El chirrido agudo le ingresó
al cerebro. Un afilado estilete acerado le penetraba en la conciencia cegándolo
y lo hacía entrar en un mundo algodonoso de color rojo. Recordó la figura de
Estela pidiéndole que no olvidara...Silencio. Soledad. Luego la nada.
Una pequeña multitud arremolinada trataba de contener a
los niños curiosos que se asomaban entre las piernas de los mirones. El
accidente había ocurrido frente a una escuela de párvulos. La ambulancia llegó
y con dificultad y ayuda de los bomberos extrajeron el cuerpo de un hombre
joven.
El celular de Estela sonaba con frecuencia. Ella estaba
dando una conferencia en la facultad y no podía atender. Lo dejó en espera.
Ernesto se habrá olvidado de ir al médico para retirar unos estudios de
factibilidad. Los aplausos y las breves preguntas le parecieron normales. Al
erguirse observó que en la puerta del auditorio, un oficial de policía hablaba
con su secretaria. La señalaban. Se acercó. El rostro de Dulce, su ayudante de
cátedra era fatal. Martina, su secretaria le pidió que fueran hasta la oficina
del decano. Allí le comunicaron el suceso.
Llegó rápido al sanatorio. Un médico desconocido la tomó
del brazo y la introdujo a una salita. Ahí, a través de unos cristales pudo
ver, entre cables y máquinas tecnológicas, la figura de Ernesto. Muerte
cerebral. Coma profundo. Palabras que le sonaron a metrallas, guerra, atentado.
Cayó en un profundo mutismo. No tenía palabras, sólo lágrimas. Pasó días,
semanas y meses en un estado de inoperancia catatónica. Sentada en el piso
junto a la cama del marido...¿ marido ? o muerto en vida...observaba inmutable
el hilo sinusoide del ritmo cardíaco. El respirador monótono mantenía el flujo
de oxígeno en el cuerpo. Sus signos vitales eran propios de un hombre de 38
años, sano hasta el momento del hecho. En el receptáculo entraban y salían toda
clase de especialistas y enfermeros, cada uno le realizaba tareas delicadas
para mantener el cuerpo vivo.
Una tarde de invierno, ya había pasado siete meses, entró
una joven y comenzó a hacerle preguntas. Era sicóloga. Preguntó por los
hijos...¿ Hijos...? Ellos no habían querido tener niños hasta no tener ciertos
bienes y...la libertad...y poder disfrutar de
...viajes, teatro... y ahora estaba sola. Él
ya no podía darle un hijo. La charla se prolongó un tiempo corto. Pero la idea
del hijo quedó flotando en su conciencia. Estela pensó en su estúpido egoísmo.
Necesitaba un hijo para poder sobrevivir a tamaño dolor. Así sólo así lograría
superar su sentimiento de culpa.
Varios médicos la miraron con sorpresa y desestimaron su
interrogatorio. Comenzó una búsqueda urgente. Habló con especialistas que
dieron algunas alternativas. Un día entró un joven médico residente extranjero.
Ella le contó su historia y él le sugirió...una inseminación in vitro con posibilidad de tener el
ansiado retoño.
¿ Qué tenía que hacer? ¿ De dónde extraer los
espermatozoides? ¿ Podrían extraerle a Ernesto?...Así se formó un pequeño
complot... A los veinte días ya tenían material. Le sacaron, luego de ayudarle
con hormonas, cinco óvulos. Estela se preparaba para una aventura increíble.
El tratamiento era un triunfo de la ciencia. Dos
embriones estaban en el útero bien ubicados. Se desarrollaban perfectamente. El
vientre comenzaba a abultarse.
Desde Francia había llegado un especialista a dar unas
conferencias y un amigo común le pidió que revisara la historia clínica y a
Ernesto. Le suministró una nueva droga experimental y aconsejó unas pruebas de vibrato acústico. El resultado fue
revolucionario.
De entre una nube comenzó a ver pequeños objetos. Sintió
ruidos, voces y palabras que le llegaban al cerebro aumentadas cien veces. No
podía hablar. No podía decirles que entendía todo. Se esforzaba por hacer algún
movimiento para que entendieran que había vuelto. No sabía de dónde. No sabía
qué le había pasado. Sacó algunas conclusiones de lo que hablaban a su
alrededor. Un accidente terrible. Muerte cerebral. ¡ Él estaba allí, vivo,
comprendía!
Las máquinas dieron muestras de su mejoría. Comenzaron
nuevos tratamientos. Tuvo reflejos y algunos movimientos de párpados y dedos.
Respondía al dolor, al calor y al frío.
Estela sintió que había llegado el momento del parto.
Sola, con Dulce y Martina, entró a la sala de pre - parto. Luego se produjo el
nacimiento de una beba y un varón. Sanos , hermosos y producto de la
biotecnología. Se silenció el origen ante los medios, para proteger a los
niños. Y a los padres. Era un verdadero milagro.
¡ Es un milagro, sin duda es un milagro, dijo el equipo
de médicos ! Ernesto había hablado mostrando su total conciencia y su dominio
de voluntad. Ahora quedaba un enorme trabajo de motricidad por delante.
La llegada de Estela al pabellón donde se trabajaba con
el cuerpo de su esposo fue acompañada de una actitud inesperada. Ernesto no
quería hablar con ella. En su lugar apareció un abogado que le presentaba una
demanda de divorcio. Ella había sido infiel. La concepción de dos niños en su
etapa de muerte cerebral eran la causa. Ernestito y Delicia no eran producto del
amor. No tuvo él la posibilidad de engendrarlos, no eran hijos de un acto
voluntario.
El juicio fue muy difundido y publicitado. Los niños
amparados por leyes de protección al menor pasaron a las manos de un familiar.
El juez, frente a un tema ético tan conflictivo se juntó con grupos de
jurisconsultos a deliberar...Estela está esperando la sentencia.
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