que caían por mi cara.

- Mire mi experiencia dice que si usted les dice grado por grado a los chicos para qué quiere la plata, le llueven billetes. No se olvide que está en un país futbolero. Acá se da la vida por un partido y si es un mundial… cualquier cosa. ¡Se arrancan un riñón, una mano, venden a la abuela…!

Le hice caso. Primero fui aula por aula, después cayeron los padres y al final llegó un camión de una empresa conocida con siete, sí, siete televisores nuevos y todas las aulas vieron el Mundial. ¿Alguien me puede explicar cómo puede ser tan penoso un país, que sólo tiene billetes para el fútbol?

 

CUENTOS DE FÚTBOL 1º

Mi padre era de esos hombres del siglo pasado que tenía cada día organizado minuciosamente. Se levantaba temprano y salía a cumplir con sus tareas de bancos, oficinas y luego al regresar entraba al consultorio que estaba en el frente de la casa y se vestía como lo que era un odontólogo impecable.

Tenía los turnos escritos en un carnet y como sus clientes lo conocían y sabían que nunca los hacía esperar, llegaban a horario.

Cuando abría la puerta que separaba la sala de espera al espacio donde brillaba su equipo, comenzaba la danza. Había clientes valientes, otros miedosos y otros aterrorizados. Tengo que aceptar que en esa época el ruido del torno era horrible. Yo odiaba cuando papá nos hacía entrar para revisarnos. Temblaba.

Todo era normal durante la semana, pero cuando llegaba el domingo…mi padre se transformaba. Lo primero nos llevaba a misa de la mañana o a las diez o a las once, luego nos sentaba a comer los “tallarines” caseros que amasaba mamá con tuco de pollo casero también que religiosamente nos regalaba nuestra abuela paterna los sábados y luego sentado junto a la “radio” de madera lustrada con diales de baquelita, comenzaba el:” Partido”.

Había que hacer silencio. Nosotras tres hijas mujeres y mamá, a leer o a bordar cerca de él, en silencio. Yo, me abstraía y volaba con mis libros de cuentos de la colección “Robin Hood” y mi hermana mayor dibujaba con tinta china y plumín cucharita, en papel bellísimos trazos de flores y paisajes. Mi hermana del medio, era la más rebelde, recortaba de la revista “Para Ti” fotos de artistas de cine.

Papá se transformaba. Se paraba, se sentaba, bufaba, según fuera lo que relataba el locutor. El grito de Goooolllll solía asustarnos un poco. ¡Nunca lo escuché, eso sí, decir una mala palabra! Pero a veces cuando el partido era peliagudo y ganaba su equipo favorito, se paraba y abrazaba a mi mamá y nos daba un beso a nosotras, que no entendíamos nada.

Una vez, me llevó a la cancha. Era en el parque General San Martín; el club Gimnasia y Esgrima, y me sentó en un asiento que llevaba su nombre y apellido. Miró un partido de los chicos que recién empezaban a patear el balón. Yo me distraía y él, pobre, trataba que me interesara lo que pasaba. ¡Dios no le dio un hijo varón y yo ni entendía ni me gustaba ver a ese montón de muchachitos peleando detrás de una pelota! ¡Pobre papá!

Salió dándome la mano y eso me gustó tanto que le pedí que me llevara cuando quisiera. No pudo ser muy seguido, pues él, era un profesional muy requerido.

Pasó el tiempo y cuando justo apareció la Televisión en blanco y negro, se enfermó y al poco tiempo falleció.

Lo lloraron su amigos, sus clientes y nosotros quedamos desoladas y sin tener casi sin qué comer. Mamá hizo malabarismos para terminar de educarnos y criarnos y el sábado, aunque no nos gustara el fútbol, mamá se sentaba junto al aparato de televisión y miraba un partido en su nombre. ¡Nunca me voy a olvidar cuando llegó el televisor a color para el Mundial de 78!  Por primera vez, nos sentamos todas y lloramos la ausencia de papá, ¿Él estaría entre esa multitud ruidosa mirando un partido? ¡Vaya uno a saber! 

¿DÓNDE ESTAMOS NOSOTROS LUCHANDO POR LA PAZ?

 Somos escombros y escarcha

Somos arena y lajas negras

Somos simiente de letargo antiguo

Somos quimeras, sueños o tristezas

Somos las lágrimas de sangre derramada

Somos la tinta violeta de cartas viejas

Somos amor, tibieza, algarabía

Somos socorro que busca con porfía

A los viejos peregrinos de la tierra.

 

Hoy despertamos gozosos por la vida

Hoy seguimos soñando con la dulce promesa

Hoy cabalgamos en olas que bravías

Van desparramando su clima de violencia.

Hoy buscaremos, amando el tiempo ido

Hoy de toda mi piel arrancaré heridas

Hoy seré portal que permita esa mirada

Con una oración de pacífica energía.

 

Será la Paz que llegue cada día

Con el sol que calme el dolor y la agonía de la guerra

Paz para los niños que sufren congoja y muerte

Son los maltratados por el infame olvido

De persecución, de infamia y de destierro.

viernes, 25 de septiembre de 2020

ANDALUCÍA, TUS FLORES Y PERFUMES


 

España es tan grande para recorrer completa y bien, que hay que darle un tiempo a cada región para disfrutarla.

Mi profesora de Castellano, nos hizo leer a los grandes poetas de la península: Lorca, Vallejo, Sor Juana Inés de la Cruz, Mio Cid, Cervantes y muchos que fueron inspiración para querer recorrer Andalucía.

Los monumentos moros, las enormes iglesias que se levantaron con sangre y el “Oro de América para Gloria de Dios” y que te parecen una afrenta a los Mayas y Aztecas, y por supuesto a Dios. Pero… hay tanto arte y lugares bellos que faltan días y horas para ver y admirar la mano del hombre frente a esa maravilla llamada “Tierra Calé”.

Uno de los paseos que dejan una huella en el espíritu son los patios de las casas andaluzas. Las paredes cubiertas con tiestos cargados de flores multicolores bajo un sol radiante y fuerte, mientras salen de los ventanales con rejas herradas a mano, unos perfumes de arroces y mariscos, unas cazuelas de pescado fresco y verduras, que iluminan los ojos de los paseantes. Los mesones de madera añosos, con alegres manteles a cuadros rojo y blanco, con vajillas de colores, y algunas hechas por las manos artísticas de ceramistas y alfareros, que guardan una profunda historia ancestral, son las que esperan en pequeñas posadas para comer los transeúntes y pasajeros.

A la noche fuimos a un famoso tablao Gitano. ¡Gran fiesta de “bailaores” y “Majas” con sus vestidos de volantes y colas que mueven al son de las palmas y zapateo rítmico! Comimos una “paella digna de un príncipe” y regamos con un buen vino Riojano Español. Una noche alegre con una multitud de turistas del mundo que buscamos encontrar el núcleo de la historia de ese pueblo.

En Sevilla, conocí, la famosa Virgen de la Macarena. ¡Una belleza! Si la miras de un lado, llora con lágrimas de cristal sobre la porcelana y si la miras del lado opuesto, te sonríe invitándote a mar a su Hijo. Vi los Pasos de Semana Santa sobre un costado del ingreso al enorme templo sevillano. También paseé por el parque cuyas mayólicas fabricadas a mano, te enlazan con los artesanos moriscos. Allí, se conocieron Máxima, la reina de Holanda con el hoy Rey, y dicen que es un lugar donde se unen extrañamente las parejas más célebres del mundo. ¡Viva el Amor!

Si caminaba por ciertas calles, recordaba los poemas de García Lorca; imaginaba su figura hermosa, porque lo era buscando un café o bar donde sentarse a escribir o dibujar. Sentí que fue una tristeza su muerte, nos privó de uno de los más exquisitos poetas. ¡Poeta del Cante Jondo! Esos cantares que hoy los juglares han puesto música como a Machado y que los jóvenes no han conocido en profundo.

Una España que pasó por una guerra tan triste y dolorosa, por ser entre hermanos. Donde muchos cayeron bajo las balas y en los frentes de las casa hay enormes placas de bronce con sus nombres. Hoy es una España pujante y de una diversidad étnica increíble. Pero por doquier se ve la fuerza de los moros en su arte.

La alambra con su patio de los tigres o leones, desde donde se observa toda la ciudad, en sus balcones. Los techos de tejas musleras y los campanarios de cientos de iglesias.

En una calle “medieval” de Granada, caminábamos buscando una taberna donde se comían exquisitas tapas y de pronto, vimos venir por entre los empedrados un hombre con su burro, enjoyado de cascabeles y pompones de colores. Iba cantando el señor a viva voz una canción en un español que no entendí mucho, pero sus alforjas, tenían frutos secos y manzanas que brillaban con el sol. ¡Su alegría era prodigiosa” Y su ropa, de traje típico, nos dejó boquiabiertas, Nos saludó sacándose un sombrero negro y su cabeza lucía un pañuelo rojo para el sudor  que le provocaba el calor ambiente. Me quedé arrobada. Era un “Platero y Yo” en vivo. Un cuadro de belleza, que él, llevaba con la galanura de un “señorito cabal” y siguió su camino con el tintineo de los cascabeles hasta que se perdió tras un muro lleno de geranios multicolores en flor, cuyo perfume enarbolaban su condición de fiesta popular. Seguimos caminando hasta llegar a la taberna donde comí el más exquisito pulpo en aceite de oliva, de toda mi vida. Andariega, me fui metiendo en algunas plazoletas, viendo las mayólicas con el color mudéjar azul, grana y amarillo, que brillaban con la luz infinita de sus rincones. En toda Málaga, transité catedrales y palacios, donde se guardan antiguos escritos de la historia de América y de Europa. Los pies listos y cansados, el alma pletórica de ver la Vida y su Belleza.

¡Es hermosa Andalucía, es muy bella!

 

SOY POETA?

 

 Porque nací mujer. Yo...

 

 

necesito que me abracen palabras azules,

 

que unas sutiles manos besen mis heridas,

 

y una barca con alas desplegadas al viento me replieguen.

 

 

Una huída al silencio. Necesito.

 

 

¡Porque nací poeta!

 

Quiero una cuerda que me oville el dolor que me hiere.

 

Ser copa de vino derramada en la nieve,

 

ser una estrella fugaz,

 

ser mariposa leve...

 

 

¡ Porque nací mujer ¡Yo...

 

 tengo una alondra celeste cantando en mi ventana.

 

Un nuevo paraíso sin adanes ni evas. Una peonía blanca.

 

No hay palabras de encono,

 

ni palabras de fuego.

 

 

¡ Porque nací poeta...!

 

El  amor necesito...

 

Quiero huir con mis versos al misterio donde nace

 

la palabra que arrulla.

 

Tal vez... llegar hasta el silencio

 

 

¡Porque nací mujer

 

y poeta...

 

otra vida necesito!

 

 

POEMA DE AMOR

 

                                                Cómo  un rayo de luz en intrincada selva

así es tu mirada como la misteriosa

 melodía  de la  lluvia...

Cae como una gota final

 lentamente

y estalla en cristales como una estrella  húmeda.

Quieta,

 me quedo quieta para contemplarte

y  te descubro.

En tus ojos están todas las sensaciónes de las caricias plenas.

Siento mi cuerpo como queriendo abrirse con

este olor a pasto y a flores nuevas.

Me inquietas con tu silencio de caracolas brillantes...

Tu mirada me penetra cada vez más profundo

y un puñado de colores de otoño

ingresan protestando en mi robledal inquieto.

Hoy tengo las manos...

apretadamente abiertas que

te buscan en vano como se busca entre algas

el utópico color irisado de una perla.

Lo cierto es tu mirada...

esa luz....

nuestra hiedra.

NOCHE DE MILONGA

 


 

El conventillo tiritaba con la ola de frío.  La niebla que subía del río anonadaba a los pocos transeúntes que caminaban por las empedradas callejuelas del bajo. A lo lejos se oían los motores de los barcos que trataban de llegar a puerto. Buenos Aires golpeaba con su humedad de obreros y olor de podredumbre del Riachuelo.

La “Morocha” bailaba sola en el “piringundín” del Tano. Era casi la madrugada y la niebla se fue disipando dejaba un rayo de luna sobre el piso mojado de la acera. Ella no tenía abrigo y sabía que si salía a esa hora, pescaría una pulmonía. No podía darse ese lujo.

El sol saldría en pocos minutos y así, si, ella, se iría al conventillo, donde la madre le cuidaba al niño que le dejara el “Chalo”, su amor. Él, se había ido al Chaco al obraje a conseguir dinero para llevarla, dijo. Nunca volvió. Hacía como dos años que había perdido la esperanza. Ella se “conchavó” en una tienda, pero el dueño se propasó y se tuvo que ir. Ni siquiera pudo cobrar los cinco días que había trabajado. Trató de ser sirvienta, pero cuando la veían tan bonita, las mujeres no la aceptaban. Los hijos se la tratarían de llevar a la cama. ¡Bueno, así es la vida!

Cuando llegó la primavera, conoció al Tano y la contrató en el boliche. Tenía que cantar y bailar para los obreros de los barcos, como siempre estaban borrachos, no importaba si cantaba bien o mal, le dijo. Le compró un vestido rojo y unos zapatos de taco aguja de charol. Su larga cabellera negra, caía sobre sus espaldas como un río borrascoso de seda. ¡No cantaba tan mal, después de todo!

Un día, se detuvo un taxi y de él, bajó un gringo, que se sentó a escucharla. Era raro por ahí, ver un tipo bien vestido y serio. Habló con el Tano y éste, lo invitó con un Fernet. Cuando terminó de cantar, el “Tigre” la sacó a bailar una milonga. Bailó con lo mejor que pudo porque como mujer, intuyó que su destino estaba en eso. El tipo, la miraba con detenimiento. La llamó a la mesa.

Ella se sentó y esperó que hablara. Pero no decía nada. Se la comían los nervios. De pronto la tomó del brazo y la sacó a bailar un tango: “Refasí”.

Su pollera parecía las alas de una mariposa herida. Todo en rojo sangre revoloteaba en brazos del Gringo. Mañana cantarás en el Chantecler. Y le dejó un fajo de billetes con la orden de comprarse ropa y todo lo que necesitara para ese lugar, para que brillara. El Tano, sonreía.   Ahora tendría que buscar otra “mina” para el bolichón del bajo.

Cuando fue a doña Ercilia y le pidió que la peluqueara, la miró raro. ¡Estoy por trabajar en el centro! Nada raro, ¿sabe? Y le hizo un baño de crema y le aclaró un poco el pelo y le arregló las uñas y le dijo:- Peinate así, con una poco suelto y otro recogido. Y esa noche, a la hora precisa, llegó un taxi y la vino a buscar y ella con su vestido negro de seda, parecía una reina. Felipe, el niño, la miró embobado y le mandó mil besos con su manito flaca. La madre lloraba bajito, como si la fuera a perder.

Llegó al Chantecler, las luces la dejaron muda y ver esos tipos y mujeres con ropas brillantes la asombraron bastante. La llevaron por un pasillo y le mostraron su espacio. Allí había una rubia muy bonita que le prestó su labial bien rojo, le puso máscara de pestañas. Y la llamaron para cantar. Cantó como una diosa. Y luego bailó como un hada. Los aplausos estallaron y su vida también.

La Morocha, dejó su apelativo y comenzó a ser Margot. Casi, casi como la del tango. A partir de ese día fue la atracción del cabaret. Hasta que llegó el “Chalo” del norte. De una trompada le desfiguró la cara. Sacó al Felipe y de allí al ferrocarril y se la llevó. Nunca más se supo. Dicen que en el obraje terminó matándola a golpes. Otros dicen que la vieron borracha cantando en un burdel. Como decir dicen muchas versiones. Hay que ver si es verdad.

 

LA ENVIDIA


                       Cuando llegó a la dirección que le diera Micaela, se recortó la figura escultural de Guillermina, que contra el enorme paredón del cementerio pareció un pájaro derrotado. Una lágrima de desencanto se desprendió de sus bellos ojos dejando un surco en el suave maquillaje sofisticado. Cerró los puños y con dolor comprendió el error, haber confiado.

Pecosa, de cabello castaño oscuro y ojos verdes, Guillermina era una nena de esas que en el barrio todos miraban. Tenía una sonrisa alegre y jugaba con destreza. Su padre tenía un negocio de comestibles. Su madre era una mujer simple. Adoraban a esa hija que había llegado casi cuando las esperanzas de amor se pierden.

                        Un día cruzó el farmacéutico y tomándola de la mano la invitó a jugar con su pequeña. Fue un encuentro feliz. Se hicieron inseparables. Micaela era hábil en el piano, con los patines, declamando y era muy hermosa. Juntas hacían las tareas escolares, aprendieron a jugar tenis, hacían gimnasia y disfrutaban de todo lo que el mundo de los adolescentes les llenaba la vida. Comenzaron a salir de compras y a bailar las matinés con los chicos de la escuela. Se enamoraban y dejaban de “amar” con el mismo ritmo de todas las muchachas de su edad.

                        El primer concierto de Micaela fue un éxito y su figura de niña frágil le atrajo un puñado de cargosos admiradores almibarados, que ella dependía con una chispa de superioridad. Guillermina la admiraba. Veía sus pequeñas manos jugar en el teclado y soñaba con tener la misma habilidad, pero no estaba dotada para la música. Se terminó su adolescencia con sólo dos diferencias: Guillermina había crecido y estaba altísima, su figura se destacaba por la perfección de sus medidas y Micaela quedó con su cuerpo casi infantil, sin curvas y de estatura normal. Los chicos del barrio le hacían toda clase de burlas pero ellas no hacían caso a los torpes compañeros. Las largas piernas torneadas, la cintura fina, los senos graciosos y la belleza atigrada de la primer muchacha era un suplicio inconfesado para la otra. Nada hacía parecer que Micaela sufriera. Pero la madre, que observaba, se preguntaba cuándo comenzarían los problemas.

                        Ingresar a la universidad les dio un respiro. Se trasladaron a la capital, alquilaron un pequeño departamento y cada una comenzó la carrera elegida. Micaela además continuó sus clases de piano en el conservatorio nacional con maestros de prestigio internacional. Mientras estudiaban no tenían tiempo para arreglarse, sí para sentirse acompañadas en ese mundo insólito de la gran ciudad. En sus ratos libres, Guillermina completaba sus clases de idiomas extranjeros e hizo un curso de modelo a sugerencia de otras compañeras de la facultad. Cada día estaba más hermosa.

                        Ambas recibieron su título con honores. Eran ganadoras en todo...pero, Micaela veía celosa, cómo su amiga atraía la mirada de los hombres que a ella le interesaban.

                        Regresaron esas vacaciones a su pueblo que las recibió con ardor y sorpresa. Eran un orgullo para todos. Así fue que el día que se llamó a un casting de animadoras para el canal de TV. de la pequeña ciudad, Micaela le dio a su amiga del alma, una dirección equivocada y ella apareció en el programa mostrando todas sus habilidades. Es lógico saber cómo murió esa amistad.