martes, 15 de septiembre de 2020

 

UNA MIAMI PARA DESCUBRIR

 

La primera vez que fui a Miami, me pareció una ciudad comercial. No soy de las que mueren por ir de compras a los “Shopping”. Encontré argentinos y latinos por todos lados. El calor era agobiante y sólo en ciertos lugares disfruté de algo de arte y paisajes bellos. Me sentía en una película de televisión.

Cuando viajé la segunda vez, fue distinto. Me encontraba con los colegas de América y de ellos, la mayoría eran mis amigos escritores que llevaban sus poemas, narraciones y trabajos de la palabra. ¡Una fiesta para el Alma! Ese era el Miami que no conocía.

En la universidad con profesores y grandes personajes de la palabra de México, Guatemala, Perú, Costa Rica, Colombia, Chile, Puerto Rico, Venezuela, Uruguay, compatriotas míos;  y de algunos países de Europa, Asia y África. Un sueño.

Nos reuníamos, no solo con poetas, también artistas plásticos y músicos. Nos faltaban oídos y ojos para escuchar y ver, para disfrutar de las narraciones, ponencias y mensajes de cada pueblo y de sus terruños.

Las propuestas de los ecologistas eran lo nuevo. Desde la Isla Galápagos, traían su desazón por el olvido de su gente, de Mozambique la historia de terror por los niños “albinos” que son diezmados para hacer hechicería, de varios países de Centro América,

La enorme pena del hambre y falta de libertad.

Pero hubo poesía, novelas de exquisita hechura, narraciones de un nivel increíble que enriquecía a todos los expositores.

Se cantó, se bailó, se hizo música de aires afroamericanos, y, la “negritud” presente llenó de color y vida el encuentro.

Gracias a una de las universidades, nos invitaron a conocer los Everglades, que sirvió para trasladarnos en los extraños vehículos que se ven en las películas. Un enorme ventilador mueve sobre el agua mansa, pero llena de cocodrilos, a un puñado de “locas y locos” soñadores poetas. Conocimos al “Cacique de la tribu” que aun vive en ese lugar, un simpático anciano con su ropa actual, pero que portaba la honra de su tribu en los colores de su chaqueta. Yo, que soy nieta de inmigrantes, sentí que cuando se hiciere un encuentro en mi país, es imprescindible invitar a la gente de la nación Qum,  Guarany, Huarpe y lo que queda de otras sociedades nativas. Sería una verdadera reconstrucción y reconocimiento a su historia.

Ver en la Universidad, en los lugares de recreo de los jóvenes, que se quedan haciendo música al piano o al chelo o flauta, me dejó hipnotizada. En mi país eso se ve en las escuelas y universidades donde se estudia música.

Alienta ver y vivir la diversidad, la libertad y el entusiasmo de los escritores que fuimos y de los que nos recibieron. Y me Honraron dándome el Título de “Embajadora de la Palabra Hispano-Americana”, que llevo a los encuentros en otros espacios culturales.

¡Fue un Miami diferente!

 

 

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