Cuando despertaron al día siguiente,
ya las esperaba Amaranto Malvón con su jeep para llevarlas a las maravillosas
Cataratas del Río Iguazú. Desde luego, cada una llevaba su canasta con
alfajores, empanadas, jugos de frutas y muchas golosinas, por si encontraban
chicos con quien compartir su merienda. Clota se puso una falda de color
anaranjado con flores violeta y sus sin iguales calzones largos con puntillas,
que se morían de risa de las piruetas que hacían los monitos entre las palmeras
y árboles; Tirifila Afila, usó un jardinero color amarillo con lunares rojos.
Lili Moreno, se puso la más linda capelina de tornasol celeste y rosado con
amapolas multicolores. La tía Nené se enfundó una túnica de muselina blanca que
ondulaba con la suave brisa del río y se estrenó una coronita de jazmines sobre
su larga cabellera rubia. Así partieron y así llegaron. El buen Amaranto las
acompañó por algunos senderos y las cascadas. De pronto las animó con una
invitación: -¿No les gustaría entrar al fondo de las Cataratas, donde vive don
Pombero?- dijo haciendo una breve guiñada porque conocía la respuesta -¡Sí
expresaron a coro!- restregándose las manos ilusionadas.
¡Fue un poco
difícil convencer al Guarda Parque, que cuida tanto su terruño! Pero cuando vio
que eran tan ecologistas como él, aceptó. Allí comenzó lo mejor de esta
historia y del viaje.
Penetraron por
un risco donde un sendero escondido y secreto les permitía ingresar por detrás
de las enormes cortinas de agua de las cascadas. Entre inmensos helechos y
plantas húmedas, atravesaron por un camino tapizado de una alfombra
aterciopelada de musgo, donde debían sostenerse entre cordones de lianas verdes
y jugosas para no caer. Así llegaron a un espacio abierto lleno de luciérnagas
que brillaban para iluminar el socavón y ¡oh! maravilla tras una roca con forma
de hongo se pudo entrever el gran sombrero de don Pombero. Ellas estaban
extasiadas. Contenían la respiración con temor de que el Viejo Enano se enojara
y no las quisiera ver ni les hablara. Cuando se dieron vuelta para interrogar a
su guía: ¡Le podemos hablar?, éste había desaparecido. No tuvieron miedo y así
comenzó a decir tía Nené:- Yo deseo conocer el secreto del "ñandutí"
querido Pombero y tú eres el único que me lo puede enseñar- y así le habló
Clota - Yo traigo de mi montaña el rumor del agua de las acequias que baja de
la gran cordillera de Los Andes, y el sabor de las vides y de las frutas
maduras. - pero cuando Lili quiso expresarse, un suave aleteo de mariposas las
envolvió y con sus frágiles alas, comenzó a transportarlas por un maravilloso
paisaje. Brillaba todo allí, como si miles de resplandecientes estrellas
titilaran al unísono. Así, arribaron a una sala, donde en un enorme sillón de
roca de cuarzo y plata, estaba sentado "El Gran Maestre de
Antes de
marcharse El Pombero sentenció: ¡Nunca cuenten que me vieron, ni que me
hicieron regalos, ni que jugamos acá porque yo haré que les crezca un enorme
grano en la punta de la nariz y la gente no les creerá porque al fin y al cabo
soy una leyenda! - dio media vuelta y salió volando entre las garzas de color
rosado en el río Iguazú.
Las cuatro amigas volvieron muy contentas y
cerca de
Tolón-tolón,
tilín-tilín, este cuento no llega a su fin. Continuará.
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