CARTA A SAN MARTÍN
Mendoza - 24 de febrero
del 2000.
Mí admirado José Francisco...
Dulce
amigo...
Larga
nostalgia azulada y agridulce me produce su silencio, pero no sorpresa. Usted
sabe que la ingrata distancia en el tiempo y su incalculable espacio en el
infinito, impide que su espíritu sensible se acerque a esta arista apasionada
de mi alma inquieta.
Terrible
estupor castiga mi ánimo por causa de las intrigantes chácharas que escuché
sobre sus vivencias europeas y americanas, en bocas tan sazonadas de verde y
pútrida cicuta, que un grupo de sesudos y arbitrarios estudiosos, en obscenos
claustros donde mercan con sonados retruécanos, resonaban como guijarros
arrojados con filosos encantamientos sobre el frágil cristal de su
memoria." La incomprensión presuntuosa de quienes creen poder bucear en su
alma, en la profunda ingenuidad de sus creencias y verdades..." ¡Nadie
creo podrá jamás, penetrar en el lago silencioso de su mente hidalga, en su Ser!
Miraba
anoche unos retratos, -miniaturas-, que amigos comunes, conocedores de esta
gran pasión que me atormenta, me han acercado; digo contemplaba observadora minuciosa,
en su mirada profunda, la nobleza de su estirpe y su carácter y su fortaleza
interior, luego la suave curvatura de sus labios finos descarnados y
determinantes para la réplica sutil y nunca aviesa, infiel o artera.... ¡Perdón
besé su rostro cálido y quieto, con mis ojos y con mi pensamiento!
Amigo...a
Usted le sorprendió saber que soy casada. Pero eso fue hace más de treinta años...
¡no señor mío, no debe sorprenderse! Ya que con ese digno hombre hemos llegado
a esa dulce meseta de silencios compartidos, de perfilados recuerdos agoreros,
de inocentes delirios del pasado sin futuro. Yo soy la amiga - esposa,
compañera, añeja amante adormecida por la música tenaz del tiempo ido. No se
entremezcla con esta intensa mística locura que nace de su historia, de su
vida.
Otrora
soñé yo, conque sus manos viriles me enlazaran la cintura y como toma usted la
guitarra española, roza sus cuerdas tensas, bajo los durazneros en flor,
acariciara mi piel sedosa y cálida, bajo la luz crepuscular de mi Mendoza. Así,
así soñé una utopía de amor inalcanzable. ¡Su amor humano, amigo mío!
Hoy
quisiera haber estado en el salón limeño, donde con su uniforme blanco
inmaculado, paseó su serena mirada penetrante por sobre las figuras gráciles de
juveniles damiselas, que rogaban a Dios, por una señal suya que les permitiera
penetrar en su mundo mágico y gigantesco, en su épica militar de nuestra tierra
gaucha: Ahí quisiera yo haber estado para tomarlo en una contradanza - al que
Ud. es tan..., tan poco amigo - y tal vez, tal vez con su copa de oporto
ambarino y añejo, caminar entre los naranjos en flor y jazmineros perfumados,
hablando con ternura sobre el futuro incierto de esta patria...nuestra.
Señor
mío: espero, sueño y deliro por una palabra suya, por un gesto...en esta vida
árida y de ensueños.
Pasan
los días y las horas en monótonos oleajes uniformes de tinieblas y luz..., de
páramo y de selva...que fluya la vida hasta un feliz encuentro...
¡Con
enorme placer he pintado para Ud., en su cumpleaños, un cuadro de los viejos
solares de Uspallata; así retornará con la memoria entre las añosas alamedas a
los tiempos intensos de sus lides! Feliz cumpleaños... no me olvide.
Siempre
suya...como hasta ahora.
P.D.: Mi amigo...corro en remisse a
llevar esta misiva a Mercedes o a las niñas, que yacen en la Basílica de San
Francisco, como Ud. sabe, en espera, como de otras tantas...Ellas a través del
túnel infinito de la ilusoria existencia, la pondrán en sus manos.
Con
pasión...eterna y afiebrada espera.
Su
amiga...eternamente enamorada.
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