Silencio. Sólo las olas golpeando los despojos
cuerpos frágiles se agitan en la muralla del naufragio.
Ojos cegados por el fuego.
El sol… quemando los cuerpos rojos, secos.
Una guitarra sin cuerdas suena por el viento.
Junto a un cofre donde se bate en retirada un trapo azul
está la arena. Destierro de gaviotas.
Fuertes las olas amarillas golpetean la mano
un rostro gris mira el cielo, el infinito
la frente al sur
señala la otra orilla
huyen de la isla enemiga de los hombres
agonizan unas hojas del libro borroneado.
Se ven palmeras. Caracoles. Ahora es verano y domingo
y nadie verá la luna cristalina amortajar las sombras.
Allá, se escucha un disparate.
Viva, viva el hombre de rostro inagotable.
Acá los ojos cegados por el fuego de la nada.
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