miércoles, 3 de julio de 2024

LA VISITA

 

            Laguna Oscura estaba ubicada en el oeste del país, en una región donde después de un tiempo en que entraron cientos de inmigrantes, nadie se animó a residir por difícil, inhóspito y olvidado. La mayoría de los que habían llegado a ese páramo trabajó hasta dejar el erial convertido en un paraiso, pero era tal la bronca contra los que les habían prometido un edén y sólo encontraron arenas y piedras, que no querían que nadie aprovechara lo que se consiguió con tanto esfuerzo.

            El pueblo casi no aparecía en los mapas y no llegaba nada más que una vez al mes el tren, cosa que traía todo lo que los habitantes necesitaban. De vez en cuando se acercaba algún político que al ver la indiferencia de los poblanos ni regresaba.

            El pueblo se había organizado con tal equilibrio que cada cuatro años una familia era la encargada de supervisar como alguna especie de gobernante al resto y que debía por lógica comprometerse mucho, ya que pronto sería su turno y luego el otro y así por cada casa pasaba la gobernancia. Todos te

nían oportunidad sin mezqindades ni oportunismos. Siempre que aparecía algún conflicto el "jefe" de turno viajaba a la gran ciudad para resolver el trámite y traía las cosas hechas.

            Con el tiempo se fueron casando hijos de una familia con los de otras y casi eran todos parientes, hasta que uno de los que viajó a la ciudad a estudiar para ser el médico descubrió que esa costumbre podía perjudicarlos y consultando a los más ancianos, dispusieron que cada año saldrían cinco mujeres y cinco hombres a trabajar a pueblos vecinos para encontrar compañeros ç, casarse y regresar a Laguna Oscura. Eso dejó a todos muy tranquilos y la vida continuó muy bien.

            Cuando Juan Franco recibió una carta de su antiguo pueblito europeo, se sorprendió, ya que nunca había escrito ni contestado las cartas de sus amigos. Pero educados en el respeto a los mayores y viendo que la carta provenía de una anciana tía de su padre, resolvió contestar y así se reconcilió con una familia lejana que no pedía nada ni prometía nada. Pronto llegaron otras cartas de viejos parientes de sus pueblitos lejanos. Enrico de un tío, Fabrizio de una hermanastra de su madre, Loretta de una prima y así uno a uno fue encontrando sus raíces.

            Luego de varios años en el tren de la tarde descendió una venerable anciana. Con su cabello blanco y su distinción, pronto logró interesar a los pocos pasajeros que descendieron en Laguna Oscura. Ludivico la trató de asesorar

 

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