miércoles, 29 de mayo de 2019

UNA MUJER





Con la primera letra de tu nombre
se escribieron las palabras cual caricias,
amor, madre, maravilla, música,
misterio, mar y con el mar la espuma.
Ser mujer es ser flor,  también espada,
sonata en sol, compuesta por arpegios
que deben volver azul el gris silencio.
Cargas sobre tu espalda la mochila
que la vida te llena día a día,
en ella llevas al dolor, la risa
y envuelto en risa sin dudar, la angustia..
Ser mujer es ser gigante y duende,
es sentirse  caer, más, no vencida,
 es aprender a sepultar el llanto
apretando los dientes que rechinan.


YO TE BUSCO




Yo te busco
En la bruma del pasado
En el recuerdo celeste de mis penas
En la boca tierna de la rosa

Te busco con la ternura repetida
En tu barco de velas al poniente

Te recuerdo en la mirada brillante
En tus pasos joviales.
Fuiste mi amor.
Fuiste esperanza.
Fuiste sueños.

CONTRABANDO DE ESCLAVOS




Los habían arrastrado de la zona donde ellos habitualmente cazaban o iban a pescar. Tenían sólo cerbatanas y arco y flecha. Los hombres unos palos que echaban fuego como leños hirvientes. Los ataron unos con otros y los llevaron a la orilla del mar para subirlos, a los azotes, a un enorme barco de madera y humo. Su mundo derrumbado. No hablaban las mismas lenguas y peor era no entender lo que decían los blancos de pelo rojo como el monstruo del que les había hablado el anciano de la tribu en la infancia.
Y el barco se deslizaba entre un mar negro, invadiendo entre una paz fría y quieta de los seres de su profundidad animal y ellos, ellos contemplando asombrados al gigante que trataba de hendir su dichosa paz. Así era la nueva barca y un tumulto de olas que arremetían contra el barco con furia y codicia los sacudía.
Los hombres se apretaban en las hamacas en la profundidad donde se escondía lo poco que quedaba de agua y comida. Nadie tenía fuerza para atropellar a los que con un látigo estallaban en sus espaldas dejando marcas rojas, ira y fuego. Las miradas como carbones crepitaban odio, pero los hierros a los que estaban amarrados les impedían alzarse. Los negreros comían y fumaban sus pipas de cerámica sin mirarlos siquiera. ¿Adónde llegarían y cuántos? Si se iban muriendo lentamente de hambre y frío, de sed y miedo.
Ômorobo sentía asco por estar mezclado con otro infeliz que lo miraba suplicando piedad. Él, era un rey en su comarca. Tenía esposas que lo cuidaban y muchos hijos. Los animales que poseía eran compartidos por su gente. Allí, en cambio, se arrebataban los mendrugos de una comida hecha con fécula de mandioca y agua y el agua olía a orines. Él, tenía los labios rotos por la sed, pero no bebía ese líquido ambarino. El que lo hacía comenzaba a vomitar y se deshacía por los cólicos internos. Al poco tiempo moría envuelto en excrementos. Los hombres de pies de cuero, los tiraban con fuerza al agua y desaparecían. Los sacaba, una vez cada tanto y podía respirar, robaba un poco de agua limpia de una bolsa de cuero que usaba el más viejo de los blancos. Por la ubicación de las estrellas se daba cuenta que iban hacia el oeste y el sur. Estaba flaco y débil. Pero el orgullo lo mantenía alerta. Quedaban pocos, menos de la mitad que iniciaron la travesía. Algunas noches de tormenta los soltaban de los aros de metal que los ataba a los postes.
Una semana más y negros nubarrones y un viento helado, comenzó a zarandear el barco de tal manera que no hubo manera de sostenerse. Bajaron y los soltaron. Pero el maderamen chirriaba con el brusco movimiento de las olas enormes que los sacudía. Un estruendo enorme destempló la noche y la quilla se partió en mil pedazos. Volaban fardos, hombres y maderos. Ômorobo se abrazó a un madero que le permitió flotar. Hábil nadador, logró soportar la tormenta y se quedó dormido, pensando que moriría en ese mar maldito. Despertó con un ruido de tambores y se vio rodeado por gente de raro aspecto. No eran los blancos malditos ni eran los hombres negros de su tierra. Eran diferentes, pero amables, lo ayudaron con agua y en hojas de palmera le dieron un trozo de carne que devoró. Luego, su estómago lo devolvió sin vergüenza.
Pasaron unos días. No entendía el idioma de esa gente. ¿Adónde estaba? Un hombre vestido con una ropa blanca, de larga barba trató de hablarle en varios idiomas que no entendía hasta que vio que una palabra se la había escuchado a su anciano abuelo. “No eres esclavo aquí”. Esa palabra… esclavo, le retumbó en la cabeza. Vio que la gente vivía como en su tierra, en grandes cabañas de palma y barro, con su hoguera al centro. Había niños que corrían y jugaban con el hombre de barba. Cuando pudo caminar bien, se acercó a la casa del hombre. Lo vio rodeado de otros que compartían una calabaza con una bebida que sorbían con una caña fina. Un perro se acercó y le lamió una herida, lo apartaron y se reían.
¡Esta gente es pacífica, pensó! Podré vivir con ellos hasta que regrese a mi tierra. Ômorobo, no sabía que había llegado a América, a un país cerca del río más largo de la tierra americana y que nunca más podría regresar al África.


lunes, 27 de mayo de 2019

UN NIÑO EN LA CALLE


Se te colaba de tu piel morena
entre los brazos flacos y mugrientos
la sonrisa del sol y la esperanza
transformada en maestra y en merienda
calientita la leche y la caricia del amor sin precio
escrito en pizarras de conciencia.

Pequeña marioneta sin futuro
estás más pobre hoy,
que una nave perdida en el espacio  y   mañana,
tal vez ya no hay mañana
para los niños como vos        sin familia    ni país y sin bandera
que pueblan nuestra patria
esa patria soñada como fértil    edén de sabios    grande    fuerte

Palomita que corres sin cumplido
robando
la comida de otra gente
aquí tienes los brazos cariñosos
de una madre sin matriz  pero con nombre...
maestra en la ciudad, en el campo, en las orillas
hacedoras de amor y de constancia.


DEL LIBRO INÉDITO


Escucha...

el viejo laberinto nos observa.

Hay joyas en cada vidriera de nuestro paraíso.

Capitán de la nave con la proa deshilachada al viento;

toma mi mano ingrávida

voy a bosquejar cada arruga de los rostros

que el tiempo amigo ha dejado incrustado en el azogue

apoyaré mi cabeza blanca en tu pecho macilento

nido de estopa      esponja de perfume suave

madera  de sauce flexible donde penetran los miedos

que cosechamos unidos

de ser tan extraños        a los sueños.

Acúname  y que tus ojos opalescentes de tiempo

me deslicen por el sendero de la cumbre montañosa

dejaré en ella  la materia de mi ser 

de mujer y de poeta.

EL HOTEL





            Joaquín llegó al medio día, ayer, con el pedido. Yo asombrada le acepté. Pero reconozco que es mucho trabajo. Cada pieza con su forma diferente, por deseo de los hombres del refugio recién construido. ¡Es bonito!
           Es un complejo hotelero con cabañas de troncos. Sus ventanas de vidrio doble  la hacen cálida. Una enorme chimenea. Tiene el comedor, donde en la noche podrán jugar cartas, pool, fumar habanos y jugar ruleta.
             Me  dijo Joaquín que han contratado unos músicos, un malabarista y mago, de la capital.  Será un lugar hermoso. ¡Los muebles de madera de pino con ese perfume a bosque! Las colchas de colores robados a las flores del campo. Cada habitación un nido tibio con dos lámparas de Vitró, que le dan un conjuro hechizante a la luz que filtran. ¿Cómo no amarse en ese clima? Invita al romance, al diálogo tierno y amoroso.
              Bueno para eso en cada una de estas piezas pinto un corazón con flores. Pájaros y pinos.
            Cuando termine el trabajo, que es mucho y delicado, me han invitado a la inauguración. Harán un baile con gente de las ciudades vecinas y vendrán actores y actrices. Hasta creo que vendrá alguien de la televisión a filmar.
            Mi vajilla, es decir las bellas porcelanas que estoy pintando brillarán por su perfección y la ingeniosa creatividad. Joaquín ha visto la cristalería y dice que es maravillosa como la cubertería con monograma. Cuando vayamos a cenar me sentiré muy halagada.
            Será un placer comer el ciervo ahumado con aceitunas calabresas y pepinos agrios. Ni hablar de la ensalada de rúcula, alcaparras, ananá y jamón cocido. El té de manzana, perfumado y caliente, con tarta de canela y dulce de grosellas. Los postres son delicias inventadas por un chef especializado en Francia.
            Ciertamente tengo que apresurarme, pronto me llamarán nuevamente para decirme: ¿Ya están listas las cosas? Y yo tengo todo a la mitad.
              ¡Como me duele la espalda! Ya está saliendo el sol, se me han quedado los dedos duros de armar en porcelana los dibujos que me solicitaron en el Hotel. Pero han quedado bellísimos.
             ¡La cara que pondrán los dueños del hotel y los comensales!





viernes, 24 de mayo de 2019

HAN LLEGADO



             Las “ursutas” tejen huellas fatigadas en la holladura. Un silbido desaguado escapa por la mandíbula desdentada del pequeño hombre que corre hacia su aldea. Su mente está nublada por la falta de oxígeno. No alcanza con su “cuyico”, agrega hojas de coca a las que se maceran en su boca. Un hilito verdoso escapa por sus labios agitados. Ásperas, sus manos, tratan de guardar en la “guayaca” el papel que recogió en el mercado. Ya está a la vista del caserío. Los adobes fuertes resisten el frío y el calor de la puna. Sangran sus pies cinabrios. Su piel y su rancho son iguales. Fuertes y toscos como la tierra que los “gringos” quieren quitarles.
            Kispe Mamaní, ha visto a lo lejos ya, la columna de humo. Los rumores de las máquinas que fueron a espiar los iniciados, cada amanecer los ruidos son más furibundos. Se acerca a la casa del Bacilio Condorí. El anciano, tenido por jefe, lo espera con su ceguera prudente junto a la pirca que separa cada casa habitación. Una turbamulta de perros hambrientos y ladradores, lo secundan. En la mano un cigarrillo de tabaco fibroso armado con miel, hace su intento de transmitir una fingida serenidad que escapa de sus humores de jauría arisca. Ni una mujer está por ahí, todas han bajado a los mercados para diligenciar sus tejidos y arropes de tuna, los quesos de cabra y el patay sabroso. No son buenos los tiempos. Un asesor del gobierno vino, hace como seis meses a convencerlos que las nuevas tierras que ofrece el gobierno son mejores que éstas. Pero ellos, hace muchos siglos que habitan esa zona austera del altiplano. Sus antepasados aimará y coya, cazaron y plantaron en la aridez de los valles y los huincas, los fueron corriendo hacia el alto. ¡ Otra vez no! Nadie quiere moverse, pero el humo es cada vez más denso y pasan por la carretera, vieja huella inca, un arrastre de camiones y grúas, con gringos rudos que hablan difícil. Ni Kispe ni Bacilio les entienden. Vinieron a comprar gallinas y ponchos de vicuña. Nada se llevaron. Las mujeres escondieron todo y se fueron cabreados como bribones greñudos.
            Kispe se sienta en la costra noble del terreno que sostiene a Bacilio Condorí. –Han llegado.- y en sus ojos abatidos una luz de odio destella empeños.
-                     ¿Qué manda, Bacilio? Lo que encomiende haremos.- y un distintivo de sugerente actividad clausura cualquier diálogo de paz.
-                     ¿Cuántos son? ¿Quién los acompaña? ¿Hay gendarmes o la polecía? Diga, hombre- satura el humo del cigarro casero la voz carcomida por la vida.
-          Son muchos y armados como el mesmo diablo. – y se seca el sudor que ultraja las carcomidas grietas de la piel oscura. –Los gringos son como cuarenta y tienen rifles.
-          Entonces no se hace nada, como siempre nos sacarán en caravana de cadáveres hasta el camposanto de los crestianos. No dejaremos que ganen con sus mañas. Un coya más o menos al gobernio no le hace. Haiga que contemplar como talan para hacer papeles. Mesmo como para plantar los granos. Nuestros padres incas llorarán su selva y nojotros que ni de letras ni de papeles conocemos, poco a poco nos enquedamos sin selva.
-          Bacilio y si se va con los señores del pueblo y les pide... , tal vez se apiaden, la selva también es dellos. La Pacha Mama, ahorita debe estar muy cabriada. –el silencio montaraz se aproxima a los hombres.
-          Ajá, tal vez. – las hilachas de luz cobijan los cuerpos mientras el humo penetra con su ardiente olor agrio los pulmones.
Los resplandores rojianaranjados derraman fatídicos las alas sobre la tierra. Arden los antiguos bosques de quebracho y van desbastando la otrora fauna y flora del noroeste puneño. ¿Allí sembrarán los gringos? Sólo muerte, sólo muerte.
Kispe Mamaní, pertrecha su mula para bajar al poblado. Una amontonamiento de viejos papeles envueltos en tela hilada en fina trama de vicuña, es el tesoro que guarda entre su saco de industria China. Se lo compró la Doralisa en el mercado. Allí estará el maistro para que lo acompañe. El es el que escribe lo que los hombres piensan en papeles con figuritas de colores que adornan las palabras. Con desenvoltura el maistro le habla a los jefes del gobierno. ¡Tal vez logre que lo escuchen!
Muy  a la hora de los insolentes colores del alba, cuando apenas se mueven las aves pregonando a Inti, sale con su carguero. Fluye por el risco cerca del río que de grana va tiñendo el agua. -“Si su Merced quiere dilatar al gringo que manda a quemar el bosque, si su Merced se apiada de los animales que se están cremando, si su Merced tiene misericordia con el pueblo coya... otros niños, más tiempo en el tiempo, lograrán ser grandes”- divaga en la quietud  del amanecer. El humo ha cambiado el color y es agrio y sombrío. Crepita en el silencio de los matorrales. El Kispe Mamaní recibe un balazo en la espalda. No cae, se arrastra. La mula se detiene y rebuzna. Aprieta los papeles que esconde entre su carne herida y sangrante. Sale de entre la maleza un sucio operario, lo sube al mular y le pega un chasquido con chicote de cuero trenzado. Corre el animal, herido su costado, llevando la fúnebre carga.
                        Casi al mediodía, en la plaza se arremolinan los hombres junto al animal que ha acercado su carga. En el atrio de la gobernación, el maestro extrae del cuerpo frío los papeles. Escrito con tinta muy negra, rubrica su Merced: -“Estos hombres libres son dueños de todo el valle”- Manchados de sangre están los sellos que tienen más de cuatrocientos años.
                        De un camión sale un hombre extraño cargando unas armas muy fieras. La gente retrocede y esconde, el miedo les inmoviliza y la pobreza es invariable.

                         En la República Argentina, Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador se queman diariamente ciento de bosques para plantar soja y otros cereales. Los viejos habitantes de la zona cercados por la codicia van entregando en silencio sus tierras milenarias. Queman los leños sin piedad, siendo necesarios para los poblanos. Ni siquiera se usa para fabricar papel. Desde los aviones se pueden observar los grandes círculos de fuego que avanzan y el humo contaminante. La capa de Ozono, es cada día más débil.
             VOCABULARIO:
Ursutas: ojotas de cuero trenzado, calzado típico de los aimará y coyas de Noroeste de América del Sur.
Cuyico: hojas de planta de “Coca” que mastican permanentemente para soportar el Hambre y las alturas en la misma zona.
Guayaca: bolsa o monedero hecho con fibras vegetales, que usan los nativos, para guardar objetos.
Patay: torta que se hace con las semillas del algarrobo, árbol de América. Dulce y muy nutritiva.
Huincas: palabra “mapuche” que se usa para nombrar al hombre blanco.
Mesmo, gobernio, haiga, nojotros, enquedamos, dellos, cabriadas, maistro,: son  el sociolecto de los nativos que no hablan bien castellano-español.
Pacha Mama: madre Tierra. Venerada por los indígenas desde los principios de la historia.
Inti: Dios Sol de los Incas y Aimará.
Puneño: habitante de la Puna de Atacama.
Pirca. Paredes de piedras armadas con exactitud, para separar los corrales, las casas y para evitar que los guanacos, vicuñas y alpacas, como luego vacunos y equinos, se dispersaran por las laderas de la montaña.


JARILLA EN FLOR

La jarilla derrama flores

de amarillos soles quietos.

Entre las setas y los hongos que afloran entre los cielos

el agua pura del cielo, regala viñas de ensueño.

No habrá trigo con luna llena cuando mires el viento

el árbol que se aquieta en la frontera de invierno

llenará de verde y flores, al llegar la primavera.

Hoy los rosales perfuman la memoria de febrero

Y un pedacito de estrella caerá sobre mi cuerpo.

Ven, no reniegues tanto. Las jarillas florecieron

Igual que el año pasado cuando te fuiste sin besos.

Tu estampa se vuelve lluvia cuando miro mi silencio.

Tu piel se nutre de frutos cuando sueño con tenerte

Entre los brazos cansados de sostener el aire quieto.

La jarilla derrama flores de amarillos soles quietos.

NO QUERÍA VOLVER




   Apenas se apagó la lámpara salía el hombre. Detrás quedaba una semi-forma de sombras casi fantasmales que se movían como sonámbulos. Se hizo un silencio, roto de pronto por el chirrido agónico del tren que se  acercaba. A tras luz, la silueta del recién salido parecían espantajos deshilachados.
   El callejón parecía despertar de grillos y ranas que apareaban la tarde en agonía.
   Un chiquillo escuálido salió corriendo de la casa tras el hombre. Llamaba a gritos.
El hombre, sordo, continuaba su camino. Logró alcanzarlo. Se trepó a sus brazos apretó sus piernas alrededor de la cintura  y  lo  rodeo de besos. La mujer  parada a la distancia abrió los brazos en cruz. Su imagen quedó cincelada en bruma y carne. Él, lentamente regresó. El niño estaba tibio de sonrisas. La mujer contuvo  una lágrima de fuego, sabia que al regresar él, su vida volvería a ser una carga de roca incandescente. Entró, prendió la lámpara. Estiro un mantel a cuadros y distribuyo tres  platos sobre la mesa.


ESPAÑA, BARCELONA

 LA CATEDRAL DE BARCELONA, VITRALES DE GAUDÌ, INTERIOR DE ÚLTIMA HECHURA
UNA DE LAS FACHADAS DE LA CATEDRAL DE BARCELONA CON IMÁGENES DE LOS EVANGELIOS
LLEGANDO A LA IGLESIA DE SAN CUGAT O CUCUFATTO, MÁRTIR DEL SIGLO IV. MI AMIGO Y BENEFACTOR.

EL PESCADOR




Una cárcel de espinas incrustadas en la memoria de un muchacho que tiene que pescar.
La tarde calurosa amenazada una noche plagada de estrella. Él, se sentó sobre la madera húmeda y caliente. Sacó una pipa y prendió un perfumado sabor de chocolate. Su tabaco amigo de la soledad. Miró tras sus pupilas nubladas  por la luna y suspiró cansado. Terminaba un día y el mar calmo no llenó el vientre hambreado de  su barca. Poca pesca. No había viento y el poco que rondaba su bote, no permitía que se alejaran de la costa donde seguro se apretujaban los peces.
Un olor penetrante de sal y pescado hería a los hombres silenciosos en sus bancas. El sol se escondía con esfuerzo tras la pequeña colina en occidente, dejando el cielo con un color de sangre seca. De muerte antigua. Un pescador comenzó a canturrear un triste sonido. Otro tomó un sonido de belleza inexplicable en esa rústica vida de sudor y fuerza.
El muchacho se acomodó. Cerró los ojos y dejo vagar la mente en los recuerdos. Laberintos de historias avidas que  regresaban como pájaros.
Recordó a su abuelo que le enseñó los juegos de la infancia, recordó la brava tormenta que se tragó con furia el barco de su padre.
Cerró los ojos y aspiró profundamente la sabrosa pipa. ¡Una mujer! Pensó en la muchacha de sus sueños. Era altiva la tonta, lo miraba de lejos como para que no se atreviera a buscarla. Pero siempre pasaba cerca del muelle con la pollera de color mostaza y flores rojas. Revoloteaba el cabello sobre su espalda como alas de gaviotas en danza de apareo.
Una nube comenzó a avanzar sobre el mar y se puso oscuro y sombrío. Sopló un viento enérgico que atormento el madero, tuvo que bajar las velas y remar brioso. El agua le mojaba el rostro. A lo lejos la vio con una lámpara encendida. Era ella que lo guiaba a la costa. Las olas lo tapaban. Siguió peleando. Ella lo estaba esperando, no podía fallarle.


LA EXTRAÑA


En la casa de la cumbre de la Pedrería, vive un médico con su familia. Es un profesional respetado por la sociedad y muy estudioso. Tiene ocho hijos: cuatro varones y cuatro niñas. Su esposa es hermosa y muy hacendosa. La última al nacer pesó muy poco. Parecía un pajarito primoroso. Pero con cuidados y amor creció pronto y logró el peso que tanto preocupaba a su padre. La bautizaron Lorena. Cuando creció parecía que se  alimentaba de néctar y rocío. Era frágil y tan blanca como la luna llena.
Una mañana, una de las muchachas la vio hacer extraños movimientos en la cuna. Pero nadie se preocupó. Cuando cumplió seis años, le festejaron con alegría su día y asistieron muchos niños de la zona, pero ella parecía que vivía en un mundo particular. El padre comenzó a estudiar para saber si no era “autista” un mal que separa del mundo real al niño.
-Mamá, Lorena está caminando por la pared de la calle que da a la carretera. Mira.
-¿Cómo... ¡cómo no me avisaste antes!? –dijo alterada Carola.
-¡Cómo usted, madre, dijo que no opinara y que Lorena es algo rara, creí que no tenía que decir nada.
- ¡Dios mío, corramos a ver qué está haciendo!- luego al ver a su mamita tan preocupada la niña se detuvo y bajó al jardín.
Mientras siguió limpiando unas bandejas de plata vio como sacar la mancha de la alfombra que dejara alguien ayer al caminar con polen azufrado en diminutas huellas.
- Señora, Lorena, está mirando por la ventana quieta, muy quieta- (suspendida de la cortina y yo creo que esta loca...loquísima) - dice la mucama mascullando.
El doctor Benito, esposo devoto y padre amoroso observa consternado a Lorena, pequeña, delicada de cabello larguísimo ya que no permite le toquen el cabello castaño oscuro; ojos pardos, grandes, como cristal de cuarzo poblado de tristeza, ojeras profundas provocadas por largas noches de embelezo. Siempre pensando en quimeras. Sueños. Manos largas y finas como pétalos de lirio azulados. ¡El padre observa y teme porque  esa hija, que es una delicia, se va desdibujando, se diluye lentamente! Lorena parece un ángel, un pequeño genio, un hada. Tiene un Alma que no parece igual a la de los otros niños. Se pregunta en  sus silencios compartidos con la mirada inquieta de su hija pequeña.
- Rosa hoy tenemos que lavar los vidrios, las cortinas, las colchas... ¡menos la de Lorena, por supuesto!
-  Yo subo señora, ya lo hago.
      Así pasan los días y surgen nuevas y extrañas situaciones. La niña vuela, danza con sus zapatillas de punta y su traje de gasa blanca por las cornisas y los tejados de la casa. Come pétalos de  flores, bebe rocío y sueña.

LOS HIJOS



La puerta de la nave, arca de incienso.
Se ha cerrado al paso del aliento del silencio.
No supiste esperarme a sotavento.
Si volviera a mi puerto tu mástil de esperanza,
me lanzaré en el viejo remolino de los días
pasados en tu oriente.
No volveré a soñar porque los hijos....
son las marejadas de néctar que regala el barco de la vida.
y se van perdiendo como pétalos de flores en un ánfora
se despiden con las manos enroscadas en guirnaldas de amor
nos sonríen a lo lejos mientras traspasan el verano con su aliento.
Son la verdad de la vida en adioses.
Son la esperanza del camino en la puerta
Donde hay aguas claras que limpian el cielo.
Por ese amor en espera, en dudas imprecisas.
Mi destino....una despedida.



SOL, ARENA


SOL. ARENA HIRVIENTE
ME CARCOME LA OSAMENTA.
CUELGA UN BESO FRESCO EN CADA MOVIMIENTO.
MIS PIERNAS A HORCAJADAS DE MI VIENTRE
REBUSCARÁN EL SOL DE LA CORNISA.
ILUMINA MI CASTO POSTRER SUEÑO
SÉ PARA MI EL ENIGMA DE LA SUERTE
SIRVE A MI ROTA CUERDA VOCAL LA VIBRA
QUIERO QUE VUELVA A SONAR MI VOZ
COMO EL SOL DE ANTAÑO. COMO ERA ANTES.


AL PLATERO


Hay un dios desconocido que lo inspira,
Hay un mago que cobra vida entre sus manos
Hay un peligroso genio que lo asiste
Hay un milagro cotidiano que lo empuja
Hay un cielo presagiante que lo atisba
Hay un signo, una estrella que lo irradia
Hay una sutil alabanza que lo premia
Hay una prodigiosa chispa de amor impresa
Hay un espíritu elevado que lo arrulla
Hay una furtiva y magnificente belleza…

En cada obra que de su arte surge, herencia que se esparce en su país de platero único.


LOS HACENDADOS




             En Villa Asunción había una verdadera revolución. En la esquina más importante de la plaza principal levantaban un bello edificio para albergar un banco.
            El ir y venir en vagones de tren materiales de todo tipo, alegró la esperanza de los habitantes. Por fin la Villa tendría fondos para los hombres y mujeres que trabajaban la tierra. La zona era cerealera por antonomasia y con el ferrocarril se llevaba la cosecha al puerto año tras año, cuando el clima era propicio. Los chacareros y hacendados construirían silos y comprarían maquinarias para agrandar sus campos.
            Un grupo de vecinos se juntó en el club social y propusieron hacer una escuela más grande para albergar a los hijos de quienes vinieran a trabajar. Con sus manos comenzaron en un terreno donado por un buen ciudadano, a levantar la escuela. El intendente se preocupó por hacer cartas a la capital para atraer trabajadores y mano de obra. Ya en la Villa cada cual tenía suficiente trabajo con sus animales y tareas de labranza.
            Llegó un cura nuevo para ayudar a Don Andrés, el anciano sacerdote que hacía como veinte años habían mandado a la capilla. Llegó un grupo de docente que estrenó el nuevo colegio y comenzó la inscripción de muchos chicos de todas las edades que aparecían de pueblos cercanos. Refaccionaron una casa antigua para recibir como hospedaje a personas que venían a vender objetos de mil calidades y especies. Doña Catalina Fuentes, la modista amplió el taller y abrió la ventana para mostrar sus habilidades con telas y agujas. La ferretería se agrandó y no había que viajar para buscar ciertas piezas o herramientas que faltaran o se debían cambiar. Hasta se abrió una mueblería.
            Villa Asunción estaba de gala y fiesta. Un nuevo comisario fue nombrado en lugar del sargento que hacía de jefe. Así el banco se inauguró con música y petardos.
            Pasaron los años y los hacendados ahorraban el dinero de las cosechas, los habitantes hacían todo tipo de trámites bancarios. El gerente abría con una sonrisa satisfecha cada mañana las oficinas. Un día llegó la noticia que daba crédito para comprar maquinaria nueva para el agro.
            Allá fueron un grupo de estancieros y pequeños agricultores y sacaron un préstamo para comprar: Trilladoras, segadoras, tractores y otras máquinas que ayudarían en las cosechas próximas.
            Un cambio de gobierno canceló todo. Adiós a los préstamos en cuotas, había que pagar al contado. El banco cerro sus puertas y el agrandado gerente se escapó, en un tren de la noche. Su familia se fue en el auto, con las pocas cosas que lograron sacar.
            La gente irritada, subió a sus máquinas y se fue en caravana a la capital. En la casa de gobierno, brillaban los tractores, trilladoras y demás máquinas que dejaron abandonadas. Ahora que la pague el nuevo gobierno.

domingo, 19 de mayo de 2019

CUENTO LARGO, MEJOR LEER DE SDE ATRÁS HASTA ESTE ÚLTIMO.


ENCONTRANDO LA FORMA.
LOS CHICOS ACUERDA UNA ESTRATEGIA.

Juntos podemos hacer algo. Dale Rolo te vamos a ayudar. Mi abuelo dice que los molestes dejando entrar la luz, o poniendo música fuerte o qué se yo. Todos opinan todos saben que tiene que existir una forma de ayudarlo. La verdad que piensan que así no se puede seguir viviendo, ya no tienen ganas de jugar y les falta el  mejor defensa de la cancha.
Toman una decisión difícil...ir a la habitación de Rolo.
Al entrar, la pandilla no ve nada diferente...¡claro, con el pulgar el chico les señala hacia el techo y, ¡oh!, sorpresa, como si fuera una araña cuelga el cuerpo translúcido del músico que hace malabarismo para que no se le caiga la mandolina! Señala hacia la cortina que es grande y oscura y medio escondida se ve una muchacha transparente está acomodando sus cintas y puntillas para que no se noten...debajo de la cama...una señora gorda parece una burbuja a punto de explotar...! ya están todos allí. También el soldado.
Leandro comienza a tirar pelotitas de golf hacia el techo...malhumorado el músico se mueve de una punta a la otra, parece una araña nerviosa. Todos toman pelotitas y una lluvia al revés lo acorrala y sale como si fuera una lagartija de la habitación y se pierde por una hendija de la persiana.
Divertidos comienzan a pinchar a “Nicolasa” que estornuda y hace ruidos extraños que les da mucha risa...la anciana, resopla y hace muecas que no los asusta. Muestra sus largas uñas descarnadas y trata d rasguñarlos, pero se le caen, una a una a la alfombra y desaparecen. Salta y enredándose en unos cables del equipo de música se despedaza. Llorando se va por el ventilete del baño.
Los chicos ya saben qué hacer le ponen la gabardina a Rolo y salen. De inmediato ingresan a su espalda el soldado y la muchacha. A la mujer, la sacan con un pinchazo de alfiler, sale aullando y se esconde en el placard. El soldado sigue firmemente aferrado a la espalda de nuestro amigo. La calle a esa hora está tranquila. Los vecinos que los ve, no imaginan todo lo que les sucede. Tiene un secreto de amigos. Eso los une para siempre. En la calle buscan un bache grande, caminan tres cuadras y lo encuentran. Tiene agua sucia, podrida y barro, que le servirá para lo que piensan hacer. Se detienen estratégicamente junto al bache...Rolo se pone a decir: Dios...Jesús y se sacude fuerte...cae el soldado en el hueco y embarrado, sucio y maloliente, parece un alma en pena...que lo es en realidad. Llora el pobre fantasma y los chicos muertos de risa, salen corriendo. Rota la mandolina, con su cuerpo dolorido y su dignidad de  fantasma herida, se eleva por entre los árboles y se pierde en el jardín de la casa abandonada.
Cuando vuelven encuentran a la muchacha, que llora quejosa diciendo:-¡ No es justo que me hagan ésto!  Soy una dama en desgracia, pobre de mí, pequeña Aldonza, sin un amor, ni siquiera mi músico enamorado...!- llamarse Aldonza...¡pobre mujer...si le tocaron todas! Nos sentamos rodeándola. Comenzamos a elevar el sonido del compact disk de rock pesado y apretándose los huecos de los oídos se fue achicando hasta transformarse en una mosca y voló, voló hasta desaparecer. Cuando llegó la madre de Rolo estábamos tranquilos charlando. Nos miró sorprendidas y vio una luz nueva en los ojos del hijo.
Nos fuimos contentos al club y allí el abuelo Ever y Don Celedonio dijeron :- bueno muchachos...lograron entrarlos a su lugar, los espantaron..., tendrán una hermosa historia para relatarle a sus nietos...y ellos descansarán después de esta aventura.-
-Sí, dijo Renzo- hasta que algún chico, medio tonto,  vuelva a querer hacer pagar una prenda... “una noche de tormenta en la casa abandonada de la esquina...”. una sonora carcajada salió de todas nuestras gargantas.


LOS PROBLEMAS SE AGRAVAN.


   
      LOS FANTASMAS SE ADUEÑAN DE ROLO.       
Me levanté temblando. Maldije, sí, maldije a la pandilla que me trajo todos los problemas. Yo era un chico tranquilo, juguetón y alegra. Me encantaba jugar a las figutitas,  al boleybol y al fútbol, pero desde ese maldito día mi vida es un infierno. Cada día me despierto con más miedo. Ayer, sin ir más lejos, en la computadora muy sentado el viejo soldado afilando la espada, que de oxidada ya no tiene filo...y antesdeayer...la mujer sentada en la alfombra mirando contentísima el álbum de las estampillas. Ni hablar de cuando al guitarrista o qué se yo que toca, se pone a dar recitales entre las sombras. ¡ No me dejan en paz! Si salgo al baño, me siguen y me espían, si voy a la escuela, ella, corre con el impermeable de mi abuela y se abraza por dentro a mi espalda y sale conmigo, pero el soldado, que está re loco, se agrega y no puedo, casi, caminar. Voy a perder el año y seguro que mi mamá me “mata” siempre salí entre los primeros...y ahora tengo varios regulares. Hace dos días que aparece otra señora...una tal Nicolasa que parece que adora a la tonta, que se pega a mí, para todo.
Hoy si no me equivoco, los chicos en la escuela se quedaron fritos. Yo no les puedo hablar porque ellos, los fantasmas, me tapan la boca o qué se yo, la cuestión que no puedo decir palabra. Lo único que falta que ese médico que me ve, diga que estoy loco y me encierren. Quisiera explicar que me llevan a la casa de la esquina todas las noches, que no me dejan dormir, que me usan los libros, los juguetes, hasta he visto que intentan usar la computadora...gracias a Dios, que de tecnología no saben nada, los muy ignorantes. Ya en mi cuarto tengo instalado a cuatro fantasmas, y son tan pesados, a pesar que por ahí son transparentes...Cuando quieren asustar a alguien para alejarlo, sacan partes de sus viejos cuerpos y lo muestran. Hay días que me han ayudado a hacer la tarea. El soldado sabe mucha matemática y la chica, dibuja bárbaro. La tal Nicolasa, me tiende la cama y ordena. Mi mamá cree que por lo que me pasó estoy más ordenado...pero son ellos los que juntan las cosas. Si no arreglan, no entran en mi cuarto y por eso son educados y tienen todo bien. Ni decirle al sicólogo que ellos conviven conmigo...eso sería mi ruina. Mañana, que tengo prueba de historia, me llevo al soldado que sabe un montón. Y si la profe de música se pone pesada, me llevo al otro, al de las serenatas. 
Por ahí me traigo a la pandilla y les doy un buen susto a este montón de extraños. Según me contó Luchito, Don Celedonio y su  abuelo Ever, me aconsejan buscar la forma de echarlos. He descubierto que si nombro a Dios o a Jesús empiezan a temblar y se van por un rato. ¡ Esa sería una forma! Pero regresan y a veces traen a otros.
Me voy a la placita, los chicos están reunidos y yo quiero jugar. ¡Eh, amigos...Dios...Jesús...Alá...Dios, Dios...Dios...! Se fueron por un rato.


POESÍA DE LIBRO INÉDITO


Vendimiamos con fragancia de sudor dulzón
un día de otoño
correría de duendes fue la espera y llegó
junto a un escuadrón de arcángeles chiquitos
la voz del niño de ojos tristes.
Ahí nos convertimos en héroes
éramos fuertes
sutilmente abandoné el lecho apasionado
amamanté la luna
acariciamos sólo en el bosque la frescura de una gacela tibia
que dejaba jalar rayos al sol
de la sonrisa pequeñita
cosechera de esperanza fui. Entonces.

COMIENZAN LOS PROBLEMAS GRAVES



UN MONTÓN DE FANTASMAS HACEN CONTACTO.
Nadie se anima a pasar por la vereda de la casa. Todos tenemos mucho miedo. Además han aparecido las ventanas sin las maderas que puso la municipalidad, y , las puertas están abiertas. Según los chicos, de noche deben entrar vagos para tomar vino o para dormir y esa explicación no convence a nadie. ¿Quién puede ser tan valiente? Si la mujer fantasma debe seguir allí.
Rolo dice que es imposible que salga y tartamudeando dijo:- Ella sólo aparece de noche- y como si nada se fue a mirar tele. Al volver a mirarlo vimos que de la chaqueta le sobresalía algo parecido a una cola. Nos quedamos callados y realmente asustados. Además caminaba con un ritmo extraño como si alguien lo empujara, pero él, estaba tranquilo y se fue por el pasillo del cole, dobló la esquina y no lo vimos más.
Con los chicos nos fuimos al centro de jubilados a buscar a mi abuelo Ever, que nos acompaña a jugar al metegol y como el bar donde está hay grandes, él se queda a jugar con nosotros. ¡Es re piola! El bar está pasando un pastizal detrás del puente de hierro del viejo ferrocarril y se juntan allí un montón de personajes re interesantes. Mi abuelo, se pone siempre contento cuando lo vamos a buscar y el dice que tiene veinte años en el corazón pero que no le alcanza para un partido de fútbol con nosotros...¡por la artritis y el corazón! Pero tiene alma de pibe y siempre nos pregunta si es cierto que pertenece a la pandilla. Era normal que le contáramos los sucesos después de aquel día y se puso un poco serio, lo llamó a  su amigo Celedonio  que sabe unas historias de terror bárbaras y después de contarle dijo:- ¡ Muchachos hay tienen una auténtica historia de fantasmas para recordar toda su vida! – se miró las manos y tocándole el hombro al abuelo sostuvo- Yo, cuando era muy pequeño, conocí a la familia que vivía en esa casa, la hija del ujier Joaquín Valledor y su hermosa esposa doña Nicolasa. La muchacha era hermosa pero la casaron con un viejo soldado de cómo treinta años mayor que ella. La muchacha lloró muchos días y se encerró en la buhardilla para no tener que ver al vejete que era su marido. Él, un día partió para Europa a una de las tantas guerras que hubo y no venía, no venía; entonces...apareció un joven músico que andaba de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, tocando un instrumento antiguo parecido a una mandolina, y cuando la joven lo vio se enamoró...cosa de las mujeres...- acá tengo que agregar que Celedonio tiene más de noventa  y dos años - Quisieron escapar pero ni el padre, ni la madre lo permitieron y dicen...que debe haber regresado el marido, porque apareció atravesada por una espada en su lecho- yo caí en cuenta que lo que le sobresalía a Rolo del saco, era una espada...oxidada y larga- Me parece que la madre se enloqueció de pena y después el padre, murió de viejo, pero dicen que ciertas noches de tormenta aparecen el soldado, la muchacha y que se escucha una canción cantada por una voz muy varonil, desde las sombras. – nos quedamos un rato callados y recordé parte de la historia que me contó Rolo en la plaza. Las cosas no eran pura coincidencia. Don Celedonio,- pregunté -¿ usted sabe mucho de fantasmas? Porque Rolo ha cambiado mucho desde el día de la prueba. -dije. El anciano, me miró con sus ojitos astutos y me dijo:-Es cuestión de creer o no creer. Yo he visto varios casos. ¡ Claro que no es cuestión de reírse, los muertos se pueden enojar! – Nos recorrió un escalofrío y nos dispusimos a jugar pero en general quedamos pensativos. El abuelo nos compró helado a todos y eso nos tranquilizó y predispuso al juego. Leandro hizo tablas y salimos con buen ánimo. Una vez que dejó a cada chico en su casa el abuelo me trajo a la nuestra y después de cenar viendo que se venía una tormenta, papá sacó el auto y lo llevó a su departamento, que queda a diez cuadras. Me fui a la  pieza las nubes cubrieron rápidamente el cielo, parecía que habían corrido un toldo de plomo el barrio. Un viento frío comenzó a soplar desde el sur moviendo frenético las copas de los árboles. Los truenos y relámpagos comenzaron una danza furibunda y no me pude dormir. Me coloqué el discman para no despertar a nadie y me senté en el descansillo de la ventana y me quedé contemplando la furia del cielo. Desde donde estaba se veían los techos de todas las casas. Algo despertó mi curiosidad. De pronto vi pasar a Rolo hacia la casa de la esquina. Iba con una enorme gabardina oscura. ¡Sí, era él! ¿ A dónde se dirigía sino a la casa maldita? No se si me había quedado dormido y estaba soñando. No, es él, no cabe duda va hacia la puerta principal. Un rayo iluminó el cielo y pude ver como entraba en el jardín. Miré y vi de repente una luz amarillenta que iba y venía de ventana en ventana. Luego subió al mirador. Un escalofrío me recorrió la espalda. Tenía todo los pelos de punta. ¡Qué miedo! Yo debo haber parecido un alfiletero lleno de aceritos. La luz aparecía y desaparecía intermitente. Pasaba de un lugar a otro y la figura de Rolo se recortaba agigantada por las luces de los relámpagos. El ruido de la tormenta despertó a papá. Cuando vio luz en mi cuarto apareció con un vaso de leche tibia con cocoa. Yo le señalé la luz en silencio. Tenía que compartirlo con él. Mi papá quedó perplejo y me tranquilizó diciendo que “siempre hay una explicación para ese tipo de cosa”. Lo inexplicable en la noche de día se hace fácil. Yo lo tranquilicé, pero no pude dormir hasta el amanecer que soñé con un sin fin de monstruos.
Desayuné rápido y me fui al colegio. Allí estaban los chicos,...¡ con unas caras! Algo andaba mal. ¡ Claro, yo imaginé que tenía que ver con lo de esa noche!
Por la galería apareció Rolo...con esa gabardina que era tres tallas más grande. Algo abultada su espalda y sus brazos. Y por atrás le sobresalía algo extraño. Era la famosa espada que se arrastraba en los mosaicos y rechinaba haciendo que nuestros dientes sufrieran. Parado frente a nosotros nos dio la sensación que sus ojos eran de súplica. Unas ojeras violetas subrayaban los ojitos, que de no dormir, era pequeñitos. Estaba aterrado sin dudas y no podía hablar. Desde ese día quedó mudo. Nos miraba como pidiendo socorro. Algo terrible le pasaba y no nos podía explicar.
La espalda tenía movimientos extraños. De entre su manga apareció una cadavérica mano pálida, que sobresalía, tratando de tocarnos...estiraba unos dedos descarnados y azulados...De repente, se cayó esa mano, y como por arte de magia desapareció. Un grito desgarrador salió de la boca de Rolo y salió corriendo. Nosotros gritamos también y mientras nuestro pobre amigo desaparecía por la galería; un profesor, el director y la profe de inglés aparecieron corriendo. ¡Algo muy malo estaba pasando y tenía que ver con la casa de la esquina! 


DE CÓMO ME ENTERO POR RENZO QUE PARTE ERA MENTIRA



CUANDO ME ANIMÉ A CONTAR...
Me  vestí con desgano, pero tenía clases de jockey y me esperaba el entrenador del colegio. Mamá me preguntó qué me pasaba y yo la evité. ¡Cómo le iba a contar! Así llegué al club. Allí Leandro, Renzo , Valerio y Rolo me miraron y se echaron a reír. Yo los miraba boquiabierto, se agarraban la barriga y lloraban de risa. El desconcierto mío era total y comprendí que era una broma, lo de ayer. Se arrastraba en el pasto de la cancha, apretándose la panza... yo, juro, lo quise matar. Me enojé tanto que no lo hablé toda la tarde y me volvía casa sin saludarlo. Dos días después, mamá me llamó y me dijo que Rolo estaba internado en el hospital de niños. Me sentí muy mal y aún enojado le pedí a mi papá que me llevara a verlo. Antes nos juntamos en la placita con los chicos de la pandilla y allí me contaron que sólo lo de la cueva y el jardín bajo tierra era mentira...lo demás era verdad. Renzo se puso serio por primera vez y nos dijo que los padres de Rolo estaban muy asustados. Que no podía dormir y que de noche y de día veía y escuchaba cosas raras. Cuando entre en la sala donde estaba acostado, parecía un chico a la mitad del que era antes. El pelo rojo que siempre le brillaba estaba ceniciento y su cara era como más chiquitita. No se le veían las pecas de la fiebre que lo penetraba y deliraba. Los padres y los abuelos lloraban. Varios médicos hablaban en murmullo sin decir nada y nos miraban con ojos de:- ¡ Lo que hicieron fue malísimo...demonio de chicos!- quedamos sin palabras. Un señor de barba, que era un famoso siquiatra se sentó con nosotros y nos estuvo hablando sobre las consecuencias de los actos y las enfermedades que acarrean ciertas acciones. No entendimos nada pero vimos que estaba muy enojado con nosotros. Por un mes no me dejaron salir, ni ver tele, ni ir al club. Mamá tenía razón. Pero no pensamos que fuera para tanto.
Pronto volvimos a vida normal. Íbamos a la escuela, al club donde el abuelo nos reúne para contarnos cuentos o para jugar ajedrez...en fin lo normal. Los domingos fútbol y campo, pero algo era distinto. Rolo ya no era el mismo y cuando nos juntábamos en la plaza, parecía ausente. Ni miraba las figuritas de Valerio, que tiene una colección extraordinaria de todo los jugadores de básquet del mundo y que a él, le deliraban, ni pasaba como antes por la vereda de la pituquita del otro barrio, ni siquiera hablaba. Según Leandro tiene depresión. Yo le digo que está chiflado, que esa es una enfermedad de gente grande y sin ganas. Él me dice que habló con su tía que es sicóloga y que le contó que ahora por los problemas del mundo hay muchos jóvenes que la padecen. En fin terminamos todos tristes. La verdad que nos mandamos un gran lío.
Mi papá me mira con una seriedad que me asusta, a pesar que nunca nos reta, siempre nos habla, lo veo muy pensativo y cuando llego me pregunta cómo está Rolo.
Yo le cuento y él se queda mirando hacia la casa de la esquina. Esa maldita construcción vieja nos ha traído un montón de problemas. El abuelo Ever, nos contó que allí vivía una familia de varias personas y que un día la señora joven apareció muerta en forma muy misteriosa. Además antes parece que vivió otra gente que también tuvo una historia de tragedias...en fin a mi cada día me gusta menos vivir a tan poca distancia de todo estos misterios.


ROLO COMIENZA A HACER COSAS RARAS...



LA LARGA CAMINATA POR UN LUGAR DESCONOCIDO.
Después del suceso que vivimos esa noche , los padres se reunieron preocupados para pedir a las autoridades municipales que clausuraran la casa de la esquina. Rolo seguía tartamudo y el médico de la familia lo envió a un especialista que lo ayudó bastante, sin curarlo del todo. Cuando llegó el camión municipal con varios “tipos ruidosos” nos reunimos todos los chicos de la cofradía en la vereda. Además aparecieron varias mujeres del barrio a curiosear y eso, dijo, Leandro traería mala suerte. Pero cuando limpiaron de maleza y suciedades varias, cortaron la hiedra de las rejas, a plena luz del día la casa parecía un gato peludo al que han metido en agua. Nada podía asustar en ese caserón deshabitado. Así fue que, ya limpia, clausuradas las ventanas, cerradas las celosías y las puertas, sólo parecía una triste casa sin gente. Nada anormal en vista.
Mamá me recomendó ciento de veces que no entrara...-¿ Ever no te quiero ver ni asomar en esa casa llena de fantasmas!- y yo sin decir ni mu, pero no tengo intenciones de meterme en líos...pero...quién se atreve a decirle a Leandro, el jefe, que no. Pasaría a ser el cobarde... Asentí con la cabeza sin pronunciar palabras, así no rompía con mis votos.
A las siete después de tomar la media tarde, vino Rolo a buscarme. Me pidió que le prestara mi “ discman” y fuimos en “bici” a dar vueltas por el barrio. Nos cruzamos con varias vecinas y chicas de la escuela que nos rodearon ( en realidad lo rodearon a Rolo) y comenzaron  a preguntarle por la extraña mujer fantasma que él había visto. No se cómo se las arregló, pero casi sin tartamudearles contó: - Yo estaba allí en la  noche, cuando comencé a caminar por las habitaciones llenas de telas de arañas que se me pegaban al cuerpo, a la cara, a las manos...de pronto, vi en la oscuridad una figura humana. De los ojos huecos, salía una luz que parecía dos brasas encendidas de carbón. Allí,- dijo mientras su voz se iba quebrando- me quedó pegado un vapor gelatinoso que despedía por el agujero de la boca dentada. Era un aliento asqueroso y sucio que me envolvió la cara. Comencé a ahogarme.- ahí se quedó pensando y temblaba, juro que se estremecía- salté hacia atrás. Desprendió “eso” y salieron volando unos murciélagos tibios que chillaban. Se perdieron en la oscuridad...- a esa altura del relato la mitad de la chicas se abrazaba y gemía de miedo- Yo, seguí- dijo Rolo- caminando hacia la puerta principal...pero una mano descarnada y con huesos grisáceos, se prendieron de mis hombros...sentí que me levantaban por el aire me sacudían contra las viejas cortinas roñosas que echaban polvo...tierra acumulada por años y años...y luego volé hacia un hueco que se abría en la pared.  Estábamos solos ya no quedaba nadie escuchando, sólo yo que paralizado escuchaba hechizado de terror.
-Seguí, Rolo, seguí, yo te acompaño. No tengo miedo mentí. Así el pobre se sacaba eso de encima.
De ese lugar sólo recuerdo la oscuridad..., no sentía sino un viento helado que me congelaba hasta llenarme de escarcha el pelo. Mi ropa no era suficiente, sabés, tenía la sangre congelada. Caminé a tientas palpando con las manos hacia delante. Toqué algo tibio, húmedo y suave. Con un aullido que escuché salía de mi garganta, se asustó un pequeño animal peludo que escapó por la tierra mojada. Mis ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad y pude mirar bien...¿ me pregunté dónde estaba? Y, ¡ay!, era un jardín debajo de la tierra, cavado debajo de donde nosotros caminamos. – un escalofrío me cortó el habla- allí crecían extrañas plantas con flores de color negro, las ramas se movían tratando de envolverme y unas enormes mariposas que brillaban en la oscuridad revoloteaban sobre mí... raíces deformes colgaban de la tierra sobre mi cabeza, que como si fuera una bóveda pesada, cubría el pasadizo del jardín subterráneo”- se quedó callado y pálido, temblando, me tocó un hombro y yo pegué un grito. Salió con su bici como si alguien lo persiguiera y yo me quedé allí mirando la casa con desconfianza. ¿Sería cierto lo que me contó? Por las dudas regresé a casa y no dije nada, me puse los auriculares y escuché un disco de mi músico favorito, pero esa noche no pude dormir.


EL ENCUENTRO CON LA PANDILLA




            Al fin papá consiguió ese trabajo nuevo donde quería  desarrollar una nueva vida. Vivimos desde hace veintitrés días en un nuevo barrio de calles tranquilas, con arbolados antiguos que ocultan con raras sombras el frente de las casas.
            Lo primero que me llamó la atención fue una reja alta, negra, cubierta de hiedra que retorcida como serpientes venenosas, esconden una casa vieja y maltrecha. Digo maltrecha porque está deshabitada, con las ventanas rotas, las tejas caídas por las gallerías y yuyos altos que crecen por todos lados. En la cuadra viven otras familias que tienen chicos, algunos de mi edad. Pronto nos hicimos amigos. La pandilla, que ha creado una cofradía, una sociedad secreta, sólo para varones, con votos de silencio y ayudas mutuas. Al principio no me aceptaron pero yo demostré valentía y pasé todas las pruebas...no les puedo contar cómo fueron ya que los iniciados  no pueden romper con los compromisos, sino debemos cumplir con el peor de los castigos: ¡ Pasar la noche en la casa de la esquina! Los muchachos le tienen terror, pero no lo dicen para que nadie los tenga por unos cobardes. Así comencé a escuchar de sus bocas y de otros vecinos, unas historias espeluznantes.
            Resulta que Rolo, hace unos días le regaló sus figuritas a una pituquita de la otra manzana. Rompió la promesa número 2 que dice: “no tener ningún contacto con esos extraños seres llamados mujeres”. Las chicas son entrometidas y chismosas, además de tontas.
            Bueno sigo, a Rolo le dieron la máxima pena...; La casa abandonada de noche” Y después que sus padres se durmieron, salimos todos a la hora exacta en que los brujos salen para viajar sobre los techos de las casas y entran por chimeneas y ventanas, aunque estén cerradas. Él, se demoró todo lo que pudo, pero el Valerio, Leandro y Renzo, lo apuraron y así lo acompañamos hasta la puerta de reja que se abre apenas con un ruido que despierta hasta a los fantasmas. Le dieron un empujón y desapareció en la tremenda oscuridad. Ellos salieron corriendo hasta el farol de la esquina contraria.
Entonces...¡pronto él, comenzó escuchar ruidos extraños! Una luz temblequeante que aparecía y desaparecía desde una vela que se movía entre largos pasillos, entre las enormes habitaciones ocupadas sólo por muebles rotos y telas de araña que envuelven cada objeto. También comenzó a escuchar una voz rumorosa que lo llamaba. Parecía que una persona hablaba y pedía ayuda: -¡ Rolo...Rolo...ven, acércate, necesito que me ayudes a salir de aquí!-
            La mujer, porque era una mujer, vestida con un largo camisón hecho jirones, con puntillas y cintas rotas, que le colgaban del pálido cuerpo flaco. Medio verdoso. Despeinada, con el pelo larguísimo y enredado, que le caía sobre la cara, escondiendo sus ojos hundidos y transparentes. Tenían una mirada triste. Alargaba las manos con dedos afilados de uñas larguísimas como las garras de un animal en acecho para tocarlo a Rolo. Él trató de hablar pero parecía de yeso. El pobre tiritaba, tartamudeaba, trató de gritar pero la voz no le salía de los labios. Yo imagino que en su lugar hubiera salido corriendo, me escaparía como un perro galgo, como el de mi abuelo.
Dice que ella se detuvo un momento frente a la ventana donde la luna llena iluminó la habitación. Rolo vio que la figura penetró por la pared de la chimenea y desapareció justo cuando el reloj de la municipalidad sonó la campanada de la una de la madrugada. Como él no salía y ya había cumplido el castigo, Leandro dijo que lo fuésemos a buscar. Lo encontramos como muerto, y no podía hablar. Lo sacamos entre todos casi a la rastra.
Al día siguiente en la escuela quiso contar, pero se había puesto “tartamudo”.
Nunca más haremos algo así, pero seguro que “el fantasma” sigue viviendo adentro.