miércoles, 23 de octubre de 2024

VUELTA DE HOJA

 


            La hipocrecía de la carta que me había entregado Octavio, dejó un gusto amargo en mi estómago. La había recibido entre el viernes y el sábado de manos anónimas, ya que estaba bajo su puerta y no tenía remitente ni firma. Odio la cobardía y es inútil tratar de conocer a esa clase de gente. Estábamos preparando unos planos con los cortes en distintas vistas, para entregar en la facultad y no teníamos la cabeza puesta en los problemas de nuestros amigos. ¡Nada presagiaba esta dificultad impensada!. Cuando Octavio me leyó las graves acusaciones sobre la vida de  Raquel, me dejó perplejo, no podía aceptar una calumnia semejante. Yo sabía que nuestra compañera había tenido una relación sofisticada y extraña con un hombre del que nunca dio nombre ni seña alguna.Me dirijí a su casa buscando ¿no sé bien qué?, pero sabía que difícilmente ella estaría allí. Sí, encontré a Doralia, su madre...una mujer sencilla que tenía una relación malísima con Raquel. No sabía como abordarla y traté de esquivar su profunda mirada inquisidora.¿ Qué buscas, me dijo, mientras me seguía por el largo corredor que desembocaba en la biblioteca?. Yo no quise hablarle de la famosa carta y callé. Si yo la miraba,ella que me conocía, vería en mis ojos la respuesta y no quería hacerla sufrir. No deseaba revelarle las calumnias sobre una maternidad interrupta de Raquel, ni de las malvadas descripciones y detalles del papel. Tal vez si a la luz de una buena charla podía desentrañar la verdad, le revelaría a su pobre madre lo sucedido, venía detrás de mí , como palpitando una realidad agónica. Yo seguía callado, ella se apartó y con una suave caricia me dijo:- Si buscas a Raquel, no está acá desde hace más de un mes, se ha ido con un "canalla", sólo dejó a su perrita y una corta nota despidiéndose , pero no sé nada de ella.-

            La miré con tristeza a los ojos y comprendí cuán fuerte era su amor y su bondad. Entre ambos hubo una mirada cómplice, pero ella conciente de mi esfuerzo por eludirla, se apartó de mí y se fue hasta la chimenea y se sentó en una hamaca. Tomó su tejido y sin mirarme me dijo:- Tú, Ricardo amas profundamente a Raquel. Ella no ha descubierto al hombre que eres. Yo sé cuánto dolor te produce su vida sin tí. Yo desearía que esa necia te amara, pero en la vida es casi imposible descubrir al verdadero amor.- Me acerqué a esa amable mujer y me eché a sus pies y apoyando mi cabeza entre su regazo lloré amargamente mi ira , mi frustración y por qué nó, mi odio.

            Raquel regresó a la facultad con la primavera, un oscuro y furioso rencor en la mirada que revelaban su fracaso amoroso. Yo no me acerqué ni le pude hablar, ¿ para qué iba a buscar un retazo de vida semidestruída?. Ella vino a mí y con lágrimas en los ojos me besó suavemente. Ya tendría tiempo de relatarme su tormento. El verdadero amor...lo perdona todo. Miré las hojas del árbol que estaba recién brotado y me sentí fuerte para conocer la verdad.

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