viernes, 20 de noviembre de 2020

JUANA... LA PEQUEÑA MADRE

      El Terencio Osorio tiene que atravesar varios ríos secos, arroyos y aguadas, con su viejo carro empujando a veces con sus propias manos. Las mulas no son nuevas y el camino casi inexistente. Arriba entre unos cojinillos y trastos viene un guiñapo humano. Es una bolsita flaca, descarnada y fea. Es la Juana. No tiene nada. ¡ Ni siquiera lágrimas !

      Al fin llegan a Pueblo Tanco. Busca un sauzal para descansar y recuperarse. Él, tan viejo como el mismo valle, conoce a casi todos. Se echa un rato, poco porque no hay mucho tiempo. Después va a buscar al "dotor", un curandero de los buenos. Allí habla en voz muy baja y el otro con rotunda resistencia se niega a recibir tanto despojo. Se va con su carga al puesto sanitario. Un joven médico recién llegado recibe con asombro ese pequeño cuerpo maltrecho. Casi sin palabras el Terencio le muestra el bulto inusual en la panza de una niña, destapando su amarga carga, incrédulo. No ha visto nunca algo igual. El pobre doctor se repone también del asombro y comienza preguntando nombre y edad. La Juana tiene algo así como once años...es la respuesta del criollo. La madre murió hace cuatro inviernos y quedó con su padre y tres hermanos a su cuidado en el puesto. ¿Si el padre toma...? Los ojos sombríos de la cría se abren desmesuradamente. Dos llamas muertas en el fondo de sus negras pupilas lamentables. Un temblor vuelve a estremecer el cuerpo de la Juana.

      El galeno llama con urgencia a su ayudante. Vieja del lugar y conocida de todos, doña María Bravo o María a secas es quien resuelve todo los imprevistos. La levanta entre sus brazos fuertes y la lleva a una cama. Lava sus flacas piernitas maltratadas, higieniza su intimidad destrozada por el padre. Luego de abrazarla un rato le administra un sedante. Así la Juana no sabe de su parto. Después habrá tiempo de explicarle. Nació un chico deforme y medio muerto. El ser recién nacido es un machito pero muy difícil que pase la noche. Y el silencio. Las lágrimas del médico, de la María y del Terencio que la trajo . La tuve que arrancar del puesto. El padre no quería. Así murió la madre. ¿Ahora quién sabe que será de los otros chicos?

      Al despertarse la Juanita mira sorprendida el lugar, la cama, el techo. No recuerda casi nada. Sí, al bueno de don Terencio que la trajo en su carro. Las mulas, su panza ya no está y ya no le duele como antes. ¡ El dolor... ¿cuál de todos fue más grande?...cuando encontró a su mamá en un charco de sangre en el piso de tierra apisonada y entre sus piernas una cosa chiquita con forma de animalito muerto...,¡oh no, cuando el padre vio que ella ya era grande y podía arrastrar un balde lleno de agua del arroyo y después de tomarse media damajuana de tinto áspero y caliente, la agarró de los pelos y la golpeó con el rebenque para que abriera sus piernas. ¡Cuánta sangre! Lloró porque creyó que se moría como su madre. Pero así una vez y otra y otra...y comenzó a hincharse. Y ese día que vino don Terencio y la vio tirada y se la trajo a Pueblo Tanco. ¿Qué estarán haciendo mis hermanos?...¡Son tan chicos...todavía para cocinar y ordeñar las cabras!

      Juana mira con ternura a la María, que la peina igual que antes lo hacía su mamá. Está contenta. Le toca la cara con sus deditos escuálidos y callosos por las duras tareas del corral y de la casa. Ella no conoce el amor, lo intuye. ¿ Y mi barriga, qué pasó con mi panza?¡ Nada, te sacamos un tumor, contesta suave la vieja enfermera! Era así... de grande y por eso te dolía. La cara asombrada de la niña con unos enormes ojos negros dejan escapar una chispa de alegría. No va a sufrir más dolores fuertes. Me tengo que ir. Se queda pensado. Los chicos y las cabras. El papá necesita que le dé más vino sinó se pone furioso y nos azota. Pasan unos días y don Terencio Osorio ensilla y se la lleva. El niño ha muerto. Ella no pregunta. Sabe sin saber.

      ¡Cuándo llegan al puesto, se están llevando al hombre! La policía vino y se llevó al atroz salvaje por orden judicial. ¡ Tendrían que sacarla a ella pero...quién se atreve a arrancarla del rancho! La Juana ya no llora. Tampoco sonríe y abraza con ternura a sus pequeñitos que la esperan. Cuando sea grande será una buena madre. ¡ Destino de mujer !

                                                                            Homenaje a las niñas de los puestos; a los Derechos del Niño.

 

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