Yo que te vi nacer
como la aurora se desplaza
Anaranjada, tras la tierra.
Yo que te vi crecer como la cola de un cometa
En el infinito cielo azul.
Ahora....
Recogeré la lágrima traviesa
La sonrisa celeste, los pétalos dorados en la noche.
No sé si veré el rostro de Dios en tu mirada.
No sé si tendré las manos asustadas.
Porque eres como esas madrugadas sin cantos de pájaros,
Sin reflejo de lunas amarillas.
Sin palabras agoreras de mañana venturosas.
Déjame que beba de tu copa los besos atildados.
Te acune con mi sueño de duende sorprendido,
Para que apoyes tu greguería frutada
En mi regazo tenue. Niña mía.
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