lunes, 9 de enero de 2023

UN REGRESO ESPERADO


Había pasado un largo tiempo. Rosalba se había escapado con Tulio. Nadie sabía adónde se fue. Él era del norte. Un hombre alegre de mirada pícara. Tocaba el acordeón llenando el patio de tierra con sus melodías medio gringas, medio guaraníes. Como llegó, se ubicó rápido en el galpón y hachó, braceó, aporcó hizo todo lo que un "golondrina" puede hacer para juntar metal en la guayaca.

La finca era indiferente con él. La Rosalba con sus recién estrenados catorce años se perdía en los brazos fuertes del Tulio. Le amó sin miedo.

Apesadumbrados, los padres anoticiaron esa mañana, después de la melesca, que habían desaparecido. El callejón parecía sombrío desde el parral desnudo de racimos. Los álamos se vistieron de otoño y se desnudaron sin que hubiera noticias.

La Carmela, la madre, entraba todas las mañanas a ventilar la habitación de la niña. Acomodaba los "peluches" de su Nena. Lloraba con la triste congoja de los adioses silenciados y enmudecidos. La ira seguía agazapada en el padre. El Pedro, afilaba el machete cada día por si acaso. ¡Padre al fin!

Un día de tormenta, el cielo gris, morado, se desplomó con granizo. La calle parecía un largo río de hielo y a lo lejos, muy lejos apareció una mancha de color esperanza.

Se fue agrandando hasta que los ojos de Carmela y Pedro apresaron la clara imagen de Rosalba.

Corrió la madre y se enfrentaron mujer a mujer, ya madura de quince años con un niño en los brazos y un gran dolor en el alma.

Juntas regresaron al rancho y bajo el alero de cañizo, ese del que nunca se había despedido de los ojazos infantiles, mostró al niño. Ahora reflejaba el dolor de la pérdida... el Tulio, en una riña fue emboscado y lo despacharon. Sola, la Rosalba, volvió.

¡Viejo, vení rápido, Ya regresó la Nena! y un grito de amor salió de las gargantas que los truenos, no pudieron sofocar. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario