martes, 7 de diciembre de 2021

VIAJERO


 

Cabalgaba con  el brío de su fuerte espíritu atravesando la verde pradera. El sol golpeteaba su rostro y pequeñas briznas de pasto se hincaban en su piel como ínfimos alfileres vegetales. Ingresó al bosque que frente a él, lo invitaba a apurar el galope. Evitaba las ramas que sobresalían de los árboles y brezos, algunas pegaban en su frente cuando no podía evitar su roce. El gozo le hacía cerrar los ojos y minimizar el calor y el sudor le corría por la piel. Siguió apretando las riendas y gritando de puro placer, logró ver a la distancia el antiguo castillo abandonado, luego saltaron la valla y entraron en el campo prohibido de los añejos monjes cartujos. Aún se olía el penetrante olor del humo cuando fue incendiado por las hordas de vagabundos contrarios  a los clérigos. A la distancia escuchaba el ruido de las caballerías de los señores que defendían al rey. Atravesó un pueblo y la gente le gritó toda clase de insultos al romper sus toldos en el mercado, desparramar los animales expuestos para la venta y molestar a los parroquianos que bebían sus jarras de “ale” y manoteaban sus menguadas pitanzas domingueras. ¡Qué enorme placer! Sentía el aire sobre su cuerpo como el alegre murmullo de un aleteo de aves en vuelo.

-¡Vamos Jonathan, tenemos que continuar con nuestro trabajo!- La voz despertó su furia.

Las fuertes manos y brazos de su ayo, lo levantaron del antiguo caballo de madera y lo sentó en la silla de ruedas para alejarlo hacia el ventanal de la biblioteca.

Se esfumó el sueño y la alegría. Tomó otro de los libros de un estante y comenzó a leer mientras una impertinente profusión de lágrimas, empapaban su ropa.

El viejo caballo de madera, sintió un profundo dolor en el corazón. Él, soñaba junto al muchacho con una vida de verdad y esperaba ansioso cada viernes por la mañana que viniera el amigo a prestarle los sueños de mágicas historias de caballería. Se apagaron las luces y el silencio ocupó el salón. Jonathan, sabía cómo palpitaba el corazón del animal porque como el suyo, era idéntico.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario