lunes, 9 de enero de 2023

FRENESDA


Fresneda llegó en el preciso momento en que el cielo se iluminaba con los rayos de tormenta. Bajó del viejo "Osmovile" y con la enorme caja blanca con moños rosa y el río de estruendo pétreo, diluvió apenas ingresó en la casona.

El viejo con la mirada glauca, lo hizo detener. Su cuerpo ya no era esa vara erguida de los años en que traía un mercadillo en su viejo Ford. Estaba añoso y con achaques. Había llegado en el viejo vapor que remontaba el río y que en épocas de sequía, con el río en baja, se varaba en los bancos de arena. Primero pensó ir a Asunción, pero tuvo que detenerse allí, y lo atrapó el verde de los yerbatales, los jacarandaes y lapachos florecidos. Pronto, cuando supieron que ese extranjero de piel blanquísima y ojos claros como cielo; era un operario hábil en mecánica térmica, le llovieron los pedidos y contratos de trabajo. Se quedó. Su país quedó lejos, se perdió en el perfume inhóspito de robles y las minas de carbón; allá en el viejo terruño siempre en guerra.

Recordaba otro río, siempre remontaba en sueños ese AAR que atravesaba la tierra. Su antigua tierra.

Los truenos estallaban por doquier y una marejada de lluvia barría con la vegetación superficial, derrotando los brotes nuevos de los yerbatales. El perfume agridulce de las hojas se mezclaba con el de la roja tierra arcillosa. Un olor efímero de azahares revoloteaba entre las ráfagas arrachadas.

Lentamente bajaba Jazmín, desde el piso alto. Su figura de mulata joven atrajo la mirada de los hombres. Se adelantó Fresneda para hablarle, pero Kurt se interpuso y su mano fue una muralla metálica entre ambos.

Su voz, sonó distorsionada por el ruido activo de la tormenta. Le traje lo que me pidió, señora, pero quiero que me diga si es lo que usted esperaba. Pasó por sobre el brazo duro del rudo extranjero. La caja... ella terminó de bajar la escalera y se acercó. Tomó el envoltorio y apoyándolo en la enorme mesa desplegó el lazo y abrió la tapa. Una preciosa nube de papel de seda tapaba el bellísimo traje de novia, La seda brilló y el tul parecía una nube de blancura virginal. En la tenue luz su rostro se iluminó, la piel morena y mórbida aleteó gozosa. Su boca sensual y firme, se desplazó con brusquedad al rostro de Fresneda. Lo besó con ansiedad. Una "faca" brilló junto a un rayo, la mancha de sangre comenzó a cubrir el suelo de terracota. Cayó Fresneda y jazmín se desmayó junto al cuerpo yerto de su enamorado. Dos hombres que habían observado el hecho, asieron a Kurt y lo sentaron para luego pensar qué iban a hacer.

¡Ella es mía! Él no tenía derecho. Y salió bajo la lluvia hacia el terreno donde los rayos hicieron justicia con los enamorados.

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