viernes, 22 de marzo de 2024

TARÁNTULA

 

Su niñez fue tan dura que sólo sobrevivió porque en algún lugar del planeta había un ángel que la protegió. Su padre... lo había visto una o dos veces desde que recordaba. A su madre la vio ciento de veces ebria, llorando bajo la mano dura de algún fulano que se acercaba con unas monedas para manosearla. En su memoria, estaba la voz gangosa de esa mujer que la miraba con asco, como todos.

Era fea. Nació llena de pelos por todo el sufrido cuerpo. Brazos, piernas, manos, frente, cuerpo... ojos saltones y ojeras azuladas que hacían huecos en sus mejillas enjutas. ¡Vivió con hambre! Su madre le daba de vez en cuando algo de pan, a veces vino o ginebra. Así, apaciguaba el hambre. Su debilidad le deformó la espalda y las piernas. No sabía hablar más que algunas palabras sueltas. Cundo salía a buscar alcohol para su madre, se escabullía de la mirada curiosa de la gente.

Los mirones de la cuadra, le pusieron de nombre "Tarántula" y se reían. Ella se desplazaba encorvada y sí, parecía una enorme araña peluda. Una noche, que salió le propinaron una paliza unos muchachones que le hicieron saltar los diente de adelante de la boca. Sus pequeños colmillos, era lo que le quedaba y ellos, le dieron más la forma de una araña.

Esa noche, no recuerda por qué, alguien se apiadó de su cuerpo y de su alma. Una vecina, la tomó a su cargo, la levantó y la llevó a la salita del hospital. Allí esas almas amorosas, la bañaron, la acicalaron y le vendaron las heridas. Guadalupe, la vecina, se quedó junto al lecho hasta que le dieron el alta médico. ¡Esta niña debe ir a acción social, dijo una doctora joven! Y Guadalupe, se hizo cargo como familiar y la llevó consigo a su vivienda.

Cuando llegaron al barrio vieron un camión de bomberos que apagaban el fuego en la casa de la nena. ¿Cómo te llamas? No sé, nunca me dicen mi nombre. Bueno... te llamaré Azucena. Y la pequeña, se quedó dormida acurrucada en un lecho que armó la buena mujer en su habitación. Era humilde pero podría cuidarla hasta que encontrara a la familia. Salió a la calle y se dirigió a los bomberos: - ¿Alguien me puede decir si vive la mujer?- La miraron asombrados, y el que se veía jefe, se acercó y le dijo:- No, encontramos un cadáver totalmente quemado en un costado de la puerta, la occisa, había tratado de salir, pero algo se lo impidió. ¿Usted quién es?  - ¡Sólo una vecina! La señora era alcohólica. Tal vez sin querer prendió fuego y bueno... perdió el control.- Y se quedó callada, no fuera que le quitaran a la niña.

Al día siguiente el olor del café con leche, despertó a la pequeña. Desde ese día, Guadalupe se hizo cargo de ella. La cuidó y le dio mucho cariño. A pesar de eso, en la zona, le decían "La Tarántula". Ella al final sonreía, mostrando sus pequeños colmillos que asustaban a los niños.

Fue creciendo y con ayuda de médicos especialistas mejoró su aspecto. Con una buena alimentación e higiene, sus vellos se fueron clareando y ya no tenía esa mirada asustadiza de antes. Guadalupe, llena de piedad, le enseñó algunas palabras, y la llevó de la mano a la escuela. ¡No tengo los documentos, es huérfana. ¿Se acuerdan de la casa que se incendió en la Villa? Bueno ella sobrevivió al fuego. ¿Podrán ponerla en un grado, creo que debe tener...? Los ojos expertos de la directora le dijo... debe tener siete u ocho años. Entonces a primer grado, desde el principio irá aprendiendo y se le dará todo el material humano y físico que precise.

Allí comenzó su aventura. Los rastros de la infancia hacían mella. Le costaba el doble usar los asientos duros del aula, escribir sobre el papel blanco y sin líneas. Pero todas las docentes le ayudaban, al conocer su historia. ¡Un día llegó un chico de la Villa y le gritó Tarántula, qué te han hecho que estás aquí y no envuelta en tu tela de araña! Y se escuchó la carcajada de los chicos. Una compañerita se acercó y le dio la mano. ¡No le hagas caso, son muy tontos! Pero, un dolor agudo le ingresó en el pecho.

No podía escapar de la burla de los insensatos. Mal educados por la calle y las malas compañías, solo atinaban a molestarla. ¡Tarántula! ¡Tarántula! Mordenos. Picanos, araña peluda... Volvió a su casa, salió al jardín lejos de las habitaciones, se envolvió en una cortina de encaje y se prendió fuego...

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