lunes, 13 de diciembre de 2021

UNA PALABRA ASESINA

 

YO RECORRÍ TU VALLE DE MANZANA Y FUEGO; TÚ, RECORRES MI ALMANAQUE EN BLANCO Y NEGRO.

 

Mi boca está apretada con la mano. Me dejo estremecer ante lo inoportuno de una palabra asesina. Un nombre. Tu rostro en el resquicio de la memoria se expande sin sonido. ¿Me amaste acaso? ¿Diste por mí la vida como dicen los que aman en verdad?

Voy a contarte lo que sucedió esa tarde. Griselda estaba sentada allí, donde ahora estás tú. No me mires sorprendido. Estaba allí, como un gato, hundida en una laguna de aguas turbias. La mirada perdida. Los codos enrojecidos por el esfuerzo de sostenerse erguida. De su frente, caía una llovizna de sudor agrio y asqueroso. Mocos colgaban de sus labios y se perdían en el cuello de su polera amarilla. El pelo ralo por la quimio, le favorecía el humor doliente. Se frotaba las manos y las uñas se le iban destrozando en capas como las hojas de un cuaderno sin letras entintadas. Yo, no pude dejarla en ese estado. Me fortalecí y la abracé con el corazón destrozado. La besé, en la frente húmeda, en los ojos secos, en la boca hedionda y lloré con ella. Luego la llevé a la cama y me acosté con ella. Vestido, pero la acurruqué en mis brazos como a un niño herido.

Nadie entenderá, que siendo como soy, me enternecí hasta sentirla dentro de mi alma. Le acaricié las heridas. La habían marcado con láser y tenía quemaduras profundas en su cuerpo, que en un tiempo lejano fue un valle de manzana y fuego. Recuerdo con qué ardor se besaba con Ismael en la quinta de Junín. Recuerdo que su piel era tan blanca con el durazno cuando aun no madura, tenía una suave pelusita y perfumaba con olor a mañana con desayuno de tostada y leche. Las pecas le daban un aire de permanente adolescente núbil. Mirá como me acuerdo, que no puedo soportar la realidad de ahora.

Me niego a aceptar tu indiferencia, cuando sólo atiné a darle calor en su lecho doliente. Y ahora tú me miras indignado. Te he sido infiel, me dijiste el otro día. ¿Con una moribunda? Con tu hermana. Te he sido infiel. Te olvidaste de mirar el almanaque, que recorres día a día, en blanco y negro, sin mirarme. Necio. Malvado y necio. Nunca darás la vida por mí, ni por nadie. Fui tu amante desde la secundaria. Enfrenté a mi familia, a la sociedad que aun me señala con sorna y disgusto y dices, que te he sido infiel. Juan, no quiero verte más. Nunca más, entiende. Era tu hermana y se moría de cáncer. No mereces mi amor. No mereces la vida. No mereces al hombre que te ama. Juan, andate. No te quiero ver más. No pronuncies mi nombre. No me llames.

 

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