miércoles, 11 de noviembre de 2020

MONÓLOGO INTERIOR:

             Me siento como enjaulado. Hoy me he levantado tarde, como siempre, así nunca voy a llegar temprano a ningún lado. Viste minina, la vida es un ir y venir. Ayer la vi, estaba sentada en El Molino, con ese fulano, el pintorcito. Un segundón. Es cierto que yo con mi facultad nunca tenía tiempo para llevarla al teatro. Esta tarde tengo que ver los resultados de mi cultivo de bacterias. Ahora minina siento unas ganas locas de abrazarla, tocarle el hombro transportándole mi pereza a la espalda con mis manos húmedas por el calor de sus besos. Casi como si apretara una rosa recién cortada. Hablando de rosas, te acordás ese poema de Neruda, ese... a ver si recítalo, vos sabés a cual me refiero. Bueno sino te recordás no importa. Tal vez Buscaglia u Onetti. Sos una mimosa, gatita, igual que ella. Una gata. Me acuerdo cuando nos quedamos cocinando chuletas de cerdo con puré de manzanas. Me parece tener aun el sabor de sus besos con olor a hogar. En el hotel, te dije, ¿no? Hay una piba que se hace la artista, camina desde el amanecer vendiendo su sonrisa y yo, tonto como siempre, le compraría una semana de sonrisa para olvidarme de Ella. Ayer arreglé un poco acá pero soy un desastre, si estuviera ella, minina, comeríamos los salamines de mi tía leyendo a Cortazar y escucharíamos al Negro Lavié en Caño 14. O a Goyeneche...te acordás las noches en que me abrazaba en la cama porque tenía frío. La lectura era como la manta que nos cobijaba de la hambruna y de la soledad. Leer a Borges era una vestimenta para el desaliento y el frío. Sos tonta venir a refugiarte en mi cama. Sin el calor de su cuerpo es como un moretón en la espalda o el vientre. Su vientre era de seda y mostacillas. Me producía calor aun en los días de frío y la cobardía de no llegar a darle todo lo que se merecía. Me acuerdo de sus dedos metidos en su largo cabello castaño, parecían  colmillos finos de marfil. Su risa me penetraba la ingenuidad de creer que sería para siempre. No existe el para siempre. Salí de mi saco que tengo que salir para tomar el tren a La Lucila. Allá me espera Susana, no Susana del Piero no, eso es imposible. Susana una viejarda que me tiene preparado un buen asado de cerdo a la parrilla. Es una bióloga con la que estamos haciendo un trabajo. Quedate tranquila. Ya vuelvo. Me arreglaré, sin ella me arreglaré igual. Es difícil. Chau Gata, amiga.

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