El Milton, perdió la changa. Todo fue por culpa del Nahuel, ese hijoìputa que le robó el bagayo. Todo lo tenía para chanquear. Tirado en la tapera que se construyó con lo que juntaba de las obras en construcción de los barrios del centro. Chapas, maderas, caños y mil trebejos que le fueron llenando la piecita como para vivir. Encontró ropa, muebles, hasta un “cagadero” nuevito de color rosado. ¡Hay que ver lo que la gente tira!
Esa mañana no tenía ni para armarse un “faso” y no tenía ganas de levantarse del colchón. Pero sintió ruidos y dio un salto, alguien andaba por ahí cerca. El “Tuco” y el “Cachito” ladraban con rabia. Se puso el buzo y un pantalón, sacó la “faca” y salió.
Afuera
estaba
La vio salir con una brazada de maderas, de esas que juntaba en la carretela de los mercaditos y fruterías. Eran cajones y cajones, que desarmaba y luego de atar en paquetes, apilaba en el fondo del terreno. Por allí se había metido, mientras dormía, el Nahuel y después de golpearlo, le arrancó el morral con sus herramientas.
Tenía muy
flaco al caballo que compró un día que en un basural encontró una caja con
varios fajos de dinero. Fue a don Sixto y le compró un pingo, algo entrado en
años, pero que le era fiel como los perros. Lo chiflaba y venía despacito al
trote cansado a buscar las verduras que le regalaban en las verdulerías de la
entrada de
Una mañana
hacía como siete u ocho meses, aparecieron unos camiones con obreros por medio
del camino de
Milton, recibió un dinero para achicar su terreno, con eso compró una carretela mejor, más nueva y con ruedas buenas. “Chueco”, resoplaba y tiraba con menos esfuerzo. Podía ir más lejos, hasta los pagos de los Lujanes. Allí, sí encontraba muchas cosas buenas, que amontonaba bajo su techo. Ladrillos, hierros varios, picaportes y puertas. Un día encontró una heladera, se bajó del carro y la miró bien, tenía una enorme abolladura en la puerta, pero parecía nueva por dentro. Con esfuerzo la subió. Iba pensando cómo la arreglaría.
El día que
llegó a su pieza y encontró a
Ese día se quedó dormida en el colchón junto a niña. Cada vez que se acercaba veía que dormida y todo, lloraba. ¡Pobre piba! ¿Cuántos años puede tener? Si es casi una niña. ¿Cuál será su historia? Se tiró sobre un montón de cartones y se durmió.
Lo despertaron unos ruidos infernales. Los camiones y máquinas, estaban trazando el camino de los rieles. Salió, se lavó con agua de un tacho que tenía afuera. Miró y vio una máquina enorme que iba limpiando el suelo y atrás iban quedando durmientes de cemento y cada tanto caía de un aparato de la máquina un riel de cada lado. ¡Estaba asombrado! La máquina se detuvo unos momentos y vio que bajaba un chino del costado. Le pidió agua. No le entendió, el otro le señaló el tacho y sin empacho se agachó y metiendo un jarro se bebió el líquido de un trago, se secó la frente y la boca con la mango y lo saludó. No le entendió. Pero se dio cuenta que ese mundo era el nuevo que venía. Menos trabajo para la gente como él, y más máquinas en su lugar. ¡Y eran de otro lugar! ¡Carajo! ¡Mierda! Nos quedamos hasta sin changas ahora.
Buscó dónde
se podía quedar, pero la pobreza era un No perpetuo. Entonces, la dejó que se
quedara. Dormía en el suelo, hasta que encontró un colchón en un barrio del
centro y lo trajo. Ella se amancebó y cuidó de los cacharros y pocos bienes del
Milton. Una noche de verano, el calor los abrasó y abrazó. Dejó el colchón
pequeño para
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