Llegando a una
cima de la vida, arrastro
una enorme red,
con ternura elaborada
- sacrificio de
horas de almanaques-
van prendida en
ella como anzuelos
herrumbradas penas, añoranzas mohosas
algunos agujeros
provocando risa
tal vez color de
sol o extraña maravilla
o aquella flor
marchita, un cuchillo de azúcar
un cesto grande
de infinita soledad
que atropella con
besos la frente despejada
un ovillo de
lana que juega con el gato
mi larga
caminata matinal en la vereda
una señal de
augures y marionetas de papel
barcos de hechos
con láminas doradas
abanicos de
lágrimas y risas. Peces y mariposas.
Estoy
despidiendo el día en plena mañana.
Me voy, con los
brazos llenos de peonías.
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