¡Nadie
caminará de mi mano al destierro!
Mi alma
sosegada adocenará inviernos.
Una luz
deslumbrante acogerá el denuedo
De
encontrar entre espinas
En lo alto
Con sus
heridas abiertas.
En mis
brazos la cruz que me alienta a su encuentro.
Y una
espera vital de Jesús Nazareno
Que me
acoja en sus brazos
Llagados y
perpetuos.
Mañana,
estaré aquietada en espera.
Ser
necesariamente una llaga
Que duela,
Con la
mirada puesta
En
a la hora
esperada,
Una gota de
sangre
Una lágrima
pura,
Pura Sangre
de Mártir.
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