Para encontrar el
rastro de mi historia perdida necesito
contagiarme la
noche de tus besos
cabalgar en tu
cuello con mis dedos apretando el viento
inclinarme sobre
la piel infértil de la luna
donde desaparece
al deshojarse la insolencia de la carne en
recuerdos
turbulentos de nostalgias
liberarme del
insomnio en giros concéntricos de nubes
caminar descalza
sobre el desprolijo reproche de la muerte que
transita veloz
sobre la alcoba sedienta.
Espero la última
gota de tu sangre acariciando mi boca
sobre un
octubre brillante señalando con jacintos
nuestra frente o
de costado en el
desfiladero en un cielo oportuno de verano
apretando un
pulgar en el cristal que se derrite al sol
mojando la
almohada tibia con la lluvia de pétalos bermejos
acaparando el
trueno y la centella en la línea confusa a la distancia
fijando el cuello
con zafiros al marco del paisaje de una calle
empedrada con
mortajas de seda. Disparando una huella de marcas invisibles
que barren la
noche húmeda a los ojos alucinados de belleza.
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