Después del suceso que vivimos esa noche , los
padres se reunieron preocupados para pedir a las autoridades municipales que
clausuraran la casa de la esquina. Rolo seguía tartamudo y el médico de la familia
lo envió a un especialista que lo ayudó bastante, sin curarlo del todo. Cuando
llegó el camión municipal con varios “tipos ruidosos” nos reunimos todos los
chicos de la cofradía en la vereda. Además aparecieron varias mujeres del
barrio a curiosear y eso, dijo, Leandro traería mala suerte. Pero cuando
limpiaron de maleza y suciedades varias, cortaron la hiedra de las rejas, a
plena luz del día la casa parecía un gato peludo al que han metido en agua.
Nada podía asustar en ese caserón deshabitado. Así fue que, ya limpia,
clausuradas las ventanas, cerradas las celosías y las puertas, sólo parecía una
triste casa sin gente. Nada anormal en vista.
Mamá me recomendó ciento de veces que no entrara...-¿ Ever no te
quiero ver ni asomar en esa casa llena de fantasmas!- y yo sin decir ni
mu, pero no tengo intenciones de meterme en líos...pero...quién se
atreve a decirle a Leandro, el jefe, que no. Pasaría a ser el cobarde...
Asentí con la cabeza sin pronunciar palabras, así no rompía con mis votos.
A las siete después de tomar la media tarde, vino Rolo a buscarme. Me
pidió que le prestara mi “ discman” y fuimos en “bici” a dar vueltas por el
barrio. Nos cruzamos con varias vecinas y chicas de la escuela que nos rodearon
( en realidad lo rodearon a Rolo) y comenzaron
a preguntarle por la extraña mujer fantasma que él había visto. No se
cómo se las arregló, pero casi sin tartamudearles contó: - Yo estaba allí en
la noche, cuando comencé a caminar por
las habitaciones llenas de telas de arañas que se me pegaban al cuerpo, a la
cara, a las manos...de pronto, vi en la oscuridad una figura humana. De los
ojos huecos, salía una luz que parecía dos brasas encendidas de carbón. Allí,-
dijo mientras su voz se iba quebrando- me quedó pegado un vapor gelatinoso
que despedía por el agujero de la boca dentada. Era un aliento asqueroso y
sucio que me envolvió la cara. Comencé a ahogarme.- ahí se quedó pensando y
temblaba, juro que se estremecía- salté hacia atrás. Desprendió “eso”
y salieron volando unos murciélagos tibios que chillaban. Se perdieron en la
oscuridad...- a esa altura del relato la mitad de la chicas se abrazaba y
gemía de miedo- Yo, seguí- dijo Rolo- caminando hacia la puerta
principal...pero una mano descarnada y con huesos grisáceos, se prendieron de
mis hombros...sentí que me levantaban por el aire me sacudían contra las viejas
cortinas roñosas que echaban polvo...tierra acumulada por años y años...y luego
volé hacia un hueco que se abría en la pared. Estábamos solos ya no quedaba nadie
escuchando, sólo yo que paralizado escuchaba hechizado de terror.
-Seguí, Rolo, seguí, yo te acompaño. No tengo miedo mentí. Así el pobre
se sacaba eso de encima.
De ese lugar sólo recuerdo la oscuridad..., no sentía sino un viento
helado que me congelaba hasta llenarme de escarcha el pelo. Mi ropa no era
suficiente, sabés, tenía la sangre congelada. Caminé a tientas palpando con las
manos hacia delante. Toqué algo tibio, húmedo y suave. Con un aullido que
escuché salía de mi garganta, se asustó un pequeño animal peludo que escapó por
la tierra mojada. Mis ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad y pude mirar
bien...¿ me pregunté dónde estaba? Y, ¡ay!, era un jardín debajo de la tierra,
cavado debajo de donde nosotros caminamos. – un escalofrío me cortó el
habla- allí crecían extrañas plantas con flores de color negro, las ramas se
movían tratando de envolverme y unas enormes mariposas que brillaban en la
oscuridad revoloteaban sobre mí... raíces deformes colgaban de la tierra sobre
mi cabeza, que como si fuera una bóveda pesada, cubría el pasadizo del jardín
subterráneo”- se quedó callado y pálido, temblando, me tocó un hombro y yo
pegué un grito. Salió con su bici como si alguien lo persiguiera y yo me quedé
allí mirando la casa con desconfianza. ¿Sería cierto lo que me contó? Por las
dudas regresé a casa y no dije nada, me puse los auriculares y escuché un disco
de mi músico favorito, pero esa noche no pude dormir.
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