Ya no quedan
ocasos para compartir, te has quedado dormida.
No puedo encontrarte.
Te busco en el silencio.
Te he perdido.
He descubierto que no hay aguja a destajo armando
en arquetipo de
color en tus manos un mundo de ternura.
No aprenderé
jamás a olvidar tus olores, el aliento a canela y vainilla.
¿Dónde queda tu
tiempo tan distante? Esquivo la mirada.
Rememoro un
tango en el piano, anterior al despojo
que le diste a
las manos.
La casa, sobria,
austera, de costumbres rituales.
Transformaba en
esquina de farol y organito,
los
bravos compadritos del margen de aquel río tormentoso y lejano.
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