Recorrer mi patria es conocer mil paisajes, mil climas y muchos, muchos lugares hermosos. Desde niña, he tenido la enorme suerte de conocer y recorrer mi tierra gaucha. De pequeña mis padres se esforzaban para que conociéramos la capital y ciudades importantes como Rosario, Mar del Plata, Córdoba y provincia cercanas a Mendoza. En San Luis y San Juan se encontraban con amigos de la facultad y nosotros, la familia intercambiábamos juegos con los hijos.
Del viaje a Mar del Plata, cuidad balnearia de moda cuando era pequeña,
recuerdo el primer viaje. Mil doscientos kilómetros en un “Chevrolet” modelo
1946, color celeste. Parecía el carromato de un circo. En la parte superior,
techo, llevábamos: una sombrilla enorme, dos valijas, una heladera portátil,
silletas para la playa y solo faltaba llevar una jaula con el canario. A
“Pajarín” lo dejaban a cargo de una vecina. Primero hacíamos noche en Villa
Mercedes San Luis, hotel, bañarnos y cenar, a las cinco de la mañana despertar
y seguir viaje. Papá era el único que manejaba. Yo entonces con siete años ni
soñaba con saber manejar y mis hermanas tampoco. Luego, llegada a Capital federal.
Buenos Aires eran dos días por lo menos para que mi padre descansara. Pero mamá
aprovechaba para llevarnos a conocer las calles con negocios más famosos.
Recuerdo que me llevaba a “Marilú” y a “Harrods”, donde sin mostrar turbación,
copiaba los modelos para luego en casa hacernos con su máquina de coser los
modelos que más nos gustaban. Comíamos en unos lugares famosos, y mientras papá
descansaba buceábamos por tiendas y zapaterías, buscando novedades. ¡Era la
gran capital! Mi hermana se deleitaba buscando libros en la enorme cantidad de
librerías de calle Corrientes, salía con novelas grandes en texto y tamaño. Yo
siempre de la mano de mamá. ¡Cuántos recuerdos! Luego la llegada al mar, y el
placer de ver el océano, tan lejano para nosotros. Un mes de vacaciones para
regresar con un color dorado y los ojos poblados de novedades para contar a las
amigas.
Ya grande se llegaba rápido y se hacía en un solo día en avión. Era otra
Mar del Plata, curiosamente, la recuerdo con alegrías y penas. Allí se fueron quedando
sueños de adolescente y juveniles.
Con mi esposo recorrí todo el litoral: Entre Ríos, Corrientes, Misiones,
Chaco, Formosa y me voy a detener en Misiones. Las Cataratas del Río Iguazú,
son una de las maravillas del mundo actual. Dicen que la esposa de un
presidente Norte Americano al verlas dijo: ¡Las del Río Niágara son la mitad de
bellas que estas! No sé si es verdad, pero son una magnífica belleza natural
que Dios nos ha regalado. ¡Son enormes y se ven rodeadas de pequeños animales
autóctonos que se preservan con mucho amor. Ver pájaros que atraviesan las
aguas que caen con fuerza por las altas paredes y que anidan bajo esa cortina
de agua, es un milagro. El hotel Iguazú, es de primera y desde sus grandes
ventanales; los de los dormitorios, se ve
De regreso pasando por Corrientes, dormitaba en el automóvil y desperté
con un paisaje indescriptible: El Palmar de Colón. En una zona de aguadas y
lagunillas; desde donde emergen palmeras y a esa hora, el sol se reflejaba en
el agua tiñéndola de rojos y naranjas, los pájaros con cantos diversos y los
monos con sus llamados de apareamiento, me asombraron. ¡Un concierto
inenarrable de insectos y animalitos que orquestaban una canción de amor a la
vida! No voy a olvidarme nunca más.
Por los caminos junto a los anchos y vertiginosos ríos, los pescadores
colgaban sus peces recién sacados del espinel, para venderle a los transeúntes
a precios mínimos, frescos, algunos en movimientos espasmódicos aun, me dejaban
perpleja. ¡Qué exquisitos los “Pacú”, “Surubí”,”Dorados” y varios que
desconozco el nombre, por ser nacida al pie de la cordillera, donde se pesca
sólo peces de ríos torrentosos y aguas heladas, deleito!
¡Qué grande es mi país! Podría llenar libros con los lugares hermosos de
mi tierra.
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