Desde la sombra, un pájaro de terciopelo salta un minuto en la cascada de luces. Es un ave que se detiene en el tiempo para besar una gota de rocío.
Lame con sus pies de seda la alfombra de sonrisas. Toca el cuerpo tembloroso de una luciérnaga que tiembla detrás de la luz, se pierde es su mágica mariposa de espuma.
Una pompa de color de arco iris se estrella en su pecho de ámbar y amapola.
Se detiene y en sus brazos de tibia escarcha se apoya el pétalo misterioso de plumón de cisne.
Un silencio de rumorosos violines atrapa sus piernas puntiagudas. Solloza el timbal y una comparsa de nubes se abalanza hasta el centro mismo de la vida.
Queda ondeando un retazo de ternura con perfume a sueño. Son los Ángeles que se desplazan en la lluvia de pétalos plateados. La aurora boreal. Un llamado al amor y a la ternura. Queda quieta, detenida la mañana y un sol celeste asoma en su sonrisa cómplice, en la superficie dorada de un lago rumoroso de caricias.
Desde la sombra, un pájaro, tan solo uno, y un fauno genial que desplaza con picardía la boca de miel y lirios blancos para que el colibrí libe besos de pequeñas llamaradas. Sueña el llamado de las hadas entre el follaje tembloroso donde anida el ave. Paraíso perdido y encontrado. Edén donde se esfuma el pecado. Cae una gota de lluvia sobre el nácar de una rosa. Y allí la luz brota como fuente mística de fuego y vino venturoso. Allí el beso de amor. Abrazo interminable de la vida... ella, está en éxtasis en su lecho de muerte. Espera.
Despertó en la sala de un hospital, apenas podía moverse. Los cables la atravesaban y un rítmico sonido de un monitor, le indicó que su corazón latía. Vio el rostro de su madre que con lágrimas le hablaba… “Despertaste hija es un milagro. Hace un mes que tuviste un accidente en la moto”.
Los médicos no podían creer que viviera y se dedicaron a resolver los daños colaterales. ¡Ahí, como rara vez, se había producido un Milagro de Amor!
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