Ya no quedan ocasos para compartir
Te he dejado dormida.
Ya no hay agujas a destajo armando arquetipos
En tus manos de colores de incienso
No nos queda el aliento de canela o vainilla
El tango que en el piano anterior al despojo
Transformabas en esquina de farol
De bravos compadritos del margen de la orilla
Del río solitario, juvenil y lejano.
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