viernes, 23 de agosto de 2019

PENSAMIENTO ONÍRICO




Ejercicios de libre imaginación

Reímos frente a un dulce dibujo de niños y abuelos, que se los ve regresando, tras bailar en escaleras que llevan al sol polarizado por las nubes. Han corrido elevados, en el eco de mimos de los pájaros logrando verlos a todos juntos, en los caminos de cintas violetas, en lluvias amarillas (alucinaste y misteriosa), transformados luego en sombras descendentes dentro de jaulas, acurrucados en metales, piedras (duendes paridos); pequeños habitantes camuflados con penachos. La aurora somnolienta que transcurra escondida entre puertas transparentes; en cuevas  vacías sin ojos, sin alma, soplan e inflaman presurosas gotas de espejos coralinos. Están sorprendidos en el remplazo de peces multicolores, caribeños; que observan expectantes en los surcos hambrientos de lo incomprensible. Ven marcas horadadas, frenéticas y un barro celeste  de mares profundos, olas acartonadas por sal. Paredes que forman diques, charcos absurdos en la playa, que esperan ansiosos el agua dulce, protectora, o con la escarcha absurda que silencia el fuego de los vientos que acompañan la tormenta. Mira, observa negros nubarrones que disfrazan un sonido eléctrico y los niños en algarabía natural elevan cometas  que se asoman  convertidas en rayos y centellas, que atraen energías  prestadas por el cosmos cercano y dramático. Los abuelos tiernos y con años color de tiempo hacer una parodia de su cuerpo marrón y arrugado.
¡Y por fin el agua dulce! Un carnaval embrujado que despierta la conciencia y domina el ansia de verdad. Un éxtasis se despliega entre la sombra y la canícula. Los ancianos se hacen barro, los niños se hacen ángeles y vuelan como las cometas a las altas crestas de los nubarrones. Y ahora sí, juegan a la felicidad eterna.  

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