Muerte en una calle cualquiera.
Mi boca los pronuncia con sellos de colores.
Rojos, negros y cinabrios.
Mi brazo abarca el árbol de sus sueños
y busco un universo de estrellas en las sombras.
Cabalgo entre nubes de
tormenta
rayos de mil sonidos rugen a mi lado.
El oráculo en sombras no favorece la espera.
Dice una estrofa de penitentes que yacen perdidos.
Me duele la distancia. El miedo que comprime la paz,
Me duele. Habla el oráculo con siniestro futuro.
No deseo ir al desierto de oriente
Quiero huir, escapar a la noche fría de esta historia.
Penitente e insomne. Estallido de voces. Gritos.
Esperaré la aurora sin hablar,
con la garganta seca, las palmas agrietadas
acariciando la cruz y la nostalgia
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