jueves, 15 de febrero de 2024

EL PEQUEÑO ELEFANTE

 

 

El río está todo lodoso y siempre las aguas turbias.

Había crecido con cada temporal que traída el monzón. Las casuchas de bambú, eran juguetes del viento que arrastraba trozos de selva en sus zonas aledañas. Los elefantes, algunas veces, se acercaban a su lodo negrusco para chapalear en él. La matriarca los alejaba barritando.

Ella conocía esa trampa siniestra. Los campesinos birmanos cuidaban con esmero que las bestias no cayeran en sus aguas cenagosas.

Esos años el viento y las lluvias se habían hecho esperar demasiado. Las orillas tenían el lodo resquebrajado y apenas húmedo. Los hombres no hacían otra cosa que mirar las nubes esquivas. El calor sofocante invitaba a los paquidermos a inclinarse sobre el barro. Un pequeño elefante, se alejó de la manada. Atrevido comenzó a trotar hacia la parte más oscura del río. Las orejas de la matriarca, se elevaron y un bramido elemental surcó la selva.

Un campesino corrió tratando de enlazar con una fuerte cuerda al pequeño que se iba hundiendo. Una estampida de la manada intentó ingresar en el lodo. Atascado, el animalito, fue tironeado por sus pares y el hombre.

La cuerda cortó el rabo del infante. Su barrite dolorosa acompañando de los bramidos de los otros animales despertó al monzón que tiño de sangre el agua.

La lluvia violenta con su furia, lavó al animal que tiritaba entre las patas gigantes de las hembras.

A ninguno debías molestarnos aquella mutilación. El pequeño fue salvado de una muerte segura.       

 

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