MUJER SOLITARIA 1
Ya no está la mano extendida hacia el vacío
Ya no está el rostro surcado por lágrimas azules
Ya no está el corazón crispado con espinas
Ya no está el milagro de tus ojos de obsidiana ausente
Ya no está, tampoco, la mustia flor con rocío, sobre tu
vientre de espuma
Eres la mujer solitaria de la esquina que esperas la salida
del sol al occidente
MUJER SOLITARIA 2
Parada, cerca del hogar que desgrana chispas de fuego,
Jimena espera. Es una mujer solitaria, cuya vida está crispada por mitos y
ritos familiares.
Nunca se acercó al amor, a una pasión que le permitiera
derretir el cieno de su piel, para transformarla en una flor carmesí, púrpura y
latiente. Enamorada. Abierta cual boca de luz y sombra en una alcoba.
Sus padres ancianos, que transcurrieron su vida entre besos
y abrazos rumorosos, fueron un dique infranqueable, estricto en su infinita
necesidad de amor. ¡Todo es pecado!
Su adolescencia conmovida por miedos y terrores imaginarios
que dibujaban los labios expertos de su padre, la enmudecieron. Fue creciendo.
Fue marchitándose y cuando ellos, se alejaron por el camino de las sombras,
quedó como un ave sin nido; quedó parada frente al fuego, soñó con un amor que
le abriera los ojos con besos, las manos con caricias, los senos y los pies con
ternura.
En el silencio, se fue quedando dormido el fuego del hogar y
su corazón dejó de palpitar la lírica estrella vital de los sueños.
Durmió, durmió abrazada a si misma, hasta perderse en
sombras del camino en tiniebla.
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