Buscaba unas cartas que según el
profesor Ostugni, eran de un amigo de Urquiza. No le quedaban anaqueles ni
bibliotecas sin revisar. Si no terminaba la tesina, no le daban la licenciatura
y hoy sin ese papel no sos nada. Nadie. Ser Licenciado es más importante que
ser doctor.
La profesora Paloma Bianco, le había
desplegado un índice de libros donde podía encontrar material, pero los
inútiles empleados que como buenos burócratas estaban a cargo de los libros,
nunca encontraban nada. Y cada vez lo trataban peor.
Le quedaba la biblioteca del Senado.
Ahí, le dijeron que debía haber cartas de esa época. ¡Por suerte había una
joven inteligente que lo atendió y lo ayudó! Buscó en la computadora y se subió
por una escalera móvil que iba y venía de anaquel en anaquel con libros súper
antiguos.
Acá está dijo ella, el libro que
busca está acá. Sacó con sus guantes de algodón blanco un ejemplar forrado en
cuero negro con letras doradas. Lo bajó con cuidado y lo depositó sobre un
atril de madera. ¡Perdón, pero sin guantes no! Sabe que evitamos la
contaminación para que se puedan mantener en condiciones. Y así ella sacó de un
cajón un para de guantes y comenzaron a analizar el índice. Era glorioso lo que
había en ese tomo. Él, comenzó a copiar con su letra minúscula y no terminaba
nunca. Ella nerviosa miraba el reloj. Se le hacía tarde para ir a la facultad.
Tuvo que salir e irse a casa. A la
mañana siguiente, regresó. ¡Sorpresa la hermosa joven no estaba y el tomo
tampoco!
Walter pidió el libro de quejas. El tipo lo miró con odio. Recibió el libro ajado y viejo, como un féretro lo tiró sobre el mostrador, dejando una estela de polvo en el aire tal que parecían copos de nieve color amarillo, ocre y marrón, que volaban libres por el recinto. El ruido de su queja atrajo a varios empleados que juraron que en la biblioteca del senado Nunca había habido una joven empleada como bibliotecaria.
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