Las “ursutas” tejen huellas fatigadas en la
holladura. Un silbido desaguado escapa por la mandíbula desdentada del pequeño
hombre que corre hacia su aldea. Su mente está nublada por la falta de oxígeno.
No alcanza con su “cuyico”, agrega hojas de coca a las que se maceran en su
boca. Un hilito verdoso escapa por sus labios agitados. Ásperas, sus manos,
tratan de guardar en la “guayaca” el papel que recogió en el mercado. Ya está a
la vista del caserío. Los adobes fuertes resisten el frío y el calor de la
puna. Sangran sus pies cinabrios. Su piel y su rancho son iguales. Fuertes y
toscos como la tierra que los “gringos” quieren quitarles.
Kispe
Mamaní, ha visto a lo lejos ya, la columna de humo. Los rumores de las máquinas
que fueron a espiar los iniciados, cada amanecer los ruidos son más furibundos.
Se acerca a la casa del Bacilio Condorí. El anciano, tenido por jefe, lo espera
con su ceguera prudente junto a la pirca que separa cada casa habitación. Una
turbamulta de perros hambrientos y ladradores, lo secundan. En la mano un
cigarrillo de tabaco fibroso armado con miel, hace su intento de transmitir una
fingida serenidad que escapa de sus humores de jauría arisca. Ni una mujer está
por ahí, todas han bajado a los mercados para diligenciar sus tejidos y arropes
de tuna, los quesos de cabra y el patay sabroso. No son buenos los tiempos. Un
asesor del gobierno vino, hace como seis meses a convencerlos que las nuevas
tierras que ofrece el gobierno son mejores que éstas. Pero ellos, hace muchos siglos
que habitan esa zona austera del altiplano. Sus antepasados aimará y coya,
cazaron y plantaron en la aridez de los valles y los huincas, los fueron
corriendo hacia el alto. ¡ Otra vez no! Nadie quiere moverse, pero el humo es
cada vez más denso y pasan por la carretera, vieja huella inca, un arrastre de
camiones y grúas, con gringos rudos que hablan difícil. Ni Kispe ni Bacilio les
entienden. Vinieron a comprar gallinas y ponchos de vicuña. Nada se llevaron.
Las mujeres escondieron todo y se fueron cabreados como bribones greñudos.
Kispe se sienta en la costra noble
del terreno que sostiene a Bacilio Condorí. –Han llegado.- y en sus ojos
abatidos una luz de odio destella empeños.
-
¿Qué manda, Bacilio? Lo que encomiende haremos.- y un
distintivo de sugerente actividad clausura cualquier diálogo de paz.
-
¿Cuántos son? ¿Quién los acompaña? ¿Hay gendarmes o la
polecía? Diga, hombre- satura el humo del cigarro casero la voz carcomida por
la vida.
-
Son muchos y armados como el mesmo diablo. – y se seca
el sudor que ultraja las carcomidas grietas de la piel oscura. –Los gringos son
como cuarenta y tienen rifles.
-
Entonces no se hace nada, como siempre nos sacarán en
caravana de cadáveres hasta el camposanto de los crestianos. No dejaremos que
ganen con sus mañas. Un coya más o menos al gobernio no le hace. Haiga que
contemplar como talan para hacer papeles. Mesmo como para plantar los granos.
Nuestros padres incas llorarán su selva y nojotros que ni de letras ni de
papeles conocemos, poco a poco nos enquedamos sin selva.
-
Bacilio y si se va con los señores del pueblo y les
pide... , tal vez se apiaden, la selva también es dellos. La Pacha Mama, ahorita
debe estar muy cabriada. –el silencio montaraz se aproxima a los hombres.
-
Ajá, tal vez. – las hilachas de luz cobijan los
cuerpos mientras el humo penetra con su ardiente olor agrio los pulmones.
Los
resplandores rojianaranjados derraman fatídicos las alas sobre la tierra. Arden
los antiguos bosques de quebracho y van desbastando la otrora fauna y flora del
noroeste puneño. ¿Allí sembrarán los gringos? Sólo muerte, sólo muerte.
Kispe Mamaní,
pertrecha su mula para bajar al poblado. Una amontonamiento de viejos papeles
envueltos en tela hilada en fina trama de vicuña, es el tesoro que guarda entre
su saco de industria China. Se lo compró la Doralisa en el mercado. Allí estará el maistro
para que lo acompañe. El es el que escribe lo que los hombres piensan en
papeles con figuritas de colores que adornan las palabras. Con desenvoltura el
maistro le habla a los jefes del gobierno. ¡Tal vez logre que lo escuchen!
Muy
a la hora de los insolentes colores del alba, cuando apenas se mueven
las aves pregonando a Inti, sale con su carguero. Fluye por el risco cerca del
río que de grana va tiñendo el agua. -“Si su Merced quiere dilatar al gringo
que manda a quemar el bosque, si su Merced se apiada de los animales que se
están cremando, si su Merced tiene misericordia con el pueblo coya... otros
niños, más tiempo en el tiempo, lograrán ser grandes”- divaga en la quietud del amanecer. El humo ha cambiado el color y
es agrio y sombrío. Crepita en el silencio de los matorrales. El Kispe Mamaní
recibe un balazo en la espalda. No cae, se arrastra. La mula se detiene y
rebuzna. Aprieta los papeles que esconde entre su carne herida y sangrante.
Sale de entre la maleza un sucio operario, lo sube al mular y le pega un
chasquido con chicote de cuero trenzado. Corre el animal, herido su costado,
llevando la fúnebre carga.
Casi al mediodía, en la
plaza se arremolinan los hombres junto al animal que ha acercado su carga. En
el atrio de la gobernación, el maestro extrae del cuerpo frío los papeles.
Escrito con tinta muy negra, rubrica su Merced: -“Estos hombres libres son
dueños de todo el valle”- Manchados de sangre están los sellos que tienen más
de cuatrocientos años.
De un camión sale un
hombre extraño cargando unas armas muy fieras. La gente retrocede y esconde, el
miedo les inmoviliza y la pobreza es invariable.
En la República Argentina,
Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador se queman diariamente ciento de bosques para
plantar soja y otros cereales. Los viejos habitantes de la zona cercados por la
codicia van entregando en silencio sus tierras milenarias. Queman los leños sin
piedad, siendo necesarios para los poblanos. Ni siquiera se usa para fabricar
papel. Desde los aviones se pueden observar los grandes círculos de fuego que
avanzan y el humo contaminante. La capa de Ozono, es cada día más débil.
VOCABULARIO:
Ursutas: ojotas de cuero trenzado, calzado típico de los aimará y coyas
de Noroeste de América del Sur.
Cuyico: hojas de planta de “Coca” que mastican permanentemente para
soportar el Hambre y las alturas en la misma zona.
Guayaca: bolsa o monedero hecho con fibras vegetales, que usan los
nativos, para guardar objetos.
Patay: torta que se hace con las semillas del algarrobo, árbol de
América. Dulce y muy nutritiva.
Huincas: palabra “mapuche” que se usa para nombrar al hombre blanco.
Mesmo, gobernio, haiga, nojotros, enquedamos, dellos, cabriadas,
maistro,: son el sociolecto de los
nativos que no hablan bien castellano-español.
Pacha Mama: madre Tierra. Venerada por los indígenas desde los
principios de la historia.
Inti: Dios Sol de los Incas y Aimará.
Puneño: habitante de la
Puna de Atacama.
Pirca. Paredes de piedras armadas con exactitud, para separar los
corrales, las casas y para evitar que los guanacos, vicuñas y alpacas, como
luego vacunos y equinos, se dispersaran por las laderas de la montaña.