miércoles, 30 de octubre de 2024

AÑO 5875

  

¡No te creas que tendremos un festejo, será diferente! El cielo está surcado de fuego y no salimos de esta historia que trae la vieja crónica de los libros. ¡Vinimos a la tierra prometida buscando estar mejor que en el país del sur, pero acá se ha transformado en lo que ves, un perpetuo odio de los países vecinos! La anciana caminaba con un andador arrastrando su pierna encogida por la artrosis. Nunca imaginó que se quedaría en ese pueblo tan cercano a la línea de guerra con el país vecino. No imaginó, tampoco, que en menos de un par de años perdiera el compañero de toda su vida. Ni imaginó que sus cinco nietos quedarían a su cargo porque el deber de servir al nuevo estado como soldado a su hija.  A su yerno lo habían matado en una emboscada unos insurrectos. Fue un verano insoportable. Con cuarenta y ocho grados de calor, sin una gota de lluvia, fue designado por un jefe a recorrer una zona peligrosa. El jeep, saltó por los aires con una bomba que salió de la nada. Todos murieron y las exequias fueron muy conmovedoras.

 Sin embargo, ella esa mañana, lustró el candelabro, buscó las mejores velas en el mercado. Compró un trozo de carne de carnero y una botella de vino. Hiervas amarga, para festejar el Año Nuevo. Buscó en su placar un vestido que ahora le quedaba enorme, se peinó como lo hacía cuando llegó a su nueva y vieja patria y esperó festejar la fiesta. Cuando llegaron los niños al departamento, se sorprendieron ver todo tan bonito. ¡Hoy vamos a olvidar los malos tiempos! Cerró la ventana y fueron encendiendo cada candela uno a uno, se sentaron y cantaron unos salmos. De repente, la sirena... avisaba que un nuevo atentado con misiles llegaría por ahí. El estallido no permitió tomar conciencia, que no había la abuela había olvidado que no hay ventana que resista el odio.

LOS HUECOS EN EL ROSTRO

 

Rodearás las quimeras como sombras.

Misterioso te ocultarás dentro del hueco de los ojos

Y la luna estará observando el paraíso

Llegará un tiempo de remanso en el rostro

Rodearás la verdad en la sábana de octubre

entre las viejas oquedades que amordazaron la lumbre.

Esperarás cabalgando una ola en la mar

cuando conozca el rostro con sus huecos violeta

una esfera celeste completará el sonido

los timbales, las liras y las gaitas memoriosas

cantarán al silencio del silencio. La distancia.

Una sombra puede abrir con su llave el oro azul,

la nieve apretar la tristeza o la alegría. Una tormenta.

Rodearás la cintura de la nave que regresa.

Te apearás del grito abrasador del rayo.

Treparás el dolor de su desprecio encarnado.

Será lúdica la mano que deslice sobre tu piel

quebrantada por el dolor infinito de la muerte.

Ábrete a la mirada que emerge del hueco de tu rostro.

Perdónate y camina en la senda de acero ensangrentado

por la huella despreciable del olvido. Perdónate.

UNA EXPERIENCIA PARA OMAR

 

            Imanne caminó por las calles desiertas a esa hora. Llevaba en su bolsa un atado de verduras para cocinar. Su anciano padre la esperaba en la puerta de la casa. Casi ciego, su único contacto con la vida era su hija que florecía en la casa avejentada por el tiempo, el sol y las lluvias.

            Se cruzó con Abdellatif quien la observó sorprendido. No estaba con su hermano esa mañana. No era correcto que comprara en el mercado estando sola. Ella se cubrió el rostro y apresuró el paso. No podía hablar por nada sobre lo sucedido a su hermano Omar. Esa noche un joven extranjero lo invitó a un lugar donde se juntaría con algunos muchachos de su edad para hablar y cuando despertó no había llegado aun a la casa. Le mintió al padre. El Profeta la perdonaría, porque no debía preocupar a su amado progenitor.

            Cuando llegó a la puerta de la casa lo vio. Estaba tirado como un saco de pasto seco entre los escalones que lo llevaban a su habitación. Abrió como pudo la entrada que chilló en los herrumbrados goznes y arrastró a Omar con energía hasta el patio. El padre la llamó. -¿Qué pasa hija?- Nada padre es que pesa mucho mi compra. Alá Misericordioso la perdonara.

            Dejó la compra sobre la rústica mesa y corrió descalza a levantar el cuerpo de Omar. Tenía un horrible olor a alcohol. Es una vergüenza que haya bebido. Si padre lo sabe lo castigará con su cinturón de cuero. Como una experta lo subió a la cama y se retiró. No se animó a sacarle la ropa. Ella era mujer y nunca le era permitido hacer algo tan perturbador.

            Salió a buscar a su vecino. Él, hablaría con su hermano cuando despertara. Abdellatif, se sorprendió cuando la vio parada junto a la ventana del negocio. Salió. Ella cubriéndose más la cara le contó lo sucedido. Un suspiro enojado le hizo mirar a los ojos de ese hombre que la llenaba de miedo. Pero la miraba con seriedad sin enojo.

            -Yo te ayudaré, pequeña.- dijo, para que tu anciano padre no sepa el pecado de su hijo. Llámame cuando sientas que ha despertado. Ella salió corriendo. Casi tropieza con el padre. -¿Hija qué pasa?- Nada, nada. Descanse pa.

            Al medio día cuando el perfume de las verduras y la carne de cordero hacían gala de su buena mano en la cocina, despertó el muchacho. Estaba mareado y parecía un espantapájaros. Se asomó a la ventana y le hizo una seña al vecino. Entró, éste en la casa, con un buen pretexto para no asustar al anciano. Fue directo al joven y lo tomó del brazo llevándolo hasta la puerta. –Sal mal nacido. Mira lo qué haz hecho. Tu pecado puede llevar a tu padre a la tumba.-

            Omar se arrodilló pidiendo disculpas, pero aun estaba mareado. Algo extraño le habían dado junto con la bebida. Fumó un cigarrillo extranjero que olía horrible y eso lo tumbó. Nunca más aceptaría una invitación de ese extranjero y de cualquier otro.

            Recordó la música que retumbaba en su cabeza y el ruido de las sandalias sobre la madera del café. Vinieron imágenes a su memoria, unas mujeres extrañas vestidas con ropa diferente a las chilabas y a las que usaban las muchachas de su ciudad.

            Sintió nauseas y salió hacia el huerto donde vomitó un jugo verde y maloliente.

Se sintió un poco mejor. Su padre olfateó el aire y entendió que algo malo había pasado.

            Abdellatif sacó al viejo con un cuento de mostrarle unos cueros que le habían traído del interior. Así, Omar se pudo esconder un rato. Se lavó y acicaló. Cambió la ropa y las sandalias que entregó a Imanne para que lavara. Luego comió un buen plato de cordero con verduras y pidió permiso para ir a la Medina a comprar un atado de cigarrillos. Fue una forma de alejarse. Su querida hermana, lo esperaba junto a la puerta con el padre sentado en un sillón de madera. Unos músicos pasaron tocando una hermosa melodía y el tamboril, los sacó de la angustia que sin saberlo compartían padre e hija. Cuando Omar regresó era el buen hijo de siempre. Alá los había bendecido, dijo el padre y la muchacha con lágrimas en los ojos, asintió mordiéndose los labios.

 

 

 

TÉ ROJO

 

            Belarmina sirvió el té a las cinco en punto como lo hacía desde que llegó a la casa. Era el aire inglés que la señora Leyla y el señor Jamelson tenían como costumbre. Pero ellos eran unos perfectos descendientes de italianos que llegaron hacía muchos tiempo en un barco de inmigrantes.

            Toda la casa era una copia de una revista de decoración y habían pagado con mucho esfuerzo que se viera como la típica vivienda de la calle londinense que soñaban.

            La vajilla era de porcelana traída en cajones desde la lejana isla, pieza por pieza, con sello y envuelta en papel de seda con un raro escudo, que copiaron como propio.

            Cortinas y tapices con marca de fábrica de Birminghan y no faltaban libros preciosamente editados y cubiertos en cuero verde con letras dorados en el idioma de la “Rubia Albion”. Ellos no podían leerlos. No hablaban una sola palabra en inglés.

            La joven mucama, sonreía afable mientras ellos en silencio, contemplando el vivero imitado de la revista de Harrods, con plantas traídas desde India y países que eran colonia de su Majestad, al salir los escuchaba que hablaban en un dialecto italiano muy difícil de entender. Se reía a carcajadas en la cocina mientras con la vajilla de cobre, hacía mucho ruido así apagaba su risa.

            Un día alguien tocó la aldaba de forma de león en la enorme puerta verde. Ella, abrió y encontró parado allí, con su bigote afilado a un caballero que le expresó ser el sirviente de Lord Mc. Girsong y que traía una nota para sus señores. Belarmina la recibió y le preguntó si esperaba respuesta a lo que el joven le dijo muy tieso que sí.

            Entró y se la entregó a su patrón. Pálido como cuerno de elefante, el pobre hombre se quedó mudo sin poder decir una sola palabra. La buena señora tomó la nota y temblando trató de leer. Estaba escrita en una preciosa letra con tinta color violeta en perfecto inglés. Ambos abochornados le alargaron la nota y le dieron las gracias y le pidieron que le dijera al hombre que tenían otra invitación ese mismo día.

            Agradecidos le mandaban una planta de rosas “Princesa de Gales”. Cuando Belarmina  regresó su patrona lloraba en la cama con sonoros sollozos y él, el señor sólo atinó a pedirle: ¡Belarmina, por favor, sírvame un Té! ¡El color era rojo por la sangre que manaba de sus muñecas!

 

 

 

EL ÁNGEL NEGRO

 

            Estamos cruzando el río con una canoa frágil que compramos con nuestros ahorros. Es pequeña y pintada de colores vivos. El río se desliza suave como un reguero de miel o aceite entre un sin fin de plantas. Hay ruidos desconocidos por la costa. ¿Serán monos o aves? No tenemos idea de dónde provienen. No le tenemos miedo. La aventura nos ha superado. Primero la avioneta se descompuso en medio del tramo que nos llevaba al puerto, luego caminamos por una ruta contraria hacia donde queríamos ir, nuestro viaje de tres días está durando trece.

            Chalo dice que ese número no hay que nombrarlo, es mufa. Yo no creo en esas cosas. Rolando que es medio místico, nos alienta con unas oraciones que parlotea a toda hora. Me cansa, pero no le digo nada porque es bueno y ayuda en todo. Seguidamente al llegar al único puerto que encontramos había sólo una canoa. Ésta que se desliza como sobre miel caliente. Gracias a Dios no estamos solos, hemos visto algunos nativos caminar por la orilla. Nos miran con su boca desdentada y nos hacen señales que no entendemos.

            Giro y un sordo ruido surge entre las frondas. Es una imagen extraña. Lo que vemos es como un enorme ángel negro con un par de alas emplumadas que se abren sobre nuestra bonita canoa. Pareciera envolvernos con sus alas de grafito brillante y garras afiladas. Clava sus grandes ojos en mí. Me toma por el hombro y me sostiene sobre el río como un juguete sin forma. Lloro con desesperación. El número trece, pienso y con un llanto de cobarde, me lanzo a gritar y a golpear con mi mano ensangrentada al Ángel Negro. Los nativos vociferan y saltan de alegría. Ahora entendemos que ellos esperaban eso. Le grito a Rolando que rece por mí. Un dolor cálido me consume mientras mis alaridos se pierden para siempre. Ellos siguen navegando huyendo de ese monstruo alado que ya sació su hambre.

 


LOS MARCADOS

 

            Mis manos vuelven a sangrar y me duelen. Mis labios cuarteados por el frío tiemblan y el aire huele a azufre. Las cenizas vuelan por todos los rincones. Algunas encendidas aun, y de una manera lenta, parecen como luciérnagas enceguecidas en la noche que corre para cubrirnos el miedo.

            El cielo está tan rojo que parece hermoso. Es como esos cuadros que solíamos admirar en París cuando fuimos al museo de Orsay. Las nubes se van poniendo negras y un pudor eléctrico nos hace unirnos cuerpo a cuerpo en el suelo áspero que ha quedado depredado con las granadas que echaron los “Otros”.  Hay restos de casas en llamas, vuelan de ventanales rotos unas cortinas que parecen los velos de las novias en los templos.

            Fulvio y Darío, se han animado. Se han parado y van a ir caminando por la vieja calle por donde vehículos volteados y rotos parecen monstruos fatigados. Regresan pálidos y aturdidos. ¡Hay cadáveres por todos lados! Corre la sangre por las orillas de las veredas. Todo está destruido. Se sienten los sollozos de algunas personas que como nosotros se refugiaron en los subtes. Hasta los perros han caído en tierra. Darío vio un gato subido a una ventana que chicoteaba con el viento.

            ¡Todo esto por una libertad que desconocemos! Si al nacer nos pusieron un chip y ya saben donde encontrarnos.

            León, Dafne y Rita, aunque se oculten bajo ese montón de escombros las van a encontrar. Los Otros son los Jefes y nosotros ya vinimos con La Marca.

            Mejor no sentamos y comencemos a orar como nos enseñaron los venerados ancianos. Pronto llegarán y seremos como ellos quieren, esclavos para trabajar para sus necesidades primarias.

            ¡Triste destino del siglo XXV!  Antes la gente no tenía el chip y era verdaderamente libre. Eso me contaron mis ancestros.

            ¡Allí vienen por nosotros! Adiós amigos míos.

 

miércoles, 23 de octubre de 2024

"Siempre la inteligencia fue capaz de derrotar a la fuerza"


            Sí, a la fuerza había llegado Romina a terminar el secundario. Sus padres ya cansados de profesores desde enero a marzo, pagados con esfuerzo y promesas de la jovencita de ser una excelente alumna en el próximo ciclo lectivo. Pero nada. Ella firme con su degradante falta de responsabilidad llegaba a fin de año con muchísimas materias en falta.

            Una mañana llegó al colegio el nuevo profesor de historia y apenas traspuso la secretaría del establecimiento comenzó la charla aguda y sepultante de los otros docentes sobre los malos alumnos de la escuela. Escuchó con atención y trató de memorizar los nombres...y por supuesto uno de los primeros fue el de Romina. Cuando entró en el aula de 5º un suspiro emocionado partió de los labios de las jovencitas y un "sonamos" de los muchachos. Laureano Hurtado era muy buen mozo. Parecía un galán de la tele. y las chiquilinas se prendaron inmediatamente de él. Al pasar lista fue revisando en su memoria los nombres de aquellos tan mal juzgados. Los ojos de Romina se quedaron colgados de las suaves pestañas del historiador. Ella también tenía una belleza esplendorosa, y además los dieciocho años más llenos de vida que pudiera pensarse. Allí comenzó la mutua seducción. Con inteligencia y tratando de hacer que amaran la historia contando con conocimientos y claridad logró que los chicos no estudiaran a la fuerza, como otras materias. Llegó fin de año y Laureano Hurtado entregó el diploma de bachiller a su novia y futura esposa: Romina. Toda la fuerza de los padres para que estudiara se había transformado en querer saber del "Amor".

REFUGIO PARA LOS TIEMPOS DE SOMBRA

 


            La semi penumbra de la habitación tenía como referente una desastrosa maraña de objetos desparramados, sembrados por todos lados como la textura de un tapiz moderno. Las paredes con manchas de moho, tierra, sangre y manchas de pintura con palabras infames y grafitis escritos bajo la influencia del alcohol y de las drogas. Cuando  entré, el olor fétido me descontroló por un instante pero ya estaba acostumbrada a ese tipo de recibimiento. No era la primera vez. Me mandaban siempre  con la seguridad que nadie me agrediría o me daría una golpiza. Allí me conocían, casi era la única asistente social que frecuentaba la zona y aún  ese edificio casi abandonado, pero lleno de "ratas de la calle", ese pequeño infierno era hoy un pandemonium. Me puse un pañuelo en la nariz y me lo até en la nuca. El penetrante olor a orina y a materia fecal me penetró por los pulmones y me hizo dar arcadas. Me acerqué arrastrando bultos con los botines, hasta una ventana y con mucha dificultad la entreabrí. Allí parada era realmente anacrónica. Pero logré sobreponerme al asco y comencé a buscar...habían cuerpos anestesiados por el haschid y hasta sentí el olor agrio del opio. Entre ese nudo infrahumano encontré lo que buscaba. Una pequeña figura desdibujada, apretujada e inmóvil con un bebé en brazos me apresuró. El efecto de la luz había logrado incomodar a algunos cuerpos que movían sus débiles manos como pidiendo, suplincando mejor dicho que cerrara la ventana. Traté de avecinarme a la muchacha y al niño. Una mano agarrotada se prendió de mi pantalón y me impedía continuar con mi tarea, la desprendí sin pudor.

            La muchacha no podía sostenerse en pie y yo sólo tenía fuerza para arrastrarla entre esa masa de seres desarticulados. Alcé al niño y comprobé que aún respiraba. Pensé en huir dejando a la madre en el lugar pero mi vocación es más grande que mi repulsión. La tomé por debajo de las axilas y como pude llegué hasta lo que parecía era una vieja cocina. Una mano me tendió como suplicando ayuda, una jeringa mugrienta y vacía... le hice una suave caricia...era casi un niño. Al entrar en ese cubículo lleno de vieja vajilla rota y roñosa, donde unas ratas famélicas corrían por los pocos muebles que quedaban del antiguo esplendor, logré abrir un grifo y con suave y dulces gestos mojé el rostro de la pobre desdichada. El bebé comenzó a sollozar con las últimas fuerzas que le quedaban. Logré sacar un poco del sopor a la joven mujer y le obligué a escucharme: - Mira es necesario salvar al bebé, sólo con tu ayuda yo puedo salir de aquí sin problemas. Él, ya casi no tiene aliento y el hambre le impide defenderse. Ayuda a tu hijo.- y comencé a sacudir con movimientos rítmicos a la pobre infeliz. La muchacha intentó pararse pero no tenía fuerza y con voz entrecortada casi como suspiros me pidió que me llevara al niño pero me rogó que le dejara dinero para otra dosis y la dejara allí.


            La  envolví como pude con mi campera y atravesé la estancia hacia lo que fue una puerta, la joven se arrastró detrás mío como pudo. El horror marcado en los ojos la hizo intentar regresar pero mis fuertes manos se lo impidieron. Llegamos a la calle y el aturdimiento la dejó paralizada, así estaba de  enferma. Con un silbido que había aprendido de chiquilina con mis hermanos logré parar a un taxi, que con mucho desagrado nos recogió como si fuera excremento humano, a ella y a mí, la asistente social. Al llegar al hospital ya una camilla esperaba con todo el material para resolver el grave trance. El bebé entró en urgencia a terapia intensiva y la madre atada a la camilla fue a parar a una sala especial. Luego tuve que hacer la típica llamada a la familia. Generalmente no aparecía nadie a buscar esos seres olvidados. Esperé un rato y recibí la enorme sorpresa ...llegó una familia completa, desesperada y trágicamente unida por el dolor de haber perdido a uno de sus seres queridos. Reencontrala era para ellos algo inesperado, besaban mis manos  y suplicaban a los médicos salvaran la vida de su hija y su nietecito.

            ¡ Ellos no comprendían bien cuando se había roto el diálogo con su hija, tal vez fue el producto de una vida llena de compromisos !         

            Un anciano de figura patriarcal llegó tras ellos en un moderno automóvil y comenzó a desplegar dinero entre todo el personal.

            Pronto llegó un abogado y con él un joven con aire de intelectual y muy exitoso empresario. Quiso ingresar a la habitación de la recién rescatada enferma pero yo tenía una orden del juez de impedir que nadie la interpelara antes que él.

            Llorando el hombre le suplicó que lo dejara que viera a su joven esposa y a su bebé. Muy sorprendida le pedí tiempo y calma. ¡No entendíamos nada!

            Un médico entró junto al juez y con ello se empezó a deshilvanar la trágica historia. La cara de terror de la casi lúcida muchacha y las demandas de socorro nos pusieron frente a un hecho insospechado. El tan lloroso marido era un sínico que la maltrataba hasta límites incalculados. Incluso frente a las hábiles preguntas del juez supimos que incluso le había tratado de sacrificar al hijito. Así había huído y cayó en esa trágica casa de drogas, refugio de seres atrapados por dramas y desamor.

             Quién llegara como un ganador salió huyendo. La infeliz, apoyada por toda una maraña solidaria comenzó un penoso y terrible camino desandando el infierno vivido. Mucho les costaría lograr que el malvado pagara con la justicia sus culpas. El dinero puede tapar hasta la mayor de las infamias.

            ¡Cuándo el miedo reina sobre la vida...ésta se hace intolerable y toma rumbos imprevisibles!.

CURINAO EL MAPUCHE

                         

Curinao con sus pies desprovistos, casi arrastrando su pena por las rústicas piedras del sendero. Ha trajinado el invierno entre las altas araucarias. Nada queda de la vieja heredad de sus mayores. Mira sobre el volcán que fuma despacito y piensa en el dios de sus ancestros. Ya ni siquiera vomita fuego, está todo muerto. Un ave grita entre las copas de los álamos y levanta la vista, el indio, para seguir el rumbo del ave. Ésta se pierde en un horizonte de color bermellón y oro. Mira con sus ojos de grafito adormecido y siente en su pecho un fuego novedoso, siente que sus dioses mapuches aún lo miran desde ese bello cielo infinito. Busca de entre sus prendas de lana tosca y saca una pulida "ruca" cálida. Se agacha y limpia un trozo de tierra donde cae aún la ceniza gris del Curirayén misterioso. Lanza las rucas, tibias aún por la sobadura de sus manos... y las tira al aire, como le enseñara Ngenechen el dios mapuche, El de antes de los blancos. Están prohibido entre los huincas hablar de ese dios. Por eso él, ha escondido bien sus rucas viejas. Quiere elevar una plegaria. Hacer un nguillatún, como los hacían los ancianos. Su mujer está tan débil, con su nuevo parto. Ha tenido veintitrés hijos fuertes y ahora, justo ahora, viene a sentirse mal. ¿ Qué puede hacer él, ahí no hay nada... ni blancos, ni maistros, ni curas para darle una mano! Las rucas hablan. Él debe buscar ayuda en Calafquén. Hacia allá camina. Corre. Pasa el sol sobre sus hombros.

   El mediodía cae como un río de lava del volcán y atisba el poblado con sus casas de madera y el humo de las chimeneas grises. Un hombre viene a caballo por el camino sombreado y lleno de musgo. Es Antimilla Punulef, su compadre, que se acerca desde el pueblo. Una sonrisa desdentada le amaina el apuro y el miedo. Se abrazan. La breve ceremonia  los acerca. Pide ayuda.- ¡ Es urgente! ¡Mi mujer puede morirse!- expresa acongojado.

    Antimilla busca a la vieja médica nonagenaria, con habilidad en los secretos. Parten como aves emigrando hacia el rancho de la parturienta en apuros. Prosperino, el nieto de Rosamela, acompaña con su caballo a la anciana que viaja en un carro hecho de madera y cuero, tapada con unas pieles de ovejas nonatas. El grupo avanza rápido en la desolación, a pesar de todo, hay frutillas silvestres y piñones entre las cenizas del volcán dormido ahora. Algo queda para comer entre agua ardiente y agua fresca del arroyo. Se acercan a la casucha y presiente el silencio pesado como lava helada. Un  grupo de niños desarrapados sale al encuentro de los peregrinos. Millaray , la mayora, se acerca con cara de alegría y susto. ¡Viene la médica! Su padre y otra gente que ella no conoce. Tiene vergüenza.

   La comitiva entra en la habitación. Los niños han mantenido caliente el recinto. Panchito y Carmelinda, hacen un caldillo en una marmita ennegrecida por el fuego. Está todo tiznado.

   La Rosamela echa a todos. Sus buenas manos de artista de Dios, harán renacer la vida de ese cuerpo seco de tanto parir y amamantar. Prosperino es el único que puede estar presente y ayudar a su abuela médica. Trae una calabaza con un menjunje y le da a beber a la parturienta. La “dotora” reza en su lengua madre mapuche. Seguro que el dios de los mapuches escuchará sus ruegos. Nace el primer niño, luego el segundo... y corona el tercero. Un ruidosos griterío de las pequeñas gargantas despierta a los hermanitos pequeños que duermen junto al fuego.

- ¡ Nacieron...!- Sí, nacieron. Y Curinao, el padre, se postra ante el Dios Infinito y de su garganta seca sale un

-¡ Gloria a Dios en las alturas, glorifico al Dios de la tierra y de los Mapuches! -

   La vida responde a los llamados del hombre humilde de la tierra. Gracia eterna al que quita las penas del hombre. Curinao, indio noble, recibió en sus brazos los tres niños. Ya tenía veintiséis hijos. Ya cumplió con su sangre y con sus mayores. Con su raza mapuche y silenciosa. Curinao abrazó a Licán Ray, su mujer, le besó la frente afiebrada y le comunicó que ese sería su último parto. Ella le sonrió y lo bendijo. Un suspiro salió de su garganta tibia... ¡ Gracias Dios, que ha tenido piedad de esta mujer! Y se durmió sonriendo.

           

UN VIAJE LLENO DE CURIOSIDADES

 


            Mamá regresó del sanatorio restablecida de un extraño virus que había adquirido. También recibió a su llegada un telegrama de despido como docente. ¡ Quedó petrificada y llorosa !. Ella adoraba enseñar, los jóvenes son su pasión, y creía que era irremplazable en su escuela, pero resultó que no era así.

            Deambuló toda una semana y un día regresó de las compras totalmente eufórica. Una compañera le preguntó si se animaba a enseñarle castellano a un grupo de inmigrantes taiwaneses. No hablan nada de español ni de inglés, pero eso no la hizo huir. Así llegaron a casa siete adolescentes de ambos sexos a mi casa. Eran tímidos, muy callados, respetuosos hasta el delirio. Mamá estaba paralizada, pero un acompañante de nombre Li, hablaba algo de castellano los presentó y le dio algunos consejos. Por fonética, mamá aprendió palabras en mandarín y en taiwanés, que es un dialecto chino. Los muchachitos venían todos los días con cuadernos y apenas elevaban la vista. Con señas, dibujos y con un inmenso amor comenzó ella la ardua tarea de alfabetizarlos. Eran casi niños y estaban a miles de kilómetros de sus padres, amigos y patria. ¡ Para ellos todo era demasiado diferente!. Budistas algunos, ateos otros, no comprendían que mami los quisiera como a nosotros, sus hijos. Mis hermanos y yo les teníamos mucho celos, pero logró con su ternura que los terminarámos incorporando como compañeros de juegos y como amigos.

            Pasó un año e ingresaron a escuelas donde comenzaron a relacionarse con chicos de nuestro país, que acostumbrados por ser descendientes de inmigrantes a ellos, siempre reciben con amor a los extranjeros. Mi madre resolvió cuanto problema se presentó. Una vez Chiu Schaug Youg, se quebró un brazo haciendo gimnasia y allá partió al hospital. Otra vez se tuvo que hacer cargo de un examen muy difícil que les impedía superar el trimestre, ellos no tenían tanto dominio del idioma.

            Un día llegaron un grupo de padres de la lejana ciudad de Taigchung y fuimos todos a comer juntos a un restaurante de estricta etiqueta china. En la cabecera de una larga mesa, papá y mamá, hacían el papel de homenajeados. Comimos cosas riquísimas con nombres irrepetibles. Ya no teníamos un resquicio donde nos entrara más comida y seguían trayendo más y más platos desde una cocina casi invisible. En ese tiempo los chicos hacían de intérpretes entre mis padres y los de ellos. Nadie podía entender muy bien por qué mis papis y en especial mi mamá los quería tanto. Sólo quién conoce su vocación por los desvalidos puede comprenderla.

            Con el tiempo todos comenzaron a llamarla "mamá argentina"y le consultaban todo lo que hacían. Sus padres habían regresado a Taiwan y ellos no sentían soledad.Nuestra familia les daba protección. Un día entró Kuo Wei con la noticia que se había enamorado y tras él, apareció una joven que no conocíamos. Quedó integrada a nuestra familia. Al tiempo, de acuerdo a sus tradiciones dispusieron casarse. La ceremonia debía ser frente a los ancestros de la pequeña Pei Ti, que permanecían en sus pequeñas vasijas en el templo familiar en su casa. Mamá fue una de las únicas seis personas que permitieron ingresar a la solemne ceremonia. Ella después nos relató emocionada el extraordinario ritual.

            ¡ Un problema surgió en la familia del muchacho!; sí, los ancestros de Kuo Wei estaban en Taiwan. ¿Qué podía hacer ese joven enamorado?. Así fue que nos invitaron a viajar a la boda en ese lejanísimo país de oriente.¡ Cómo papá y mis hermanos no podían moverse por estudio y trabajo, partimos mamá y yo!. Ellos pagaban todo el viaje. El avión partió y prácticamente volamos tres días, pasamos por U.S.A., donde dormimos y continuamos. LLegamos a Taipei, capital de Taiwan y desde allí por una gran autopista aérea, ya que estaba sostenida sobre otras autopistas, por altísimos pilares, llegamos al pueblo de los jóvenes esposos.

            ¡Qué maravillas vimos, cuan grandes eran los budas y dioses y santos de los enormes templos!. Me faltaban ojos para ver y quería guardar todo adentro de mi corazón. A mi mamá la agasajaban en todos lados. Le trataban de retribuir todo el amor puesto en su enseñanza de adaptación a nuestra patria. Yo cumplí los diez años allá y me llenaron de regalos.

            Llegó el día de la ceremonia y tras los novios vestidos con sus trajes tradicionales, entraron los abuelos del varón y los padres. Mamá fue introducida de la mano de un anciano hasta el altar familiar.Por supuesto que ya conocía lo que tenía que hacer: tomó los incienzos rojos con letras doradas y los presentó frente a los antepasados. En suave castellano se dirigió a los dioses y santos, explicó por qué estaba allí y realizó las ofrendas como madre adoptiva por el amor. Se retiró y todo continuó como era de prever. Al salir la anciana abuela se acercó a nosotros y nos entregó un "rosario" budista. Yo me empiné y le dí un sonoro beso, como suelo darle a mi abuela cuando me hace un regalo. Se produjo un silencio profundo y todos guardaron su respiración un minuto eterno. La abuela Tao Ti con una hermosa sonrisa dijo algo y todos sonrieron. -" La anciana acaba de decir, expresó el nieto, que es el primer beso que recibe en sus 73 años de vida; que no se ofende porque ha visto en T.V., que los occidentales lo hacen siempre".-Yo miré aterrrorizada a mamá que estaba pálida, ella se había olvidado de contarme que en China, nadie se besa, ni siquiera entre padres e hijos, ni entre esposos...menos con una extraña como era yo. Así viví el cariño de gente agradecida por un amor infinito que había otorgado mami a sus nietos. ¡La abuela recordará por largo tiempo que una vez una jovencita argentina le dio su primer beso en el rostro a cambio de un "rosario budista" y seguirá sonriendo con ternura!.

            A nuestro regreso no me canso de contar tantas anécdotas interesantes que vivimos. ¡Me encantaría regresar a ese país maravilloso con gente hermosa y buena!

VUELTA DE HOJA

 


            La hipocrecía de la carta que me había entregado Octavio, dejó un gusto amargo en mi estómago. La había recibido entre el viernes y el sábado de manos anónimas, ya que estaba bajo su puerta y no tenía remitente ni firma. Odio la cobardía y es inútil tratar de conocer a esa clase de gente. Estábamos preparando unos planos con los cortes en distintas vistas, para entregar en la facultad y no teníamos la cabeza puesta en los problemas de nuestros amigos. ¡Nada presagiaba esta dificultad impensada!. Cuando Octavio me leyó las graves acusaciones sobre la vida de  Raquel, me dejó perplejo, no podía aceptar una calumnia semejante. Yo sabía que nuestra compañera había tenido una relación sofisticada y extraña con un hombre del que nunca dio nombre ni seña alguna.Me dirijí a su casa buscando ¿no sé bien qué?, pero sabía que difícilmente ella estaría allí. Sí, encontré a Doralia, su madre...una mujer sencilla que tenía una relación malísima con Raquel. No sabía como abordarla y traté de esquivar su profunda mirada inquisidora.¿ Qué buscas, me dijo, mientras me seguía por el largo corredor que desembocaba en la biblioteca?. Yo no quise hablarle de la famosa carta y callé. Si yo la miraba,ella que me conocía, vería en mis ojos la respuesta y no quería hacerla sufrir. No deseaba revelarle las calumnias sobre una maternidad interrupta de Raquel, ni de las malvadas descripciones y detalles del papel. Tal vez si a la luz de una buena charla podía desentrañar la verdad, le revelaría a su pobre madre lo sucedido, venía detrás de mí , como palpitando una realidad agónica. Yo seguía callado, ella se apartó y con una suave caricia me dijo:- Si buscas a Raquel, no está acá desde hace más de un mes, se ha ido con un "canalla", sólo dejó a su perrita y una corta nota despidiéndose , pero no sé nada de ella.-

            La miré con tristeza a los ojos y comprendí cuán fuerte era su amor y su bondad. Entre ambos hubo una mirada cómplice, pero ella conciente de mi esfuerzo por eludirla, se apartó de mí y se fue hasta la chimenea y se sentó en una hamaca. Tomó su tejido y sin mirarme me dijo:- Tú, Ricardo amas profundamente a Raquel. Ella no ha descubierto al hombre que eres. Yo sé cuánto dolor te produce su vida sin tí. Yo desearía que esa necia te amara, pero en la vida es casi imposible descubrir al verdadero amor.- Me acerqué a esa amable mujer y me eché a sus pies y apoyando mi cabeza entre su regazo lloré amargamente mi ira , mi frustración y por qué nó, mi odio.

            Raquel regresó a la facultad con la primavera, un oscuro y furioso rencor en la mirada que revelaban su fracaso amoroso. Yo no me acerqué ni le pude hablar, ¿ para qué iba a buscar un retazo de vida semidestruída?. Ella vino a mí y con lágrimas en los ojos me besó suavemente. Ya tendría tiempo de relatarme su tormento. El verdadero amor...lo perdona todo. Miré las hojas del árbol que estaba recién brotado y me sentí fuerte para conocer la verdad.

UN AMOR IMPOSIBLE

 

                   Había dejado de llover. Leandra entró al comedor y comprendió que había llegado demasiado tarde. Se  oía  la cascada de los desagües desagotando agónicos el canal de la azotea sobre el pequeño patio interior. Estaba sola. Unas sombras se alargaban en los mosaicos mojados. Dejó el paraguas húmedo con pena apoyado en la silla. Se quitó la bufanda y los guantes que hacían juego con el hilo de sangre que se diluía en el torrente hacia la pequeña rejilla de la terraza. Lo vio allí caído. Solo, quieto. La cabeza destrozada  contra las frías baldosas. ¿Por que a  ella? ¿Por qué en su tragaluz?

¿Por qué ese hombre que llenaba de sueños sus largas tardes grises de domingo?

                     Ahora que era  primavera, él le dejaba ese regalo entre sus plantas. Cortó una flor de una maseta. Se la puso en la mano y fue al teléfono. Marcó el número que él, un día le dejara. Se sentó y lloró. Se había quedado sola. La noche  cubría la ventana como cortina de pena.

                     Llegó su madre, la misma que meses antes le dijo: “Ese hombre te hará muy desgraciada”. Pero ella había soñado con el amor. Ese imposible para su vida gris y sin sentido. Sólo trabajar y cuidar unas plantas y a un gato que se escapaba por las noches por la ventana de la cocina.

                     La miró a los ojos , quería escrudiñar su alma... quería saber si aun su madre la odiaba. Te extrañaba. Yo te dije…

                     Madre él, me hizo feliz, no entiendo qué ha pasado. Anoche hablamos hasta casi la madrugada, hicimos planes, pero…pero acá dejó una carta. Se despidió de mí, sólo lo angustiaba el haber matado hace un año atrás a su exmujer. ¡Bueno, tal vez, fue mejor!

                     Tal vez, hija, estuvo a punto de volver a cometer un asesinato.

                     Entonces no lo hizo por amor, sino por miedo a volver del lugar desde donde vino, la cárcel.

                     Sonó el timbre. Era la policía que venía a buscar el cadáver de Julio. Se secó una lágrima con la manga del saco y abrió para deshacerse del cadáver del amor imposible. La gata entró corriendo y se acomodó en el sillón, frente al televisor. Todo volvió a la normalidad.

viernes, 18 de octubre de 2024

DIGNIDAD DE MUJER

 


            “Con cada sonrisa que desparramo, planto una flor con color de esperanza”

 

            La guerra había amenazado con su furia a un pueblo pequeño. Desde la altura del minarete de la mezquita se podía ver el humo que se desprendía de las casas quemadas y arrasadas. Ságar, un campesino oraba con mayor fortaleza esperando que ese horror terminara. Pensaba en su mujer, la joven Narine y en sus hijos, que aun eran pequeños, pero que seguro se llevarían si llegaba el ejército a buscar hombres. Él, ciego de nacimiento, solía dar gracias a Alá su Dios, por haberle evitado tener que ir a matar hermanos. Cada amanecer escuchaba más cerca el ruido espantoso de los cañones. Cada tanto oía que se acercaba alguien y escondía a su familia en un pozo profundo que había en la casucha y que tapaba con extremo cuidado con una raída alfombra de oración.

            No cocinaba con especias para evitar curiosos. Hervía agua del pozo y allí ponía un puñado de arroz  con algunas legumbres. Nada que pudiera ser codiciado por seres malignos. Su primer llamado a orar era antes del amanecer y aprovechaba para oír con mucho cuidado los ruidos de alrededor de la casucha, luego buscaba una de las pocas cabras que le quedaba y le extraía leche para hacer cuajada y quesillo. Finalmente cuando sentía el canto de ese pájaro tan misterioso que le avisaba la salida del sol regresaba a fabricar cestas de mimbre.

            Una tarde cuando estaba orando sintió ruidos sordos y supo que llegaban. Como pudo hizo lo que debía, esconder a su familia y seguir orando. Un golpe derribó la endeble puerta y entraron. Sintió el frío de un arma en su espalda. Siguió rezando las aleyas que murmuraba desde niño. Lo golpearon hasta desfallecer pero no hizo nada. Alá, el misericordioso, le exigía ser muy astuto. Revolvieron cada rincón, cada cesto, cada trasto. Le arrancaron lo poco que tenía para comer y luego le dispararon sin que el impacto le hiciera más daño de lo esperado. Quedó vivo, medio muerto, pero había logrado ocultar a su familia.

            Se fueron gritando y enarbolando armas que disparaban al aire. Cuando el silencio cubrió la casa, como pudo sacó la alfombra y abrió. Su amada mujer había logrado  mantener la calma y anegada en lágrimas le hizo tocar con sus ásperas manos el cadáver de su pequeño al que un proyectil que había perforado el piso arrebató la breve vida. Se abrazaron  Ságar y Narine, ella lo limpió, le cubrió con cenizas las heridas y al oscurecer en el profundo silencio enterraron al bello Jarub de 4 años. Ella se armó de fuerza y acompañó en su dolor al resto de su familia, en especial a su esposo ciego.

            Cada vez que sus hijos la miraban, su dulce sonrisa, era un mensaje mudo de amor y esperanza.

 

                                               Los valientes campesinos de Siria, siguen defendiendo la paz y el amor que necesita cada ser para sobrevivir.

 

 

 

 

UNA HISTORIA DE ANTAÑO


 

            A Eduviges la casaron con catorce años. El marido era un anciano que poseía muchas tierras. En esa época, el hambre y las guerras diezmaban los poblados. Lloró hasta quedarse sin voz. Sus suaves gemidos no condolieron al marido que tenía treinta años más que la muchacha.

            Tuvo trece hijos, cinco mujeres y ocho varones. El “señor” de la casa era bastante generoso con su familia. Salía de caza con los muchachos desde que cumplían los ocho años y les enseñaba a usar el arco y la flecha para matar ciervos y conejos. La cacería era el juego de los niños. Eduviges bordaba junto a sus hijas frente a una enorme chimenea, pero el frío se colaba por las hendiduras que tenían las paredes de piedra de la casa. Ese invierno fue extremadamente cruel. La nieve había tapado el campo y los animales que no estaban protegidos en graneros, morían. Los campesinos sufrían y una enfermedad asoló las aldeas vecinas y los campos. Las servidoras de la casa, enfermaron y transmitieron el mal a las muchachas que fueron presa de fiebres y a pesar de las sangrías se fueron muriendo una a una. Luego les llegó a los hijos. Así con 32 años Eduviges quedó viuda y sin hijos. Sola y triste pensó que su vida no tenía sentido.

            Un día de primavera pidió el birlocho para ir al mercado. Uno de sus servidores le rogó que no fuera, que la peste azotaba la región, pero ella nada tenía que perder y exigió que la acompañaran. Dos de sus nuevas ayudantes, muchachas muy jóvenes, la siguieron. Cuando llegó a la plaza y vio a la gente en los portales, hambrientas y doloridas, se puso tan triste que dispuso que su enorme fortuna se distribuyera entre los pocos aldeanos sanos o enfermos.

            Así con la ayuda de unos monjes que habían llegado desde muy lejos y la gente que vio en ella a una salvadora, comenzó la tarea de reconstruir el poblado.

            Han pasado cientos de años. En la plaza de una floreciente y bella ciudad de Babiera hay una enorme estatua de esa frágil mujer que fue inspiración de un puñado de hombres valientes de su época.

 

 

 

 

 

 

 

ASUNCIÓN, LA TRISTE VERDAD

 


 

Había nacido debajo de una higuera en medio de un descampado del campo. La madre era alcohólica y no tenía otro lugar donde tenerla. El padre... bueno sería cualquiera de los obreros golondrina que pasaban por la época de cosecha. ¡Nunca lo supo!

Era muy morena y peluda. A veces la dejaba envuelta en unos trapos de limpiar pisos que sacaba de las casas donde lavaba. Nunca le dijeron nada y había una patrona que le regalaba comida buena y ropa para ella y para la beba. Como se llamaba Asunción le puso ese nombre. Cuando la señora lo supo, le dijo que la trajera al trabajo, que ella la iba a ayudar y hasta la hizo bautizar el día que un primo de la señora, que era cura, vino a comer a la casa cuando ella estaba lavando en el fondo.

Nunca le faltó comida ni leche. Hasta que se fue haciendo grande y la patrona se mudó a un barrio donde no la dejaron entrar. Así perdió a su benefactora, su madrina. Pero la Vicenta, su madre, siguió trabajando y la mandó a la escuela. Un día la encontró enferma y buscó ayuda. En el hospital le dieron una mala noticia. Su mamá estaba muy grave. Los pulmones ya no respondían. Así, se fue la Vicenta y ella se quedó viviendo debajo de la higuera.

Aprendió a defenderse de todos y de todo. Cosechaba aceitunas, nueces, uvas, peras... lo que le permitiera vivir y comer., todos creían que era varón. Pelo súper corto, ropa masculina que le daban en el merendero y zapatos de los que encontraba en el basural. Como sabía leer, recogía los diarios y libros que encontraba. Y muchos la respetaban porque sabía hablar bien y se defendía con argumentos que ni ella a veces sabía cómo le salían frente a la prepotencia de algunos manda más, que intentaban "conchabarla" mal.

Recordó una charla que había tenido con su madre siendo una niña de unos doce años...- Mirá Asunción, yo soy muy bruta. Nunca he sabido nada. No sabía lo que era una sanguijuela, has había visto en una charca cerca de la higuera y se las llevaba a una curandera. Pero descubrí que estamos rodeados de esos bichos. Son en apariencia unos caracoles sin casa... pero son bichos astutos, con forma humana, dignos de los peores animales. Son como las serpientes. No las ves, pero están ahí, enroscadas, quietas, entreveradas entre los que parecen normales, esperando cuando te acercas para clavarte sus venenos o simplemente sus dientes. ¡Cuidado, parecen inofensivas pero pueden ser muy dañinas! Me refiero a hombres y a veces a mujeres.

Y ella, siempre se cuidó de las sanguijuelas, de las venenosas. Tuvieran o no tuvieran casas lindas o ranchos que se venían abajo. Trabajó mucho y juntó como para irse de la higuera. Cuando se fue no se llevó casi nada. Quería dejar atrás su historia, esa vida de dolor y desamor.

Llegó a una pensión de la zona norte. En la calle, había uno que otro negocio donde podía pedir trabajo. Esperó unos días, se arregló de acuerdo a como veía a las otras mujeres que estaban en la pensión. Y se presentó en la panadería, con un vestido azul y zapatos negros. El patrón era un señor de unos sesenta años, algo calvo y un poco obeso. Rubicundo y de ojos pequeños que se perdían en unos párpados gruesos. -Comenzás mañana. - y a la siete en punto se presentó. El horno chisporroteaba en la sombra del amanecer. Le dieron un delantal blanco y una corra. ¡Imposible ir con el cabello sin cubrir! Luego la metieron en un rincón junto a una máquina sobadora de masa. Y fue aprendiendo a hacer pan. Una mañana apareció la esposa del patrón. Una verdadera "bruja", flaca y fría como el hielo de la conservadora. Ojos negros que parecían incrustarse en la cara de los empleados. Le tenían miedo.

- ¡Don Rómulo está engripado y no vendrá por varios días!- dijo la doña. Y ahí supo que su madre en su ignorancia decía muchas verdades.

-"Mira hija...a veces hay personas que te envuelven como arañas en una suave seda parecida al encaje." "¡No te dejes atrapar, intentarán atraparte y extraerte toda la "vida", los sueños y hasta intentarán atrapar tu alma, es su naturaleza, la de las arañas ponzoñosas"! - Así era esa mujer, parecía una dulce y graciosa cuando le hablaba, pero si te dabas vuelta te hincaba unos dientes afilados. Era avara y despreciaba a sus empleados, los sobrecargaba de tareas y les quitaba con cualquier pretexto parte del sueldo. Gritona, mezquina y sobre todo mentirosa. Aparentaba frente a los clientes que trataba bien a los ayudantes de cocina, pero por detrás los insultaba con palabras no reproducibles. Hasta que un día la vio que le sacaba el dinero de la caja a su esposo. ¡Eso la indignó! Si el hombre era bueno. Y otro día la vio con otro tipo en una posición muy comprometida. ¡No dijo nada, pero esperó la oportunidad y se lo dijo! La mujer se encrespó pero le rogó que no le hablara a su marido.

Ella no quería perder el trabajo y aceptó callarse, pero no volvió a meterse en la oficina de la panadería por el tiempo hasta que regresara el dueño. Ella desapareció, y lo dejó sin un peso en la cuenta. Asunción, se preocupó para ayudar en todo y así don Rómulo se pudo resarcir y volvió a tener bien llena la panadería.

   Hasta que llegó el patrón se cuidó mucho. Su madre era sabia. Y con gran esfuerzo logró cambiar su vida y su historia... pero eso es otro cuento.

CONFIANZA ERRADA

 


 

Llegaron los especialistas y sintieron un horror enorme. ¿A quién se le ocurre tener semejante "mascota"? Comenzaron por rastrear a los habitantes del complejo habitacional. En la planta baja, habitaban tres personas de edad avanzada. Basilia, con sus ochenta y cinco años, estaba fresca y su mente comenzó a discurrir en ruidos y voces que había oído esa semana. ¡Nada importante para el caso! Modesto y Jessica, de tan sólo noventa y dos años él y noventa ella, estaban tan asustados que no recordaban ni sus nombres. La cuidadora de los ancianos, los protegía de cualquier torpeza externa. No pueden molestar a mis "viejito", perdería el trabajo y los hijos que viven en Toronto, me dejarían en la calle. Rebeca, era la más joven. Setenta y seis años, con una memoria envidiable, sólo atinó a nombrar a los dueños de los pisos de su zona, el color amarillo, donde solían vivir estudiantes extranjeros.  

Sobre el sector donde había ocurrido el hecho, no sabía nada. No conocía a sus vecinos. Del sector azul, solía aparecer un hombre rudo, con dos niños. ¡Y sí, allí había ocurrido el estropicio!

El inspector Tremplay, experto en serpientes, fue directamente al departamento de dicho inquilino o dueño del piso diez. Allí, sacaban las dos bolsas con los cuerpos de los niños. Noah de cuatro años y Connor de siete. En una jaula especial, los peritos y veterinarios, con la consabida discreción retiraron el animal. ¿Y dónde estaban sus padres? Preguntó la comisaria Brunswick. Un titubeante subalterno, dijo que los padres estaban mirando un partido de béisbol en el segundo piso. Nadie había oído nada. Excepto el griterío de los que esa noche con varios "tragos" en su tiempo deportivo, arengaban a sus jugadores favoritos.

¡Revisen por dónde pudo entrar el asesino! Se empujaron dos de los ayudantes para dar un paso atrás... ¡Puede haber otra igual o acaso no andan de a par? La mirada del inspector echaba fuego por sobre los ayudantes. ¡Son unos cobardes y ya se ubican para averiguar por dónde ingresó el bicho! Llegó el padre. Lloraba como un niño abandonado en el infierno. ¿No sabe decir de dónde pudo venir semejante monstruo? No. Un hilo de voz cascada por el dolor y la vergüenza, le impedía hablar con dignidad.

Mi mujer está en un centro de salud y sólo me echa la culpa porque los dejé solos. ¿Quién iba a pensar lo que ha ocurrido? ¡Quién puede ser tan tortuoso que tenga en un departamento normal semejante animal? Nadie. Una persona como nosotros, que siempre trabajamos en nuestras oficinas, dejando a los niños en la guardería, no tiene ni un periquito de color. ¡Ese infame, tenía ese bicho en su casa como cualquier "perrito o gatito"!  Jamás hubiéramos imaginado ni dudado de la seguridad de nuestro hogar.

¡Inspector... venga, creo que la pitón, ingresó por el techo, usando los conductos de la ventilación! Una locura. ¿Desde qué departamento vino? A inspeccionar cada piso y departamento. De pronto se presenta un extranjero y exclama. La pitón es mía, yo soy el dueño y reclamo que me devuelvan a Karly, yo la cuido desde que era una pequeña serpiente. Es parte de mi vida. ¿Qué ha hecho esa picarona? 

Señor queda usted detenido, su "bebé, de 45 kilos ha caído sobre dos niños matándolos con un abrazo mortal. El hombre se desmayó, cayó rotundo sobre el piso del corredor que separa los departamentos. El enfermero lo asiste y abre los ojos asustado. ¿Qué voy a hacer? Enfrentará un juicio por tener un ser vivo sin los permisos del gobierno y ya verá usted la demanda de los padres. El grupo de la policía juntó todos los posibles elementos que sirvieran para el juicio. La bestia quedó prisionera junto a su dueño.

 

Sólo quedó un osito de peluche caído cerca de la camita donde había caído la pitón africana. Afuera del edificio los periodistas y camarógrafos, buscaban saber más sobre el hecho "insólito" ocurrido en ese pacífico centro habitacional.  

miércoles, 16 de octubre de 2024

LA VILMA VEGA ...QUE YO CONOZCO...


                        En un mundo mágico pero real se instala la figura casi inesperada de la poetiza Vilma Vega. Una mujer con palabras de gemas, de acero, de fuego y por qué no de pájaros y flores. Su fragilidad física contrasta con su fuerza moral y su genio. Es para expresar su ira una tigresa del monte americano y para dar su amor un pétalo de nardo o de jazmín-gardenia.

                        Luchadora incansable y trabajadora hasta el sacrificio, su infatigable pluma la ha llevado a recorrer los márgenes más duros de la vida de un poeta. Comprometida, lúdica y guerrera...su tarea no termina en crear un libro de poemas. Con sabor de mosto y de vendimia, con ardor de fragua y de espoleta, Vilma ha llegado a rondar circuitos de peligro. Su lengua de terrón y de hilera ha cumplido un destino intransferible, luchar por sus ideas, sus obreros de la feria y sus viejos de talleres literarios, donde de vez en cuando se filtra la luz de un quinceañero o una muchachita de veinte años que la hace florecer en versos de amor y de utopías.

                        ¡Cuánta mujer hay en ella ! ¡ Cuánta hembra panfletaria ! ¡Cuánto grito de amor y de justicia buscada en el desierto de una sociedad machista y derrotada!

                        ¿ Cómo se describe  a la mujer poeta? sin caer en lo cotidiano y lo común. Toda ella es una imagen de estrella. Una diva telúrica y sensible. La he visto débil frente al dolor incomprensible de la muerte, pero nunca perdida o patética..., la he visto dolorida en su lecho de enferma pero jamás quebrada. La sé gentil y ácida cuando alguien la hiere o es incomprendida. Pero siempre poeta. Siempre con palabras de ensueño y de orfebrería. Quien conoce a Vilma Vega se enamora de ese alma exquisita y sensible. Busca escudriñar las voces de su Alvear infantil, de su Sur amado. Nosotros desde este hito de belleza queremos que su nombre brille y sus libros corran como agua de acequia, para que se conozca su hermosura, su nobleza, su creación constante.

                        Así los grandes de las Letras serán los que dejen huellas indelebles para las generaciones del futuro. Ejemplos vivos y candentes de luchadores de la pluma y de la palabra escrita. Ellos y nosotros seremos faros que iluminen a los nuevos escritores.

                                                           Graciela Vespa de Schweizer.

"El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga" , inspiración

 


"ALICIA PERDIÓ EL CONOCIMIENTO. LAS LUCES CONTINUABAN ENCENDIDAS EN EL DORMITORIO Y EN LA SALA. EN EL SILENCIO AGÓNICO DE LA CASA NO SE OÍA MÁS QUE EL DELIRIO QUE SALÍA DE LA CAMA Y LOS POCOS PASOS DE JORDÁN" 

                       

            Alicia había nacido en un hogar lleno de amor y complacencia. Su padre, poderoso y gentil, la mimaba como a su hija especial. Nunca sintió el rigor del desamor. Su madre delicada, también la adoraba. Como única descendiente del acaudalado hombre, la muchacha era educada para hacer feliz a un hombre que la amara. Invitada a todas las reuniones y fiestas, siempre estaba rodeada por jóvenes alegres y galanteadores. Era bella sin llegar al estereotipo de la moda. Elegante y simple, se arreglaba con discreción. Soñaba ser feliz. Creía en el amor. Quería formar un hogar como el de sus padres. Su vida se deslizaba por un paraíso ideal. Así conoció a Jordán, el hijo del socio de su padre, que había regresado de Yale. Alto, rubio, atlético. La deslumbró su estilo. Creyó que ese era el hombre de su sueño. Pero...no supo hasta después la verdad. Terribles sucesos la llevaron a...

                        Un rumor de aves y monos en el viejo jardín de la casona donde se había incrustado el perseverante odio del hombre. Él no la había amado ni la amaría nunca. Su padre lo había llamado y con su frialdad acostumbrada le anunció que ese mes se celebraría la boda con Alicia, la hija de su socio. Así llegó a sus brazos una mujer que sólo le provocaba náuseas. Su figura frágil, su tonta eterna sonrisa...y esa vocecita infantil que nunca recriminaba sus humillaciones y su orgullo. ¡La volvió a odiar! Su padre lo había vendido cuando lo obligó a casarse. Ella aportaba su fortuna personal y un fideicomiso voluminoso que salvaría la fábrica. Cuando llegó Armando, su mejor amigo, se encerraron en la biblioteca para urdir lo que allí, por fin, se estaba desarrollando. El silencio de la alcoba era más que suficiente, ella ya a esa hora no podría hablar. Regresó sobre sus pasos...contempló por una fisura que dejaba fisgonear en la puerta. La blanca figura casi transparente de la mujer sólo mostraba que ya todo había acabado.

            Hacía ya un año que estaba postrada con la rara enfermedad. Ningún especialista lograba descubrir el origen de tan extraño mal. Sólo permitía Jordán que la asistiera una seca mujer áspera. Era una enfermera extranjera que poco hablaba el idioma. Huraña, la mujer, impedía que incluso sus padres la cuidaran. La desesperación desbastaba a los viejos, que débiles frente a la inflexibilidad de Jordán, suplicaban. Apenas se podía mover de su lecho. Ya sólo bebía líquidos. Comía apenas algún alimento ligero. Sólo esperara Ban el momento final...

            La intriga se había puesto en marcha definitivamente.

            Una bandeja con los restos inverosímiles de comida estaban cerca. Él se apresuró, tenía que hacerlos desaparecer. Lo descubrirían rápido con esa prueba. Cuando se acercó a ella vio su mirada triste...aún vivía. Ella hizo un suave movimiento con la mano pidiéndole que se acercara. Él se agachó y puso su cabeza junto a su boca para escuchar lo que le quería decir. Desde los cortinados se escuchó un leve movimiento y un chasquido. Su figura ensangrentada cayó con un movimiento casi lento sobre el pecho de Alicia. Ella lo empujó e irguiéndose se abrazó a su amado. Armando se hizo cargo del cadáver. Sólo se oía el ruido que hacían las aves y los monos en el parque.

NO ME PUEDO ACOSTUMBRAR


 

No me puedo acostumbrar a tu silencio

A tu figura detenida en la puerta de rejas

A tu mirada firme y sentenciosa

A tu inaugurar despliegue de coqueterías.

No me puedo acostumbrar a pasar tan cerca de la nada

A tener que arrinconar mi dolor al silencio

A defender mis heridas abiertas en el alma

A sentirme tan huérfana en medio de la vida.

No me puedo acostumbrar a quedarme con los ojos perdidos

A mirar los pájaros que cantan a pesar del frío

A oler los sabores de la piel asustada

A lamer mis lesiones con miradas de pena.

No me puedo acostumbrar a llorar sin lágrimas

A correr sin pisar el alma en cada suelo

A desparramar poemas en el barro

A dejar que me eleven los vientos recios y el rocío.

EL HOMBRE


Era un hombre. Sólo y apurado. Le hablaban y escuchaba. Le seguían hablando y ya no oía ni veía a quien expresaba letanías grises, negras, pálidas. Ya no escuchaba. Cerró el cajón del escritorio. El otro hombre seguía hablando sin mirarlo. Apagó el celular y el fax. Fue saliendo de la oficina lentamente. No dijo nada. Tampoco hubiera servido. El empresario seguía hablando con mantras de la inequívoca certidumbre de venta. En realidad hablaba con su espectro. No lo había mirado siquiera, y no sabía que él, se había ido hacía un tiempo.

Cuando llegó al garaje, se sacó el "Rolex" y la corbata de seda francesa, símbolo de su vida. Inútil y alienante vida. Los dejó sobre las chapas avejentadas de un "Citroen" gris, que estaba estacionado junto a su "Mercedes" ¡Qué sorpresa se llevaría el dueño! Salió con el rumbo fijo hacia el oeste. No pensó en llamar a nadie, porque no tenía a nadie. No tenía familia ni amigos, sólo clientes.

El hombre sabía que iba a buscar un refugio, un útero dorado y tibio. Otra vida. ¿Estaba vivo? Anduvo mucho. Pasó por pueblos que le despertaban emociones diversas, pero fuertes: "El jagüel","Praderitas","Los Alerces","Cinco Rocas"..., nombres raros, nombres simples. Pueblos viejos como sus historias viejas.

Así llegó a un paraje donde moría el camino. Dejó allí tirado el "bólido". La joya. En un sendero que parecía una huella. No sufrió. Lo dejó como se deja tirada la cáscara de un durazno maduro. Recordó la lucha apasionada para comprar ese auto, ese que ahora abandonaba. Río a carcajadas. Caminó tranquilo, pausado, como los hombres que buscan reencontrar su alma. ¿Dónde la había perdido? ¿Cuándo?

De pronto, después de mucho caminar, encontró un remanso en un río. Se miró en las aguas. Vio a un hombre solo con abundante barba y ojos limpios, que buscaba su espíritu. Cerró los párpados y olió el suave perfume de las hierbas frescas en el monte. Escuchó los sonidos del silencio y olfateó el agua que manaba del manantial entre los riscos. Se detuvo allí. Siguió tan solo como antes. Tenía, aún, que enfrentar sus propios duendes. Sus fantasmas y sus miedos. ¡Ya podía escuchar el latido de su corazón exultante de alegría, que creía muerto!

            Así creó su propia fuente. Plantó su propio árbol. Vivió allí acompañado por los majestuosos sonidos de la vida, de la verdadera  y estridente vida. Conoció la aurora, con sus colores vivos. Escuchó también el gorjeo de las aves, llamándose al amor y al apareo. Percibió el tenue rocío en el suave vello de su piel, que se erizaba con el contacto del aire tibio de la brisa. Era  otro hombre. Diferente. Singular. Libre y acompañado por sus fantasmas y sus duendes amigos, sus recuerdos. Vivió como un humano de verdad.

 

El tiempo, mágico espectro móvil, fue transcurriendo con presteza y con sigilo. Su árbol creció. Dio sombra, frutos y esperanzas. Con sus manos ásperas y rústicas, construyó un horno de barro y coirón. También su casa "hornero" donde habitó con luciérnagas y grillos. Cocinó pan con aromática levadura y suspiros. Comió con gozosa voracidad. Pero...

Sucedió que un día comenzó a venir gente a buscar su pan amasado con miel de "lechiguana". Se bebieron el agua fresca del manantial y ahuyentaron sus luciérnagas. Entonces... les negó su pan y su leche y su agua y sus silencios. Volvió a ser él y sus pájaros ruidosos.

 

Pasó el tiempo y su cabello se fue transformando en largas guedejas blanquecinas. Y su piel se arrugó y se agrietó su boca. Sus ojos  se achicaron con el asombro azul, y rojo y verde  de la honrada creación de la naturaleza que empuja hacia el mañana. Y llegó un día nuevo. Se sentó al pie de "su" árbol, apoyó su espalda encorvada contra la madera rugosa y feraz. Se quedó ensoñando su existencia. Se fue transmutando en materia leñosa y crepitante. Su cansado cuerpo de hombre, se fue adosando en una rara metamorfosis perfumada de madera. Era tronco. Ya no fue más "el hombre", fue raíz, fue astilla, fue rama, fue origen y un vuelo irrefrenable de pájaros que permutaban sus frutos y flores por sus trinos. Allí quedó al pie de "su árbol" y de "su oasis".

 

UN RARO SUCESO (APARECIDA)


            Estaba sentada en el comedor, tranquila, corrigiendo una interminable cantidad de exámenes  de mis estudiantes. ¡Como siempre, no habían abierto sus libros! La luz era  la misma de esa hora del crepúsculo, casi nocturna. La araña de antigua data, de bronce, tenía varias lamparillas fuertes.Veía muy bien a pesar del cansancio. Había un silencio normal para mi  casa a esa hora de la noche, de vez en cuando un ladrido de perros callejeros o el rumor de autos  que pasaban lejos.

            Era un día, como todos. Nada auguraba que me iba a suceder algo tan extraordinario, capaz de cambiar mi vida. Estaba tan ensimismada en  los trabajos, que pasaba el tiempo y yo no levantaba la vista de las hojas; levanté la mirada que tenía pueta en mi tarea, ya que una sombra o mejor dicho una diferencia de luz, me pareció  que  cambiaba dentro de comedor. Algo percibí en la pared... diferente, impreciso. ¡Continué leyendo..."el citoplasma  y el núcleo de la  célul..." volví a alzar la vista y una figura indescriptible estaba atravesando la pared.                              Parecía manteca derretida, o espejos... o humo...¡ Me quedé quieta por el miedo y  la curiosidad, sin pestañear siquiera! Debo estar dormida, estoy en un sueño y ya voy a volver a lo mío. ¡Pensé...!¡ No ! Debo estar loca, yo no estoy viendo algo así..." una mujer tan hermosa "...¡Pero tiene un camisón de color marfil, amarillento por el uso, con puntillas y lazos de seda! ¡Usa una bata de color rosa viejo, que arrastra por el marmol, con sus pies descalzos! No. ¡Yo divago, despertaré y...! ¡ Me mira con tanta dulzura! Noto que evita acercarse o tocarme. Eso me tranquiliza. Veo que atravieza el ventanal que da al jardín, y allí, se sienta en los fríos y húmedos sillones de hierro. Está inmóvil.Yo la contemplo extasiada. La envuelve una cabellera de color castaño muy larga.Está bastante despeinada, y le caen por los hombros rulos sueltos. ¡Siempre  deseé  tener así el pelo, cayendo hasta la cintura !¡Qué belleza !

            ¡Esto no me está pasando a mí ! ¿O si ?. Soy yo, no huelo aromas extraños..., no hay ráfagas de aire frío..., no hay ruidos raros o diferentes. Cuando vuelva a la realidad...seré  la misma . ¡ Suena el teléfono , me incorporo y voy al  dormitorio para atender!. Se rompe el hichizo.

            _¡ Mami, estoy en casa de Teresa estudiando, no me esperes...!

            _ ¿ Ana?¡ Yo..., me parece..., bueno cuidate mucho...!

            _ Mamá, ¿te pasa algo?...tenés una voz tan rara...¿llegaron los chicos?, me pareces tan ..¿emocionada? ¡  Me perturba tu voz !

            _ No, tranquila, luego te explico. No interesa, estoy muy bien..., pero..¡te quiero mucho hija..!

            _ Mami...¿a vos te pasa algo ?. Yo también te quiero, sos muy " loquita gordita fea"; chau y fuera...!!!_el sonido del teléfono sin interlocutor me disgusta, es muy desagradable. Apoyé el auricular y corrí a ver,  por entre las cortinas, el jardín. ¡Ya no estaba  allí y me quedé desepcionada, apenada y con la rara sensación de no saber seguramente  si la insólita  visita era real !

            Pasaron varios meses y como  estoy siempre tan ocupada,  me había olvidado del episodio. Como  por temor  a que pensaran que ese día estaba enajenada, callé, no le relaté a nadie la extraña experiencia.

            El día que Ana rindió filosofía, estaba leyendo un libro de mi escritor favorito..."Manucho Mujica Lainez", cuando...veo en el  jardín , parada junto al enorme jazminero, que estaba mi inusitada visitante... Miré el reloj y noté que era bastante tarde; se volvió hacia mí y me sonrió con simpatía  ¿o  era alegría?...luego se volvió al sillón, se sentó.   Su rostro y sus ojos transparentes mostraron una infinita pena.

            "No es tan linda,,,pensé, y como si escuchara  me volvió a sonreir, corregí, tiene una belleza distinta. No podía calcular su edad .¡Si se acercara, tal vez  podría....y¿si me hablara? Decididamente  me estoy volviendo loca. Debe ser el estrés de la enseñanza. Me enfermo lenta y paulatinamente. Yo no acostumbro hablar con ..."fantasmas",¿aparecidos?, ¡  muertos! ¡Dios mío, no puede ser...Santa María Madre de Dios, ruega por...- Se ha ido...- ! Tengo ¿ tanto miedo que ella lo advierte?

            Pasó el verano, con el calor sofocante de Mendoza, con esas tormentas de granizo, que  rompen todo, ella venía a sentarse en mi jardín. Ya no me animaba  a salir de noche. Trataba de transferirme algo, una pena , algo que la  angustiaba. Aunque parezca mentira traté de dejarle lápiz y papel , pero no escribió nada. Me desanimé y ¿por qué no?...me enojé. No la buscaría más.

            Un tiempo después, atravesando la pared del comedor, donde estaba el cuadro de "Sarelli", apareció de la mano de una chiquilla de alrededor de cinco años. Era preciosa, inquietante en su semi transparencia. Apenas si me miró. ¡Esa noche  pasó de largo  y en el jardín se quedaron jugando a algo parecido al " Don pirulero, cada cual atiende su juego" !

            ¡Me sentí mal, disgustada, si seguía trayendo más gente, se me llenaría la casa de "espíritus", de raros espéctros y fantasmas y ya no podría ocultarlo ! Antes de desaparecer,  tomó de mi mesa  papel  y lápiz y escribió :"Estela Maris, mi hija, 12 de febrero de 1893".  Al lado del mensaje dejó un jazmín fresco, recién cortado de mi planta. Ella me trató de "amiga" y confiaba en mí. Algo me inquietaba.¿Quién era? ¿Qué les había pasado o les estaba ocurriendo? No me animé a hablarlo con mi familia que ignoraba todo.¿Qué podía hacer?

            Me fui al único lugar lógico. Al viejo cementerio. El empleado me miró sorprendido ...-¿De qué año me pide?...¡De 1893...?!!!

            - Sí,por favor, del mes de febrero... ¿si fuera posible?

            -Y...¿si para usted es importante...! Se volvió murmurando: " la gente está cada vez más loca"!!!, y trajo un libro enorme, lleno de tierra, telas de arañas, húmedo y muy maloliente...- Acá tiene su libro...- y golpeó sobre la mesa con el pesado armatoste...- Busque usted, yo tengo mucho trabajo. Y salió tras un armario que lo separaba del público.

            - Gracias ...-apenas podía hablar con toda esa tierra que estaba respirando, y busqué freneticamente... 27 de febrero..., no, antes debía ser antes...¡acá... 12 de febrero  ...!

            -¿Señora ,ese fue el  año en que hubo no sé qué peste acá en Mendoza?-dijo el empleado algo interesado sacando la cabeza entre unos ventanucos de madera.

            -¡No sé,  en realidad estoy buscando a ciegas!-dije leyendo...Domingo García...Muerte natural...Godofredo Poirett...Caída de un caballo... Estela Maris Miller ...Ahogada... Renata  Martos de  Miller... Muerte por tristeza. ¡Ellas, son ellas ! Comprendí rápidamente  toda la tragedia de esas vidas. Sus almas estaban ligadas a mí, por algún extraño designio.

            Decidí ir al diario "Los Andes" y buscar las crónicas periodísticas de antaño. Devolví el pesado librazo, y cuando estaba saliendo del recinto, el empleado me preguntó-¿Encontró lo que buscaba?- Le comenté brevemente  lo hallado y me dijo-¿No quiere ver la tumba de esa gente... ?¡Es tan linda y sabe que están por derrumbarla, los descendientes la vendieron....y

            -¿Dónde, dónde está?- dije con urgencia.

            Me señaló - Allá, mire, es esa del ángel de mármol rosado!

            Corrí. Casi caigo al camino de granza por hacerlo.  Llegué a tiempo para ver que una gran topadora tiraba las vetustas paredes, que cayeron con gran estrépito. Una nube de polvo me dejó cubierta del cabello a los pies de un polvo blanquecino.¡ Había llegado tarde ! ¡O me lo pareció !

             ¡Cuando regresé a casa, sobre la almohada de mi lecho alguien había dejado dos rosas blancas! Nunca supe quién fue pero lo presiento.