lunes, 8 de julio de 2024

UNA SELVA LUJURIOSA Y LA TRAICIÓN QUE ACECHA

 


            La mañana muy fresca para el viaje renueva la ilusión de Manolito Yepes. Debe llegar a Agua del Cielo. El caserío queda atrás con un murmullo de vida y sueños. Él cargado con algunos costalitos de café y de guayabas, se atreve en el sendero de la montaña entre la selva. Selva amiga. Enemiga a veces por lo incierta. Verde como maraña de engañosa espera. Allí está él y piensa...

            ¡ Que tu compadre te espera Manolito...y en la carga le llevas unos tragos de aguardiente y tortillas crujientes y doradas! Amparo te ayudó a vestirte con esta guayavera nueva. Bordada por sus manos de campesina alegre. ¡ Manolo debes ser tan astuto como el tigre !

            Se detiene un instante. Observa hacia la selva donde se pierde el sendero. Mira como entendido una telaraña que brilla con el sol. Pequeñas gotas de rocío iluminan los hilos como si fuera una tela enhebrada en diamantes. ¡ Un manto para Amparo...le haría si pudiera! Mira a "Chelito" el asno que se mueve tratando de desvestir la carga. Se agacha y ajusta los cordeles. ¡ Su pequeña cosecha ! También mira a "Luna" su yegua mansa que lo sigue tranquila. Para ella la cargas es muy liviana. Delante como lazarillo va el perro. "Anacleto"... algo viejo y amigo como su selva. Atento en el sendero se agacha al atisbar una víbora o una comadreja. Anacleto está atento. Los peligros acechan.

            ¡ Apúrate Manolito ! El compadre debe estar esperando con arroz y frijolitos. ¡ Tal vez cocinó banana y cortó unos mangos dulces...platicaré con mi compadre. Siempre me escucha con atención y cariño. Le tengo que avisar que Amparo me dará un hijo para la próxima temporada de lluvias. ¡Estará muy contento...como tú, Manolito !

            El sol despunta entre los mangos y los plátanos generosos. Un ruidoso grupo de monos chilla buscando comida y asustados por el paso del campesino y su carga liviana. Los guacamayos vuelan entre los cafetales. ¡ Le roban los preciosos granos al hombre que espera cosechar para alimentar a sus hijos! ¡ Ellos no saben, son tan bellos los enormes guacamayos ! Lentamente camina por la orilla de la montaña entre los abismos selváticos. Entre las bromelias lentamente se mueven las serpientes invisibles a sus ojos. Sus ojos atentos a los cambios de las frondas y de los matorrales. El peligro lo espera en cada recodo del camino.

            ¡ Recuerda, Manolito, si te encuentras con los "Narcos" te finges como ciego...para eso Amparo te ha dado el palo blanco...ah, y casi sordo...! ¡ Recuerda , Manolito, si son los "guerrilleros" eres loco, para eso te ha dado el chile " fuego" y lo guardas en la boca, muerde y el dolor que te cause, te hará brincar como si fueras poseído por el mismo demonio ! ¡ Recuerda, Manolito, si son los "Guardias Nacionales" te finges "Tonto", hablas como si no entendieras nada, te humillas, te acobardas... ! Amparo espera.

             Habla sólo en su mente Manolo, el campesino mientras atraviesa la enorme selva. Se acerca a la hacienda del compadre Francisco. Hay humo entre los mangos. Lo esperan. Ya ve los tunales florecidos y las pareditas levantadas con piedras y légamo, que rodean la techumbre tosca del caserón de barro y palma. Empuja a Chelito y a Luna con su carga.  Anacleto se pega contra la costra húmeda del piso. Aúlla tristemente.

            - ¡ Compadre...¿ qué me hizo? no he llegado al instante ! ¡ Esa mirada hueca...esa vista perdida hacia la nada ! ¡ Su cuerpo ensangrentado! ¿ Compadre...quiénes fueron?

            El silencio oprime y la selva abruma en su silencio ruidoso de alimañas. Descuelga el cuerpo pesado y tumefacto. ¡Desdichado! Llegó tarde. Ingresa a la desvencijada vivienda. Todo está revuelto y roto. La harina en el piso envuelve en su manto blanco la sangre del compadre. Los peroles de cobre abollados y quietos sobre la hamaca. Todo es tizne y silencio. Silencio y muerte. Acomoda el cuerpo en la tierra apisonada. Lo tapa con un paño que encuentra. Le cierra los ojos y le guarda la lengua que aún le cuelga sobre el maxilar quebrado. ¡Sangre! Mira las manos y las desenlaza, el cordel cae. ¡ Esas manos llenas de callosidades, entintas en sangre, que se mezcla con el color oscuro del jugo del cafeto cortado maduro para el trueque ! Manos llenas de llagas y de espinas viejas. Le acomoda las manos sobre el pecho hundido y sangrante.

            ¡ Lo mataron dos veces, con los golpes y la horca ! Lo mataron mil veces la injusticia y la ira de los hombres.

            ¡ Manolito...apúrate, no ves que pueden atraparte! Debo rezar por su alma.

            ¡Se persigna y nota que un hilillo de sudor le atraviesa el rostro trigueño y asustado! El sudor le empapa la blanca guayavera y el sombrero de paja se le incrusta en la frente. Tiembla. Sufre y gime con palabras de horror y de venganza imposible. El cuerpo yace quieto y sale. Lo esperan los animales quietos y el perro asustado como él. Atraviesa el portal de piedras viejas. Sale al sendero verde y alumbrado por el sol insolente del mediodía. Se pierde en el camino. La selva lo cobija.

            ¡ Ciego...si son los "Narcos", loco si son los "guerrilleros"... idiota para los "Guardias Nacionales", huye Manolito, huye...tienes que llegar con tu carga al mercado! Ciego...loco...idiota...campesino pobre. ¡ Pobre campesino !

            Manolito Yepes sigue por el sendero entre los cafetales y los plátanos. Con su carga de angustia y miedo. Camina acompañado por la dura tragedia de todo el pueblo colombiano.

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