No me puedo acostumbrar a tu silencio
A tu figura detenida en la puerta de rejas
A tu mirada firme y sentenciosa
A tu inaugurar despliegue de coqueterías.
No me puedo acostumbrar a pasar tan cerca de la nada
A tener que arrinconar mi dolor al silencio
A defender mis heridas abiertas en el alma
A sentirme tan huérfana en medio de la vida.
No me puedo acostumbrar a quedarme con los ojos perdidos
A mirar los pájaros que cantan a pesar del frío
A oler los sabores de la piel asustada
A lamer mis lesiones con miradas de pena.
No me puedo acostumbrar a llorar sin lágrimas
A correr sin pisar el alma en cada suelo
A desparramar poemas en el barro
A dejar que me eleven los vientos recios y el rocío.
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