La Ñusta Kunty se acerca a la cabaña con una cesta repleta de frutos de mar y su contorneo atrae la mirada del negro. Una pollera de colores vistosos, su camiseta de fina lana de vicuña y sus trenzas, atadas por mil pompones de colores, atraviesan el mercado con aleteo de aretes y collares de conchillas brillantes. Isai Natuba sonríe con la blancura alborotada de sus dientes. La piel reluce al sol. Esa mujer que habla con los espíritus, es el sueño de Pemba. Ella, sabedora de sus encantos revolotea sus pollerones, frente a la mirada de los hombres y el odio de las mujeres. Fuma su cachimba con mezcla de tabaco y hojas de coca, la planta sagrada de los Incas. Callada la pequeña Ming Li, observa como siempre con una mirada de sometimiento. Sigue a su benefactor todo el tiempo. Callada cuida sus heridas y sus sueños. Ofrece su exiguo cuerpo al hombre, que desprecia con un corto manotazo en el trasero inexistente.
Ñusta Kunty, la hechicera del pueblo, sabe que el moreno la codicia. Se lo dicen sus caracolas de colores iridiscentes y sus runas. También las estrellas y el grito del pájaro burlador. Ella es la única que puede fraguar un amorío o deshacerlo con sus travesuras. Yuyos y animales que sirven para pócimas. Ungüentos con grasa de yacaré e iguanas, sirven para destrabar el sexo dormido de los hombres y mujeres. Curandera de almas y de cuerpos, Ñusta Kunty, desea abrazar el cuerpo fibroso del hombre silencioso que la sigue por el matorral y la espía cuando ingresa desnuda en la cascada del mítico manglar. Atrás, siempre la extravagante muchacha china. Muda, mira y observa el deseo contenido del liberto. A veces llora. Aprendió algunas palabras de ese extraño lenguaje de las mujeres kollas. Sabe que ese país, a dónde los llevó el naufragio y la huída, se llama Perú y tiene un mundo antiguo de historia infinita como su Macao lejano. Sabe pedir algunas frutas por su nombre. El chupe de pescado, el ña`Pancha picante y la olla de cocido cuzqueño. Tiene un miedo instintivo, que Isai Natuba la expulse de su lado. Duerme a los pies de la hamaca, en la estera que le ha dado el hombrote. Él, hace ceremonias religiosas en las noches de luna. Baila y canta con voz profunda y enajenada en algunas tardes de tinieblas. Son dos extraños que se unen para poder sobrevivir en esa jungla de desconocidos. ¿Enemigos? Quién sabe. Las piedras raras se hacen edificios perfectos. Hay templos de una religión de hombres vestidos de blanco, barbas grises y aliento a muerte. Llevan un símbolo trágico en sus cuellos flacos. Le dicen “curas” y los niños los persiguen jugando. Ellos no se dan vuelta a golpearlos, como hacen los chamanes. Los ignoran, como a ella. Sólo les dan unos pequeños palitos de azúcar cocido que reciben alegres y el griterío acorta la distancia que le ponen los grandes. Los ancianos los odian. Se les nota en el rostro crispado por los surcos de la piel reseca por el sol caliente.
Ñusta Kunty, le regala a la muchacha, un pendiente con un pájaro cincelado en plata. Es un poderoso talismán para que se enferme y se muera. Ming Li, sin saber, lo acepta y le hace una guirnalda de flores blancas perfumadas para devolver la atención, como las que le ofrendaba a sus dioses lejanos. La hechicera se enoja por eso, un momento tal vez, y luego, decide hacer un amarre poderoso para el Moreno. Se lo entrega a la mujer para que lo coloque en el lecho del hombre. La mujercita, le pone el ritual bajo la estera al africano, ignorando que es un amuleto de amor. Pero éste, se despierta sudoroso y afiebrado. La bruja no es tan poderosa como cree. Los dioses de él, lo protegen aún, de mordidas de serpientes y arañas ponzoñosas. ¡Y de mujeres malvadas! En lugar de prenderse al malsano abrazo de la Ñusta, se amarra al cuerpo frágil de Ming Li y en insensato extravío la toma para saciar su sed de hembra.
Inmutable, se despierta junto al cuerpo moreno que elude palabras. Pasa el tiempo y su instinto le dice que hay un niño en su vientre. Le acerca la mano al pequeño bulto que se mueve y crece. Isai Natuba, sorprendido sale corriendo hacia el mar y libra su cuerpo al agua que lo seduce con el frío, de ese océano helado, en el que han llegado después del naufragio. Ahí llama a sus dioses ancestrales. Llora. ¿Qué clase de ser vendrá de ese vientre pequeño de piel casi verde? Una mezcla hechizada de ave y humano.
Ming Li, busca
una india que se llama Charuma para que rompa cualquier embrujo. Esa
extravagante curandera, le hace encontrar el camino y le entrega poderosos
amuletos entre los que hay un manto tejido con maestría de artesana y dibujos
que atraparían a
Así crecen los
niños, felices. Ñusta Kunty, les hace un sortilegio con mal de ojos y
maldiciones; y como no se atreven a contar y temen tanto su influencia, deciden
por esa causa, escapar hacia un país vecino. No es la primera vez que salvan
sus vidas de la maldad de los demonios ajenos. El “cura” blanco los ayuda a
cruzar la frontera y llegan a Bolivia. Allí, un sacerdote Jesuita, le enseña a
Isai Natuba, un sin fin de remedios para curar el cuerpo y lo instruye en
medicina nativa. El anciano, solicita que lo acompañe a su nuevo destino, un
país donde según dicen los blancos, sobra el pan y la miel, como dice
Pasa algunos años curando enfermos, asistiendo partos y ayudando a criar niños, Isai Natuba comienza a sentir que las fuerzas no le acompañan. Ming Li, busca en sus viejas recetas ayuda, pero no encuentra antídoto a los maleficios de los viejos brujos kollas. ¿Son tan poderosos? El anciano cura la sermonea, pero pueden más los terrores y la ignorancia. Además los calendarios han surtido efectos suculentos en sus cuerpos.
Antes de dormirse a la luz de la luna, Isai canta a sus dioses atávicos y dibuja en un paño blanco una suerte de rituales extraños. Ming Li los guarda con cuidadoso esmero. Un día ella también se dormirá en los brazos de Josué, que se transforma en sacerdote cristiano; y es él, quien la envuelve en mantas que recibió en su peregrinar por las tierras atávicas de Perú. Luego, parte para África. Viaja a Pemba.
Amarinda Natuba, es la que hereda el mandato lejano de Macao y Pemba, sus ancestros. La mujer más linda. Médica y farmacéutica anciana, que cura el cuerpo y el alma de su gente desde hace tantos años. La que transmitió su sangre y sus rituales mágicos a hijos y nietos. Ahora ya lejos transita el camino hacia el silencio. El pueblo la llora y gime por perder su madre ancestral.
La amada del dictador, amante esquiva de todo un pueblo. Mi abuela, hoy está dormida en la sala.
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