¡Cuánto me
duele el corazón! Y hoy en este día especial en que en el Olimpo se prepara la
gran fiesta ¡Qué haré Medea? ¿Conoces los augures qué han pronosticado? Ayer me
acerqué al templo y la vi. Cubierta por los suaves velos del ocaso, con cierta
suave luz que revolotea sobre su cuerpo yerto por las ánimas que la asaetan indiscriminadamente.
¡Pobre nuestra profetisa! Su vida allí encerrada entre los vapores del
claustro. Siendo tan niña la llevaron en procesión con un palio de seda y su
cuerpo cubierto con polvo de oro.
¿Me
preguntas qué pienso? ¡Cómo me gustaría responder con las palabras justas! Esas
que permanecen a través de los tiempos, que se pierden en la historia, en la
memoria de los pueblos. No puedo. Estoy detenido. No soy libre. Recuerda Medea,
soy un esclavo. Y recuerda que a pesar de todo el público nos está esperando,
por eso salgamos a escena.
El
terremoto comenzó brusco como era profetizado y destruyó la ciudad y el odeón
quedó cubierto con los cuerpos de los asistentes. Nació la leyenda.
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