jueves, 5 de enero de 2017

POEMA XXVIII


Era el silencio que apretaba los labios y
sabíamos los dos
qué pasaba junto a nuestra casa
con los sueños huyendo sin destino
y nuestras manos  despertaron ocupadas de soledad
sin guijarros de turquesa  o malaquita.

Sabíamos que las violetas estaban mustias.

Su perfume era la huella del pálido amor que nos ataba
en racimos de uvas frescas.

El vino caía en los toneles con perfume todavía.
Tú, aún lo sabes. Bebo vino tinto en copa de plata
sobre tu pecho pálido      cada mañana
gota a gota, en cada lágrima de besos
perdidos entre sombras
esperas
con mis labios trepando la piel de tu silencio
de tu ira y desamor que perfuma nuestra alacena
donde sostengo el cántaro de la esperanza
los sueños
la añoranza.  



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