Por el
camino polvoriento el viejo carromato arrastraba una historia de violines y
desprecios; las sartenes brillaban al costado con el ritmo feliz de la vida.
Sentado en el pescante se bamboleaba el obeso gitano, mientras silbaba una
melodía contagiosa y alegre.
Vendedor de sueños y mentiras blancas traía con él un
inmenso tesoro de historias de caminos y aldeas. Esas lejanas comarcas
atravesadas de magia y belleza, le iban agregando fábulas inquietantes y
fantásticas a sus relatos. También vendía un sin fin de objetos. Ropa,
guitarras, violines, ollas y marmitas, joyas artificiales que daban ilusión a
un sin fin de mujeres simples de los pequeños pueblos y remedios que fabricaba
con hierbas y raíces.
Escondía su historia de
huída de una tierra hostil y recuerdos amargos. Pero el sonido de su potente
voz y las suaves melodías de su violín atraían
a los poblanos hacia su carromato. Allí se encontraban con mil atracciones
para comprar, o vender aquellas que a los ojos del Gitano valía la pena
obtener. Siempre podía usarse el trueque si lo beneficiaba.
Al trashumante lo movía también un
sueño. Debía encontrar a su hija que se había perdido en la guerra.
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