viernes, 3 de marzo de 2023

EL VIAJE

 


Caminando por la Medina de Tetuán, la mujer se apoyó en un árbol que frente a sí, le permitió sostenerse. Se sintió mareada.

Cuando bajó del avión, el hombre que la esperaba con un pequeño cartel con su nombre le habló en el idioma del lugar que no entendía. Luego de guardar su breve equipaje, la invitó a subir a un auto antiguo y le indicaba que la llevaría a un hotel. Dio varias vueltas que le dieron la triste idea que la estaba timando.

Le rogó detuviera el coche y él, sin oírla siguió por una larga avenida coronada de hermosas palmeras. Finalmente se detuvo en una plazoleta frente a un hotelucho de mala muerte. Cuando bajó, le dejó diez euros y él, salió volando llevándose sus pertenencias. ¡La habían estafado!

El recepcionista hablaba bien francés y así pudo hacerse entender. Le llamó a un policía y llegaron dos muchachos amables que no hablaban sino árabe. Igual puso la queja.

A la mañana siguiente un teléfono fijo sonó en la triste habitación, las colegas de la universidad se habían enterado de su problema y la iban a buscar con una persona de seguridad.

Comenzó a llover. No tenía ropa, sólo en su mochila lo indispensable para higienizarse y gracias a Dios llevaba con ella en su ropa interior un sobre de tela con el dinero que le quedaba.

A las dos horas llegaron sus conocidas y la abrazaron. Ya sabían que la policía había detenido al chofer y le devolverían algunas prendas que no pudo vender el deshonesto hombre.

Se fue más tranquila con sus conocidas y sintió la hospitalidad de esa gente hermosa de la universidad.

Al ingresar al hospedaje que había elegido desde su tierra sintió un placer y alegría inmensa. Allí comió frutas y se duchó, durmiendo para reponerse del mal rato.

En las aulas donde debía dar sus charlas de antropología, había un murmullo de estudiantes que se habían enterado el suceso del transporte y se deshacían en atenciones. Escucharon su charla y luego de mostrar toda la investigación con fotos y diagramas, la sala se llenó de aplausos. Se alegró.

Al día siguiente, una joven alumna la invitó a conocer la Medina. –Así puede comprarse algunas prendas que le falten.- y salieron en un pequeño autobús hacia la ciudad celeste y blanca.

La belleza de la antigüedad la transformó. Logró por un momento hacerle olvidar el mal trago del día de su llegada.

Caminó por entre las callecitas de intrincadas volteretas, con sus piedras desgastadas por el ir y venir de cientos de seres humanos en el tiempo. Los vendedores con sus atuendos típicos la asustaban un poco, porque le recordaban al hombre.

La joven Zaira, la invitó a tomar un té, que saboreó con gusto. Era diferente a todos los té que había tomado antes. Comió unas dulzuras sin pensar que su cuerpo no estaba acostumbrado a esos sabores de especias tan distintas. Cuando se despidieron, la joven la dejó junto a un taxi con la extrema delicadeza de indicarle en idioma local a dónde debían llevarla.

Caminó unos pasos por la calle de la Medina y se sintió mal. Sus piernas no le respondían. ¡Otra vez no! Se dijo. Se apoyó en un árbol y cayó desmayada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario