Sabíamos los dos
qué pasaba junto a nuestra casa
los sueños huyendo sin destino
y nuestras manos despertaron ocupadas de soledad
sin guijarros de turquesa o malaquita.
Sabíamos que las violetas estaban mustias.
Su perfume era la huella del pálido amor que nos ataba
en racimos de uvas frescas.
El vino cae en los toneles con perfume todavía.
Tú, aún lo sabes. Bebo vino tinto en copa de plata
sobre tu pecho pálido cada mañana
gota a gota, en cada lágrima de besos.
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