domingo, 19 de mayo de 2019

DE CÓMO ME ENTERO POR RENZO QUE PARTE ERA MENTIRA



CUANDO ME ANIMÉ A CONTAR...
Me  vestí con desgano, pero tenía clases de jockey y me esperaba el entrenador del colegio. Mamá me preguntó qué me pasaba y yo la evité. ¡Cómo le iba a contar! Así llegué al club. Allí Leandro, Renzo , Valerio y Rolo me miraron y se echaron a reír. Yo los miraba boquiabierto, se agarraban la barriga y lloraban de risa. El desconcierto mío era total y comprendí que era una broma, lo de ayer. Se arrastraba en el pasto de la cancha, apretándose la panza... yo, juro, lo quise matar. Me enojé tanto que no lo hablé toda la tarde y me volvía casa sin saludarlo. Dos días después, mamá me llamó y me dijo que Rolo estaba internado en el hospital de niños. Me sentí muy mal y aún enojado le pedí a mi papá que me llevara a verlo. Antes nos juntamos en la placita con los chicos de la pandilla y allí me contaron que sólo lo de la cueva y el jardín bajo tierra era mentira...lo demás era verdad. Renzo se puso serio por primera vez y nos dijo que los padres de Rolo estaban muy asustados. Que no podía dormir y que de noche y de día veía y escuchaba cosas raras. Cuando entre en la sala donde estaba acostado, parecía un chico a la mitad del que era antes. El pelo rojo que siempre le brillaba estaba ceniciento y su cara era como más chiquitita. No se le veían las pecas de la fiebre que lo penetraba y deliraba. Los padres y los abuelos lloraban. Varios médicos hablaban en murmullo sin decir nada y nos miraban con ojos de:- ¡ Lo que hicieron fue malísimo...demonio de chicos!- quedamos sin palabras. Un señor de barba, que era un famoso siquiatra se sentó con nosotros y nos estuvo hablando sobre las consecuencias de los actos y las enfermedades que acarrean ciertas acciones. No entendimos nada pero vimos que estaba muy enojado con nosotros. Por un mes no me dejaron salir, ni ver tele, ni ir al club. Mamá tenía razón. Pero no pensamos que fuera para tanto.
Pronto volvimos a vida normal. Íbamos a la escuela, al club donde el abuelo nos reúne para contarnos cuentos o para jugar ajedrez...en fin lo normal. Los domingos fútbol y campo, pero algo era distinto. Rolo ya no era el mismo y cuando nos juntábamos en la plaza, parecía ausente. Ni miraba las figuritas de Valerio, que tiene una colección extraordinaria de todo los jugadores de básquet del mundo y que a él, le deliraban, ni pasaba como antes por la vereda de la pituquita del otro barrio, ni siquiera hablaba. Según Leandro tiene depresión. Yo le digo que está chiflado, que esa es una enfermedad de gente grande y sin ganas. Él me dice que habló con su tía que es sicóloga y que le contó que ahora por los problemas del mundo hay muchos jóvenes que la padecen. En fin terminamos todos tristes. La verdad que nos mandamos un gran lío.
Mi papá me mira con una seriedad que me asusta, a pesar que nunca nos reta, siempre nos habla, lo veo muy pensativo y cuando llego me pregunta cómo está Rolo.
Yo le cuento y él se queda mirando hacia la casa de la esquina. Esa maldita construcción vieja nos ha traído un montón de problemas. El abuelo Ever, nos contó que allí vivía una familia de varias personas y que un día la señora joven apareció muerta en forma muy misteriosa. Además antes parece que vivió otra gente que también tuvo una historia de tragedias...en fin a mi cada día me gusta menos vivir a tan poca distancia de todo estos misterios.


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