lunes, 25 de marzo de 2024

LULÚ...LA MÁS HERMOSA


                        Se debatía entre la vida y la muerte, con esa necesidad de no abandonar el rincón donde estaba desde hacía un millón o más, de años. La habitación era de ese tono rosa dulzón de las viejas románticas, casi de otro siglo. Su humanidad de ciento veinte kilos la hacía imposible para las pocas personas que la ayudaban aún. Era como una esfingie de granito...nó, era más como un enorme y blando bloque de ser vivo. Una araña de bronce y cristales daban una luz difusa y cálida al lecho con docel y almohadones de encaje en el que agonizaba "Lulú" la que otrora atrapara el amor y el deseo de hombres inimaginables. Había conservado el límpido color de sus ojos que se escondían en la piel laxa y flácida de su ahora cara redonda. En su preciosa cómoda de ébano y nácar, un retrato de su juventud la mostraba con toda su impertinente belleza de mujer hermosa. Labios carnosos y cabellera de un rubio ceniciento la habían centrado en el corazón de jóvenes y hombres adultos que se desquitaban sus sonrisas, sus bailes y sus favores.

            Así lo poseyó todo y lo fue perdiendo todo...se quedó sola con sus recuerdos. Como pasaba el tiempo y no lograba un compañero para `toda´la vida se fue transformando en la amante de los hombres más ricos, que la llenaron de joyas y ropas traídas de Francia o Italia en barcos. Una hermosa propiedad la hizo dueña del salón más frecuentado por artistas y personajes famosos. Su vida era la envidia de mujeres casadas y madres de proles enormes. En su casa se leía lo más nuevo y se discutían temas de política que reflejaba la osadía de los amigos de Lulú.

            Ya era tarde para decirle la verdad. Nada le quedaba en realidad. Su habitación era lo intacto gracias a un pacto de amor hecho por gente que ella  ayudara en su momento de riqueza. Los inmensos salones desmoblados, sin alfombras ni adornos de cristal y porcelanas antiguas parecían el esqueleto de un fantasma épico, y ni hablar de los jardines que había creado el famoso Prince Adams, el mejor paisajista de Nueva Inglaterra, esos eran una maraña de hierbajos y troncos podridos llenos de musgo y hongos. Nada le quedaba, sólo lo que se veía desde su ventanal. Eran las cinco de la tarde y su pecho subía y bajaba con dificultad en cada respiración. Un sudor frío recorría su frente y mojaba su cabellera pulcramente cuidada. Las jóvenes que ella había recogido como camareras, salían del nido de amor casi como fantasmas. Ella debía creer que aún la servían. Sus ojillos suspicaces, observaban silenciosamente sus caras y sus modales...se encaramó sobre las almohadas y dando un suave suspiro llamó a cada una para darles las gracias y su bendición mientras les decía en los oídos unas palabras suavemente susurradas..." Vendan todo lo que queda y no trabajen más con sus cuerpos...se irán de este mundo como yo, solas y desfiguradas". Aunque todas habían tratado de no demostrar que en un rincón de la casona aún había un lupanar, la astuta Lulú sabía...

            Murió sonriendo entre los sollosos de sus muchachas que la habían amado.  

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