jueves, 15 de febrero de 2024

FASTIDIO

  

La pareja camina, por la vereda arbolada, tomados de la mano. De vez en cuando se paran y se dan un beso de película. Ella tenía alrededor de treinta años, él, ya peina canas. Los sigue un perro callejero. Llegan al café donde se han conocido. ¡Era un día de tormenta y ella empapada, entró buscando refugio! Él, aplastaba el cuarto o quinto cigarrillo en un cenicero que estaba lleno. Un café frío lo miraba desde la taza. La cucharita daba vueltas y vueltas en el líquido helado. No había una sola mesa despejada y el mozo, se acercó al hombre y le pidió permiso, para que ella se sentara allí, a su lado.

Él, la miro indiferente. Ella mojada y seria, se disculpó. ¡Perdón no hay lugar y estoy congelada! Le trajeron un café con leche caliente. Ella tomó la taza con dos manos y se calentó un poco. No habló ni una palabra. Entonces él, le acercó la mano y le dijo: ¡Floreal Riberos, soy poeta! Ella lo miró extrañada. ¡Matilde Guerrero, soy secretaria!

Siguieron un rato en silencio, que él, rompió diciendo: ¡Podría escribir ahora mismo un poema! ¿O prefiere un cuento? Ella se sonrió y una luz iluminó la cara del varón. Ese día fue para ambos un descubrimiento. Eran personas que amaban el amor, la música, el baile... sonó un tango y bailaron en un pequeño espacio del bar. Sus cuerpos se unieron con esa pasión propia de la música del cuatro por cuatro.

Salieron cada uno sin darse la dirección y, ya no llovía. Ella paró un taxi y se fue hacia el sur, el se trepó a un "bondi" y se fue al norte. ¿Y ahora?

Al otro día se encontraron en el bar. El mozo, los miraba y supo que ya estaban juntos. Así, cada día, cuando ella salía de la oficina, él, la estaba esperando junto al farol de la calle. Siguieron así, hasta que llegó el primer beso y el primer verso.

La vida les cambió la rutina y se quedaron juntos para soñar en un futuro que tristemente nunca llegó. Una mañana, Matilde, descubrió que tenía un dolor en su seno derecho. Cuando el médico le dijo la palabra maldita... ella sólo atinó a desaparecer de la vida de Floreal. La esperó muchos años. Ella nunca volvió. ¡Qué fastidio es la espera!

Supo por un compañero al que esperó en la puerta de la oficina, que Matilde había muerto. Pero cada día camina por la misma vereda y abraza a la mujer de sus sueños, y la abraza y la besa. Imagina que es ella. Y un cachorro callejero lo sigue cuadras y cuadras, hasta la puerta del bar donde un café y un cigarrillo, lo esperan.

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